La cumbre Xi-Kim en Beijing ha sido una jugada maestra de la diplomacia china. Aunque también un gran triunfo para Kim Jong-un, que ha obligado al “timonel extraordinario” a cambiar de rumbo de modo abrupto. Días atrás, el 20 de marzo, el Global Times ya nos recordaba la importancia de la alianza Beijing-Pyongyang y enfatizaba en su editorial lo difícil y peligroso que sería para Corea del Norte lidiar sola con Seúl, Washington y Tokio. Una semana más tarde, Kim iniciaba su visita a China, su primera salida al exterior desde 2011, cuando asumió funciones, indicando a todos que su relación con Beijing es un valor seguro ante la hipótesis de un nuevo fracaso de las negociaciones. Atrás quedaban otros improperios en los que el propio Presidente chino calificaba las “provocaciones militares” de Kim Jong-un como una “amenaza para la seguridad de China”.
Dos circunstancias pueden haber influido en este brusco giro. De una parte, el temor de China a quedarse fuera de juego en la nueva fase del proceso negociador abierto por el anuncio de las cumbres de Pyongyang con Seúl y Washington . De otra, la necesidad de enviar un doble mensaje a EEUU. El primero tiene que ver directamente con el contencioso: no se puede prescindir de China en cualquier negociación que afecte a la península; el segundo va más allá, y es inseparable del nuevo rumbo de las tensiones sino-estadounidenses (guerra comercial, Acta de Viajes a Taiwán, mayor implicación militar del Pentágono en el Mar de China meridional), con el propósito de atemperar las presiones de un Donald Trump que siempre ha insistido en que China “puede hacer más” por la desnuclearización de la península coreana. Quizá este giro ayude en los demás contenciosos de la agenda bilateral.
El contragolpe de Xi cierra el capítulo de las tensiones entre ambos líderes, partidos y países iniciado en 2013. En el comunicado oficial de la reunión no se mencionan las sanciones de Naciones Unidas, a las que China se sumó en los últimos tiempos a despecho de la irritación norcoreana. Recuérdese que Beijing, entre otros, suspendió el suministro de petróleo y carbón e instó el bloqueo de algunas cuentas norcoreanas en sus bancos. Es seguro que la ayuda económica de Beijing se reactivará más pronto que tarde.
El tercer Kim, halagado con una visita no oficial pero con honores prácticamente de jefe de Estado, vio colmada su ambición al ser invitado a Beijing por Xi. Ambos han tenido que reconocer que están abocados al entendimiento y la cooperación. En presencia de altos líderes del PCCh y del Estado (incluido el flamante vicepresidente Wang Qishan), Xi alabó a Kim y este aclaró que quiso venir en persona a felicitarlo por sus recientes nombramientos apelando a la camaradería que les une.
Las propuestas de Xi abundaron en la normalización de la comunicación entre “camaradas” apelando a la tradicional amistad que une a sus formaciones políticas y estados. Kim dijo esperar reunirse “a menudo” con el secretario general Xi elevando el nivel de los encuentros interpartidarios y oficiales a partir de ahora.
Aunque hubo mención a las conversaciones de paz, no las hubo, al menos directas, al diálogo hexagonal ni a la doble suspensión propuesta por China. El tono, altamente conciliador, se completó con el muy relevante compromiso con el desarme nuclear de la península, que Kim residenció en la voluntad ya mostrada por su padre y abuelo, una afirmación, como poco, controvertida. En cualquier caso, supeditada a “si Corea del Sur y EEUU responden a nuestros esfuerzos con buena voluntad y crean una atmosfera de paz y estabilidad”. Los medios norcoreanos obviaron las alusiones al compromiso con la desnuclearización.
La sensación es que el encuentro llega con siete años de retraso, aunque todo indica que las relaciones van camino de volver a ser “de uña y carne”.