Voz de China: ¿Por qué Vietnam y Japón hablan de «amenaza China»?

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BEIJING, 30 may (Xinhua) -- Una trágica hostilidad se está desarrollando en Asia cuando Vietnam y Japón, quienes comparten una herencia cultural similar con China, ven a su vecino mucho más como una espina clavada.


BEIJING, 30 may (Xinhua) — Una trágica hostilidad se está desarrollando en Asia cuando Vietnam y Japón, quienes comparten una herencia cultural similar con China, ven a su vecino mucho más como una espina clavada.

Después de que un bote pesquero vietnamita incursionara deliberadamente en aguas de China y colisionara en un ataque al estilo kamikaze contra un barco que protegía una plataforma petrolífera en las Islas Xisha de China el lunes, Hanoi responsabilizó del hecho a China y rápidamente buscó asistencia extranjera para reforzar su patrullaje marítimo.

El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, encontró en esto una buena oportunidad para dirigir su dedo acusador y presentar ávidamente a Japón como un contrapeso a la creciente influencia de China.

Esto es irónico. Desde que su gobierno encabezado por el Partido Liberal Democrático asumió el poder a finales de 2012, Abe ha alterado a Asia con sus intentos por volver al militarismo.

Una buena pregunta es ¿por qué el término «amenaza China» ha sido acuñado en vez de la «amenaza japonesa»?. Aquí hay tres rezones clave.

Primera, China subraya sus características o diferencias especiales respecto a otros Estados, lo cual crea misterio y hace que sea retratada fácilmente como un enemigo imaginario.

Aún hoy, muchos chinos se percatan tristemente de que su emblema nacional del dragón y la bandera roja del partido gobernante del país, ambos elementos majestuosos en la cultura china, son vistos como símbolos peligrosos en Occidente.

Segunda, en unas cuantas décadas, China eliminó efectivamente la pobreza y rápidamente ascendió para convertirse en la segunda mayor economía del mundo. Lo más sorprendente es el hecho de que todos sus logros económicos han sido alcanzados bajo un sistema político cuyos fundadores buscaban eliminar el capitalismo.

En los últimos siglos, el mundo ha seguido la ley de la selva: el más fuerte se fortalece mientras que el más débil se debilita. ¿China puede ser tan diferente de las anteriores potencias al no buscar la hegemonía? Es una pregunta que se hace mucha gente en el mundo.

Muchos de quienes insisten en contener a China involuntariamente hacen un juicio empírico. Fue muy perjudicial que Japón no haya sido detenido en la década de los 30. Por eso es tiempo de detener a China ahora, dicen.

Pero se crea o no, el empirismo puede estar equivocado. China nunca será un segundo Japón.

Con una historia de 5.000 años y con la incorporación de una diversidad cultural que crearon o se le impuso, el pueblo chino ha desarrollado una perspectiva única sobre las relaciones entre el hombre y la naturaleza, así como entre un Estado y otro.

Quienes conocen la historia china saben que China fue el país más poderoso del mundo durante un largo periodo, pero que nunca colonizó ni invadió a ningún país.

«No importa el gran país que sea, la belicosidad ocasionaría que pereciera», señala un viejo adagio chino que sigue resonando en la actualidad.

Para el pueblo chino, el camino para salvaguardar la paz mundial no está en un campo de batalla, sino en la mente de la gente. Quienes sean capaces de entrenar su mente adecuadamente para que se vuelva compasiva serán capaces de garantizar la paz en la familia, la sociedad y el mundo sin recurrir a la fuerza. Y ante los ojos de una persona compasiva, cada individuo es igual.

Es por eso que los fundadores de la República Popular China inventaron una política exterior independiente y pacífica que prohíbe entrar en una carrera armamentista y establecer alianza con cualquier gran potencia; que mantiene que todos los países, grandes o pequeños, ricos o pobres, son iguales; y que se adhiere a solucionar las disputas mediante el diálogo en lugar de la confrontación.

Tercera, la cultura china no fomenta la evaluación de otros, sino que se enfoca en el autoperfeccionamiento. Difamar a otros no nos da gloria e identificar una amenaza no hace que los chinos se sientan más seguros.

Pero al dar una segunda mirada a cómo ha operado el mundo en los últimos siglos, se descubrirá que la gente ha estado acostumbrada a la lógica de elegir un rival y hallar la sensación de seguridad mediante la competencia.

Esa lógica, sin embargo, juzgada por la antigua sabiduría china, sólo refleja la debilidad de la humanidad pues difícilmente puede demostrar su propio valor sin hacer algo de nada.

Para salvaguardar la paz regional y mundial, una manera viable y responsable es eliminar la hostilidad primero y lograr no ser engañado por una mente perturbada.

Para los extranjeros, China es distinta, pero nunca incomprensible. Que China se vuelva una amenaza o una oportunidad depende de si un observador puede romper el prejuicio y el empirismo para abrazar lo no familiar con una buena voluntad.

La historia muestra que las visiones de los líderes políticos tienen una relación directa sobre el futuro de un país. Si un líder político opta por presentar a un enemigo imaginario para recibir ganancias o votos a corto plazo, el bienestar de la gente será sacrificado.

Y ningún líder político es digno si su pueblo sufre.

Un líder político compasivo no cederá al temor interno acumulando disgustos, sino buscando ampliar los intereses comunes y los beneficios mutuos para ayudar a que crezca la paz y la amistad.

Los disturbios violentos contra inversionistas extranjeros en Vietnam este mes fueron espantosos. Y sin duda la tragedia surge del temor público incontrolable de amenazas o incertidumbres. Así que por favor tengan cuidado, promotores de la «amenaza china», ¡por el bien de la gente!