A la medida del país

In Análisis, Sistema político by PSTBS12378sxedeOPCH

Sin duda, una de las principales virtudes del Partido Comunista de China (PCCh), si no la mayor de ellas, consiste en su capacidad de acierto en el diagnóstico del momento histórico, lo cual le ha conferido siempre un singular talento para anticiparse a los cambios que una realidad a cada paso más compleja puede llegar a imponernos, aun a nuestro pesar, como sacrificio y no como oportunidad.

Favorecido por el enorme conocimiento de las particularidades de su propio pueblo, su territorio y su cultura y la aversión fundada a aquellos esquemas foráneos que pretenden trasladarse miméticamente como solución mágica a sus problemas, probablemente esa circunstancia explique en sí misma,  la razón de su triunfo en 1949 y su capacidad para implementar desde entonces un proyecto que en los últimos sesenta años ha discurrido por caminos no siempre idénticos, pero deudores siempre de una originalidad que hunde sus raíces en la conciencia histórica de quien se sabe y reconoce diferente de Occidente y otras latitudes en virtud de un largo transcurso de siglos de desarrollo autónomo.

Dichas condiciones le han permitido al PCCh liderar uno de los procesos de transformación económica y socio-política de mayor envergadura en la historia de la Humanidad. Un empeño nada desdeñable si tenemos en cuenta tanto las circunstancias de atraso, conflicto y dependencia que connotaban el punto de partida como también la magnitud de las carencias y necesidades que ha venido afrontando su población en el último siglo en los más diversos órdenes, así como la dificultad lógica que supone el iniciar un camino nuevo en el que no existen mapas trazados ni hojas de ruta contrastables en experiencias ajenas.

En las décadas pasadas y tras los años convulsos del maoísmo, de grandes esperanzas e ilusiones pero también de grandes contratiempos, el PCCh ha sabido anticiparse al colapso y explorar, con flexibilidad, nuevas rutas caracterizadas en esencia por su condición híbrida, a sabiendas de que esa capacidad de integración y adaptación de diferentes fórmulas y mecanismos, antaño marcados por una connotación ideológica que limitaba su aprovechamiento, podía acelerar la transformación profunda del país y proporcionar un mayor bienestar material a  los ciudadanos chinos.

Los elevados ritmos de crecimiento de la economía, la gigantesca transformación urbana, la elevación general del nivel de vida, los avances tecnológicos, el aumento de la proyección internacional, entre otros, dan cuenta fidedigna del profundo cambio experimentado por China. Para lograrlo, ha seguido un camino propio que tiene en cuenta sus singularidades y también las experiencias desarrolladas en el exterior. Se trata de un proceso no delimitado en su totalidad, que se acomoda paso a paso a las exigencias del momento histórico concreto, sin perder de vista el principal objetivo estratégico: recuperar el esplendor del país y su civilización y mejorar las condiciones de vida de la población, aportes ambos de gran valor a la comunidad global.

En consecuencia, hoy China es un referente internacional de primera magnitud. Sus dinámicas de desarrollo son objeto de estudio y análisis y fuente de inspiración para otros países que en el mundo intentan librarse de la pobreza y el subdesarrollo. La experiencia del gigante asiático advierte de la importancia de tener en cuenta la propia realidad y ser consecuentes con ella, sin dejarse llevar por las ansias uniformizadoras que todo lo reducen a una misma y única categoría. La diversidad de situaciones exige soluciones particulares en todos los campos.

La fuerte identidad de su civilización aconsejaría que también ahora, cuando China debe afrontar un salto cualitativo en su proceso de desarrollo, un cambio en el que está en juego el éxito o fracaso de la larga marcha hacia la modernización iniciada en 1911, atienda a sus particularidades buscando soluciones singulares. Estas deben prestar atención especial a la definición de alternativas a los efectos indeseados de la reforma, es decir, el aumento de las desigualdades sociales, de los desequilibrios territoriales o el agravamiento de la problemática medioambiental. Ello permitirá en su conjunto que la armonía social, convertida en una expresión genuina de justicia, pueda afirmarse sin quiebras, permitiendo que los beneficios del desarrollo alcancen a todos y cada uno de los rincones del país y sus gentes.

El celebrado éxito del proceso de recuperación del pulso y liderazgo de China aporta a su propia sociedad confianza y orgullo, pero también mayores dosis de responsabilidad en la construcción de un mundo mejor, más solidario y equitativo, más justo y democrático. La emergencia pacífica de China y su apuesta por una redefinición, más equilibrada, de las estructuras de poder global ofrece una gran oportunidad para poner fin a trasnochadas hegemonías y democratizar de facto el sistema internacional. Un nuevo orden universal, más inclusivo, también es del interés de China.

En tiempos de  gran convulsión global, importa nuevamente tirar las lecciones debidas, acertar en el diagnóstico del presente y saber anticiparse a los cambios que se avecinan, de forma que los nuevos ciclos puedan gestionarse positivamente, introduciendo las salvaguardias necesarias para que las mejoras logradas en las últimas décadas se afiancen y progresen a buen ritmo. Es por ello importante que las mejoras logradas en el bienestar material se refuercen con medidas en el orden educativo y cultural, dimensiones indispensables para que también los propios ciudadanos puedan crecer y desarrollarse espiritualmente, co-responsabilizándose de la propia evolución del país, ejerciendo en plenitud sus derechos individuales y colectivos. He ahí un reto importante para el PCCh y el conjunto de la sociedad china.

El mundo necesita una China próspera y socialmente equitativa, comprometida con la paz y con esa democracia que nos recuerda a todos que el fin último de cualquier empeño público verdaderamente emancipador no es otro que construir un mundo más justo. Esa ansia de justicia estaba en el origen del PCCh y debe seguir siendo el denominador común de sus más profundas obsesiones. Para tal cometido, nunca le faltarán apoyos.