Aliento y fatiga del PCCh

In Análisis, Sistema político by PSTBS12378sxedeOPCH

El Partido Comunista de China (PCCh) arriba a su XVIII Congreso con los síntomas agravados de un agotamiento del modelo que ha servido de argumento para propiciar una de las más sorprendentes mutaciones históricas que se conocen. Atrás quedan las alegrías que se prometían en los Juegos Olímpicos de 2008, ya más matizadas en la Expo Shanghái de 2010, y una espiral de crecimiento a marchas forzadas que  parecía no tener fin. Cuando Hu Jintao, el secretario general que ahora cederá su cargo, asumió el liderazgo del PCCh (2002), China era la quinta potencia económica del mundo. Ahora, la segunda. Pero las amenazas estructurales a su emergencia también se han disparado. En marzo pasado, el primer ministro Wen Jiabao no rehuía calificativos al dibujar un panorama “crítico” ante el temor de que la falta de avances y la indecisión provocaran la pérdida de lo logrado.

En el plano interno, la grave crisis suscitada en torno a Bo Xilai, aun con flecos por cerrar, ha sido reflejo no solo de sus ambiciones personales sino también de las contradicciones derivadas de una reforma que ha provocado importantes desequilibrios que ahora empiezan a pasar factura a todos los niveles.  La conjunción de pasividad y presión ha mostrado también caminos diversos a la hora de primar unas u otras  opciones sociales, económicas o políticas, abriendo camino a vivos debates y no menos sorprendentes revelaciones. La corrupción ha adquirido magnitudes de pasmo sin que sirvan de antídoto los viejos remedios administrativos. El nerviosismo y la incertidumbre explican la búsqueda desesperada de opciones de residencia en el extranjero, solo al alcance de unos pocos. Con tal elenco de inquietudes, la paz interna que sugiere la expulsión de Bo pudiera ser efímera.

La situación general, esperanzadora en tantos congresos pasados, no es ahora especialmente halagüeña. La moderación del crecimiento (7,4 por ciento en el último trimestre, con siete trimestres consecutivos a la baja), la acumulación de deuda de las empresas, el reto de la internacionalización del yuan, las debilidades de la innovación tecnológica, son manifestaciones de la singular encrucijada que se cierne sobre una economía que venía ofreciendo pocas dudas respecto a su positivo comportamiento. Indudablemente, no todo es sombrío. Su situación es mucho mejor que la de las principales economías del mundo desarrollado y nada hace temer un aterrizaje brusco, pero afronta el reto de la adopción de decisiones de gran alcance que trascienden la aspiración inicial de configurar un nuevo modelo de desarrollo a tono con la idea promovida por Hu Jintao. Las controvertidas sugerencias recogidas en el informe China 2030 elaborado a instancias del Banco Mundial y el Consejo de Estado planean sobre este congreso. 

A la par, cabe considerar otros desafíos que asoman en el horizonte inmediato: el acomodo de una población flotante que sumará 250 millones en 2015 según las previsiones oficiales, el futuro de una comunidad anciana que en 2050 superará el 30 por ciento de la población, la revisión general de la política demográfica, el repunte de las tensiones ambientales, las exigencias de mayor libertad en los medios de comunicación, otra política respecto a las nacionalidades minoritarias… retos todos ellos que no admiten demora si el PCCh aspira a evitar crisis que colapsen un sistema que se ha revelado intensamente desigual, ambientalmente muy pernicioso y políticamente avieso en demasía.  

Si nos referimos al orden externo, los desencuentros con EEUU, motivados en última instancia por la desconfianza estratégica, encuentran en su perímetro marítimo tierra abonada para el conflicto. Por otra parte, el repunte de las tensiones comerciales con sus principales socios sugiere el fin de la luna de miel que siguió al ingreso en la OMC (2001), amenazando con agravarse si la crisis persiste. Su nuevo papel en la escena global le exige pacificar estos contenciosos. Para ello también deberá reinventar su diplomacia, acomodándola a los imperativos de un tiempo en el que no dispondrá de capacidad para liderar coalición ideológica alguna. Abanderada del pragmatismo y del uso de la economía como recurso preferente en su gestión exterior, pudiera ahora requerir complementos de mayor intensidad para afirmar su posición en la nueva geopolítica asiática y global.

En otros momentos de la historia reciente, el PCCh ha debido enfrentar circunstancias igualmente adversas, pero actualmente necesita asegurar un nuevo impulso que no solo habilite respuestas a dichos problemas sino que le redima ante una sociedad que ya no le colma la prosperidad material y reclama otras actitudes del poder. Debe hacerlo al tiempo que renueva sus elites en una magnitud considerable, sin asideros sólidos, en un entorno de debate desconocido en el pasado y con el reto añadido de precipitar cambios que le alejen de los dogmas, tanto propios como ajenos, que también abundan a pesar de su evidente bancarrota.

Es por ello que este congreso del PCCh no debiera limitarse al ritual de rutina so pena de agravar las tensiones visibles y ocultas que laten en su interior. Ese contexto exige la introducción de cambios que apunten a otro rumbo. El fin de los impases.