China ante el Congreso Nacional del PCCh: disyuntivas pese a los logros en materia de poder blando y económica (salvataje europeo incluido)

In Análisis, Sistema político by PSTBS12378sxedeOPCH

En los últimos treinta años, hemos sido testigos del despegue económico de la República Popular China, circunstancia que ha traído aparejada sacar de la pobreza a más de 300 millones de personas y colocar al país en el segundo puesto mundial en materia de tamaño de su economía. Este logro, independientemente de los múltiples desafíos que aún resta afrontar, constituye una evidencia de que el pueblo chino y su dirigencia han podido superarse.

Por otra parte, la vida política en China viene dada por las pujas que en el seno del PCCh tienen lugar entre sus dos facciones principales. Una de ellas ha sido definida por el mundo académico como «la facción de Shanghai» (que también recibe el nombre de «elitista»), mientras que la otra es denominada «la facción populista».

La primera tiene como principales representantes al ex hombre fuerte Jiang Zemin, al vicepresidente de la R. P. China Xi Jinping y al presidente de la Asamblea Popular Nacional Wu Bangguo. La segunda facción es liderada por el presidente de la R. P. China Hu Jintao y el Primer Ministro Wen Jiabao.

La facción «elitista» se caracteriza porque sus miembros provienen de las ciudades costeras (donde se inició la reforma económica) y por priorizar el desarrollo del litoral (al cual perciben como motor del crecimiento del país). Los «populistas» comparten un origen común en la Liga Juvenil Comunista y se caracterizan por promover el crecimiento sostenido del país (por lo cual procuran disminuir las disparidades entre el litoral y el interior, respetar el medio ambiente, etc.).

A pesar de la existencia de ambas facciones, no sería dable esperar inestabilidad política en China a partir de una crisis en la cúspide del poder, porque existe un equilibrio en materia de distribución de los cargos y porque los dos grupos adhieren al concepto del rejuvenecimiento de China».

En ese contexto, el Presidente Hu Jintao hace pocas semanas atrás efectuó un discurso donde puso énfasis en una de sus dos principales contribuciones ideológicas: el «desarrollo científico» (la otra es la «sociedad armoniosa», tanto en su aspecto doméstico como internacional). El mismo se caracterizó por enfatizar la necesidad de lograr un crecimiento económico equilibrado, que respete los factores laborales y ambientales.

Esta suerte de reedición del discurso confuciano, nos evidencia la máxima de la Sinología de que China «sea imperial, republicana o comunista, sigue siendo China». Sin embargo, el agravamiento de las tensiones que sufre China, requiere una solución que vaya más allá del regreso al pensamiento tradicional: una reforma política genuina. La misma, permitiría que la cuidadanía participe en la solución de los problemas, circunstancia que redundaría en legitimar al propio gobierno (un hecho no menor, en tiempos de crisis de confianza por escándalos de corrupción y agravamiento de las contradicciones socio-económicas).

En otro orden de cosas, observamos que la crisis financiera del mundo desarrollado brindó a China una oportunidad histórica: Europa requirió el auxilio de Beijing, ante la incapacidad de Bruselas por dar una respuesta a temas no sólo coyunturales como la situación griega, sino también estructurales como la existencia de un banco central europeo que actúe como prestamista de última instancia. No olvidemos que, esta misma China, pocos meses atrás había dado consejos al propio Obama, a quien se le pidió «poner fin a la adicción a endeudarse, porque comer en abril el grano de mayo no es la solución del problema».

La República Popular, apoyándose en contar con más de 3 billones de dólares de reservas, ha señalado su voluntad de ayudar a la UE, incrementando su compra de deuda soberana y sus inversiones productivas. Existen consideraciones estrictamente económicas para brindar el salvataje, como haber ya colocado 600 mil millones de euros en bonos europeos y que Europa sea el primer destino de las exportaciones chinas. Sin embargo, el abordaje de esta cuestión debe también efectuarse desde un punto de vista estratégico, si se consideran las condiciones para brindar el salvataje a Europa y las implicancias que su otorgamiento traerían. En cuanto a las condiciones, China habría exigido a la UE levantar el embargo a las ventas de armas vigente desde la represión de las manifestaciones en la plaza Tian Anmen (1989), declarar a China «economía de mercado» (con lo cual los productos chinos deberán dejar de ser denunciados por dumping), abandonar los reclamos para que se revalúe el yuan (que motoriza el aluvión de productos chinos en el mundo), cesar el apoyo a la causa tibetana (léase cerrar las puertas al Dalai Lama), mantener el no reconocimiento a Taiwán (actualmente, sólo 23 países de la comunidad internacional tienen lazos oficiales con Taipei, de los cuales solamente uno es europeo -el Vaticano-), etc.

Con respecto a las implicancias de otorgar el salvataje, más allá de que algunos analistas consideran que el gobierno chino no empleará más recursos de su poder económico para salvar a Europa (dada las demandas que presenta su enorme población), la tentación es grande: la construcción de una potencia mundial, a veces requiere aprovechar las oportunidades que presenta el aquí y ahora. En un mundo multipolar, del cual dos de los siete principales polos de poder son la UE y China, la conversión de Europa en actor dependiente a partir de la variable económica, significa comer un alfil en la partida por el predominio internacional.

Frente al creciente poderío chino fuera de sus fronteres, en muchos países la ciudadanía desea conocer cuáles han sido las claves del éxito de aquella nación, encontrando la respuesta en los pilares de la cultura tradicional. Para China, a su vez, la difusión de su cultura puede contribuir tanto a compartir los componentes de su civilización como a contar con un medio que le dispense simpatía, adhesión y colaboración.

Ante este panorama, surge el interrogante sobre si el creciente poder blando que ostenta China tendrá éxito en el afianzamiento de una imagen internacional favorable. Aunque quede un trecho para que la República Popular exhiba el prestigio y la influencia que poseen EE.UU. y Europa Occidental, la carrera por ganar mentes y corazones está en marcha.

Una fórmula auspiciosa consistiría en que China sume a la difusión de su cultura milenaria una mayor vigencia del Estado de derecho puertas adentro. De esa manera, la superación que ha alcanzando el pueblo chino en el ámbito económico, se verá complementada con el logro de potestades jurídicas, lo cual será reconocido por todos.

La ocasión que brinda el próximo Congreso Nacional del PCCh constituye una oportunidad dorada para que la dirigencia china satisfaga las demandas de su sociedad civil y demuestre al mundo que el progreso político es otra fuente de admiración.