Los ecos de las decisiones adoptadas en la III Sesión Plenaria del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh) se secuenciarán a lo largo de 2014, con una primera etapa inexcusable en las lianghui, en marzo. La reforma y apertura en China se adentra en una etapa superior con la primera aspiración de generar las condiciones básicas no solo para un crecimiento sostenible a lo largo del presente y los próximos años, sino, sobre todo, para lograr que los frutos del desarrollo puedan ser compartidos por las más amplias capas de la sociedad.
Como es natural, en China, el campo, cuyo protagonismo al inicio de la reforma (1978) fue cediendo a favor de otros segmentos, vuelve a captar muchas de las miradas, habida cuenta que las desigualdades con la ciudad no han dejado de crecer en las últimas décadas. Dado que en el rural aún reside prácticamente la mitad de la población, ese hándicap debe ser corregido para poder sumar al campesinado a la sociedad de consumo y convertir éste en un pilar sólido del crecimiento. Ello requiere la implementación de las decisiones anunciadas en relación a los derechos sobre el uso de la tierra, el acceso al crédito, el incremento de los ingresos, la mejora de la seguridad social y en general de los servicios públicos, etc., nivelando las distancias, aumentando sus beneficios y liberando el ahorro con incentivos. Este proceso debe discurrir en paralelo a un impulso de la modernización agrícola con especial atención a la agroindustria, a fin fortalecer la seguridad alimentaria del país. La historia ha demostrado que la suerte del pueblo chino está relacionada con la tierra y la agricultura y pese a los inmensos cambios registrados en las tres últimas décadas, sigue representando un pilar clave de la estabilidad del país.
La esperada reforma del hukou, otro aspecto que de seguro acaparará mucha atención, podrá discurrir en paralelo al fomento de la urbanización (52,57% en 2012 frente al 17,9% de 1978). Más de 300 millones de inmigrantes rurales residen en las ciudades chinas con su empadronamiento en el campo que le provee de derechos en su lugar de origen pero le priva de acceso en su lugar de residencia efectiva. Solo el 27% de la población china tiene hukou urbano. Ese segmento de la población ha sido clave para operar el milagro chino y hora es ya de que pueda acceder en igualdad de condiciones a los servicios públicos básicos en condiciones similares a las de los demás ciudadanos. Pero esto supondrá un reto de gran alcance para la estructura público-institucional que deberá multiplicar sus inversiones para poder digerir el salto incremental de los usuarios sin alterar la calidad ni provocar un alza indiscriminada de precios. Una vez más, la planificación y la progresividad serán esenciales para que tan delicada transición pueda transcurrir sin sobresaltos.
En el ámbito urbano, las incipientes clases medias esperan que las reformas fiscal y tributaria alivien sus cargas y contribuyan a reducir la persistente brecha entre ricos y pobres. También que sus relaciones con la Administración entren en una fase de madurez, modernizando sus prácticas, fortaleciendo su vocación de servicio y estableciendo mecanismos de participación y control que le provean de más derechos y menos indefensión ante los abusos, haciendo de la ley objeto de inexcusable respeto para todos. Esta dimensión adquiere rango estatal ya que los agravios en el medio rural son fuente frecuente de tensiones que ilustran el severo foso que a veces separa a administradores y administrados.
Uno de los termómetros de la credibilidad seguirá pendiente de la lucha contra la corrupción, persistiendo en la determinación mostrada en el último año y adoptando medidas estructurales de prevención y control. La corrupción es un estigma que desangra la economía y la sociedad, desvirtúa el buen gobierno y reclama actuaciones decididas que le pongan coto, desde la cima a la base del poder.
Será un año, pues, de reformas en numerosos campos y en su conjunto deben permitir, en lo económico, la plasmación de ese nuevo modelo de desarrollo que integre como factores clave la sensibilidad ambiental o la innovación científica. Pero también debe abrir la puerta a la mejora de aspectos sensibles relacionados con la variable institucional, incluyendo la justicia y los gobiernos locales, la actividad legislativa o el propio Partido, con el denominador común de aumentar la transparencia, la justicia y alargar las facultades, normativizando y promoviendo el derecho positivo.
El gobierno chino dispone de holgadas capacidades de intervención para que sus decisiones ganen proyección y visibilidad práctica a corto plazo. La sociedad china espera que los cambios anunciados no se reduzcan a mera cosmética sino que atiendan a los intereses de la mayoría. Los costes de la reforma deben ser más equilibrados como también la distribución de los beneficios más justa. La elevación del bienestar social basada en una política de distribución más equitativa constituye uno de los indicadores clave del éxito o fracaso de este nuevo impulso y exigirá la prestación de una atención particular no solo a las capas de ingresos bajos (aun hoy equivalentes a casi dos veces la población de Argentina) para ayudarles a salir de la pobreza sino también a los grupos de ingresos medios. Y no será coser y cantar.
Veremos también a una China internacionalmente mucho más presente y activa, tanto a nivel institucional como a través de sus empresas, promoviendo su comercio y sus inversiones a una escala aun mayor a fin de reforzar y diversificar el engarce de su economía con la economía global. Y necesariamente implicándose más en la plasmación y gestión de un orden internacional más justo y equilibrado.
Será, en suma, un año particularmente intenso, de principio a fin.