China, tercer gran salto adelante José Luís Robaina García, Centro de Investigaciones de Política Internacional, La Habana, Cuba.

In Análisis, Sistema político by Xulio Ríos

A Xi Jinping le ha tocado el complejísimo rol de líder de China justo cuando el país se ha convertido en una de las primeras potencias económicas, tecnológicas y militares del mundo, polo de poder político y actor de primera línea en la arena internacional, escenario de aguda competencia entre Estados Unidos, hegemón después de la Segunda Guerra Mundial que paulatinamente pierde protagonismo, y China, Rusia, Irán y otros países emergentes opuestos a la dominación unipolar y defensores del multilateralismo y la multipolaridad.

A lo interno Xi entró en la historia nacional al encabezar en su primer mandato una campaña de rigurosidad sin precedente contra el flagelo que más afectaba y preocupaba a la población la corrupción, especialmente en las altas esferas políticas y empresariales, lo que le valió la admiración y el respaldo de la mayoría de la población y el pánico de los afectados, hasta entonces intocables.

La campaña comenzó por enjuiciar y condenar a largas penas de prisión a muy encumbrados dirigentes activos y en retiro de los más altos escalones del Partido Comunista, el Gobierno central y las autoridades provinciales, las fuerzas armadas y los órganos de seguridad así como de los sectores empresariales estatales y privados, el sistema bancario y financiero y otros.

Las investigaciones de los casos revelaron fortunas enormes, tramas de vínculos conspirativos entre actores políticos, empresariales y bandas criminales al estilo de las mafias y todo ello en total impunidad, pues los órganos de control del partido gobernante y las autoridades convivían con ese estado de cosas

Por todo ello se imponía además de las severas sanciones judiciales impuestas fortalecer realmente el liderazgo del partido, depurarlo en profundidad, sepultar el ambiente de impunidad prevaleciente en las instituciones y crear un sistema que impidiera en gran medida la repetición de estos peligrosos fenómenos, lo que se consagró en el Cuarto Pleno del XVIII Comité Central de la organización de octubre de 2014, con la resolución correspondiente sobre el gobierno del país por la ley y el estado de derecho socialista.

En adelante, proclamaron, la constitución de la república seria el fundamento y la esencia de la vida política de la nación y a ella se subordinarían todos los actores, en primer lugar el propio partido gobernante, que debería ser el principal promotor del estado de derecho socialista y cumplidor estricto de sus postulados, tanto a nivel de organización en todos los niveles como de su militancia.

La entereza, valentía y capacidad política de Xi Jinping y su equipo se pusieron de manifiesto ampliamente en estos complicados procesos, dados los poderosos poderes que estaban afectando y sus interrelaciones con otros sectores y las implicaciones sociales e ideológicas implícitas en este rumbo, pues la población debía comprender que no se trataba de ajustes de cuentas entre grupos o acciones de debilitamiento del liderazgo del partido, sino todo lo contrario, vigencia plena del estado de derecho y del modelo de socialismo con características chinas.

La batalla contra la corrupción que continua pues es considerada una tarea de largo aliento demostró que paso vital en adelante debía ser fortalecer realmente el liderazgo del partido, la moralización de sus estructuras y militantes, la exigencia sistemática de ejemplaridad y corrección de sus miembros y ante todo, modernizar y perfeccionar la eficacia de su gobernanza, pues no basta con dirigir y gobernar sino que hay que hacerlo con la máxima eficiencia en beneficio de la población, con resultados concretos y medibles.

La importancia capital de estos esfuerzos es obvia. El Partido Comunista de China además de dirigir el rumbo estratégico del país aporta el personal dirigente que en gran mayoría gobierna la nación, la cual a través del proceso de reformas económicas estructurales y la apertura a la interacción masiva con el extranjero inversiones, comercio, personas, ideas se ha transformado en una sociedad de gran desarrollo, multiclasista y donde circulan muy diversas corrientes ideológicas, amén de las socialistas.

Las experiencias internas de China, antes y durante el proceso de reformas, subrayaron desde el principio la importancia crucial de no solo gobernar sino de hacerlo bien, con eficiencia, transparencia y apego al principio constitucional del estado de derecho.

También aportaron los estudios que emprendieron para comprender porque partidos políticos de larga ejecutoria como el PCUS de la URSS, PRI de México, Golkar de Indonesia y Guomintang de Taiwán habían perdido el poder y como en otros casos, como Cuba y Singapur, se había logrado preservar la estabilidad y el desarrollo a pesar de sus limitaciones económicas y adversidades.

Bajo la dirección de Xi se reafirmó un principio vital del proceso político chino el rechazo a la copia de los modelos políticos occidentales y la continuidad del llamado socialismo con características nacionales, a los que Xi añadió consolidar el sueño del renacimiento de la nación y completar su modernización socialista para convertir al país en un estado socialista moderno, prospero, democrático, civilizado y armonioso de cara a los centenarios de la fundación del partido en 2021 y más adelante, en 2049, de la República popular.

El simbolismo de los centenarios entraña una gran carga emotiva y movilizadora.

Cuando el presidente Mao Zedong proclamó en 1949 la fundación de la República Popular cerró una centuria de saqueos y humillaciones coloniales y desplome de la nación que antes había sido un prospero imperio y primera economía mundial durante un milenio y el centenario de la fundación del Partido Comunista es el merecido homenaje a la fuerza política que hizo posible, con sus propios esfuerzos y sacrificios sin fin, los cambios trascendentales que desde 1949 han llevado a China hasta donde está hoy.

En las proyecciones de Xi hay especial énfasis también en el papel trascendental de la ideología en la estructuración del liderazgo político del partido, su demanda de coherencia total con los principios e ideales fundacionales para nunca perder el rumbo estratégico y la necesidad vital de la cohesión y unidad nacional ante los peligros siempre latentes.

En un país con el sustrato filosófico ancestral de China, donde doctrinas nacidas ante de nuestra era que luego dominaron el pensamiento y la acción de gobernantes y gobernados durante milenios, la cohesión nacional en términos de pensamiento y doctrinas es crucial.

A la par de estos procesos las autoridades chinas continuaron el camino de reformas económicas estructurales iniciado a principios de la década del 80 con mayor énfasis en el reforzamiento del sector estatal de la economía, que es el pilar del sistema, pero sin disminuir el apoyo al sector privado, que ya aporta cerca de 70 por ciento al PIB nacional.

Clave en este proceso es transformar el modelo económico, que daba señales de agotamiento, que en adelante deberá descansar en el consumo interno, la innovación, la calidad y la eficiencia ,la ciencia y la técnica más modernos, la convivencia armoniosa con la naturaleza y todo ello sin descuidar la promoción de las exportaciones, muy afectadas durante la pandemia de COVID 19 y las agresivas medidas adoptadas por la administración Trump contra Beijing y la mayor interacción económica y tecnológica posible en todos los planos con el exterior.

Blindar la economía nacional desde el consumo interno como eje que abarca un mercado de más de 1400 millones de seres y más de 400 millones de personas de ingresos medios entraña además potenciar sustancialmente las inversiones en el desarrollo económico y social, especialmente en áreas más necesitadas como educación, salud pública y seguridad social así como seguir avanzando en la urbanización, que consoliden los recursos de los millones que salen de la pobreza extrema o mantienen todavía bajos ingresos para que puedan convertirse, efectivamente, en motores masivos del consumo interno.

Como parte de estos procesos impulsan proyectos de gran impacto nacional, regional y global como la integración de las economías de Hong Kong, Macao y la provincia de Guangdong, que cuando se afirme aportaran un producto interno bruto superior al de muchos países europeos y de la capital Beijing con el puerto de Tianjin, el mayor del norte de China y la provincia de Hubei, la conversión de la isla de Hainan en un puerto de libre comercio enfilado hacia el sudeste asiático y el desarrollo de la cuenca del rio Yangtsé.

Solo el proyecto de desarrollo de la cuenca del rio Yangtsé, una de las cunas de la civilización china, abarca a 11 provincias y la mitad de la población y el PIB del país, que según lo expuesto deberán proyectarse de modo coordinado en la modernización de la vasta infraestructura industrial con que cuentan, consolidar la urbanización y todo ello en armonía con la naturaleza, lo que puede dar una idea somera de las magnitudes gigantescas de este empeño.

Todos esos proyectos unidos a los que en el noroeste y otras partes de china se integran a la ruta de la seda terrestre más el programa Made in China 2025, que procura posiciones de vanguardia en áreas tecnológicas claves y por ende soberanía tecnológica, consolidaran la primacía de China a nivel global.

Proyecto mayúsculo de alcance planetario sin precedente en la historia es la estrategia de las rutas de la seda marítima y terrestre anunciada por Xi en 2013, que abarca prácticamente a todas las regiones del orbe, con múltiples redes de comunicación líneas ferroviarias, carreteras y puertos, empresas, comercio y conectividad que benefician tanto a China, y especialmente a sus zonas occidentales, como a los países involucrados.

En virtud de estos proyectos se construyen líneas ferroviarias de carga que vinculan al gigante asiático con lejanos países europeos como España, Finlandia y Reino Unido así como a las naciones del sudeste asiático y africanas y puertos esenciales como Gwadar, en Pakistán, que abrirán una salida de China al Océano Índico y por ahí hacia el Golfo Pérsico y otros en América Latina y el Caribe.

Hasta el momento las inversiones chinas en esos proyectos superan los 80 mil millones de dólares.

En apoyo a estos planes constituyeron el banco asiático de inversiones en infraestructura, alternativa de facto a los mecanismos tradicionales de financiamiento dominados por Estados Unidos, que hasta 2018 reportó inversiones por más de 20 mil millones de dólares en 12 países, con aportes tanto del sector público como privado.

La estrategia de las rutas de la seda comenzó a desarrollarse y evidenciar sus beneficios desde 2013, pero la crisis económica mundial provocada por la pandemia de COVID19, especialmente grave para los países menos desarrollados, ha reforzado su valía, pues es prácticamente la única vía disponible en proyección global para avanzar en medio de la crisis.

La estrategia no es, desde luego, solo una apuesta económica. Las propuestas chinas de nuevas reglas de gobernanza mundial sin hegemonismos ni imposiciones, todos en planos de igualdad y respeto a la diversidad, están implícitas y perfectamente claras en la estrategia y son congruentes.

Como es de suponer esta estrategia ha provocado el rechazo de Estados Unidos, que ve en peligro su hegemonía económica global, y son constantes los esfuerzos por complicar, retardar e impedir su despliegue, misión contra natura dados sus evidentes beneficios, pues como aseguro el secretario general de la ONU Antonio Guterres, es una muy importante oportunidad para implementar los objetivos del milenio en el mundo y entre otros aspectos contribuir al enfrentamiento a los desafíos derivados del cambio climático.

Dado el antagonismo evidentemente estructural con estados unidos que desde los presidentes Obama y especialmente de Trump ha virtualmente revivido por la parte estadounidense una nueva guerra fría con Beijing en todos los campos han comprendido de que se trata de una actitud compartida por los diversos componentes de la oligarquía de Estados Unidos en su conjunto ante el ascenso de la nación asiática y la progresiva pérdida de hegemonía de Washington, y por ende constatan que continuará, con matices diferenciales seguramente según sean administraciones republicanas o demócratas, pero permanecerá en su esencia en el futuro previsible.

La respuesta a estas realidades están contenidas en los acuerdos del 5to Pleno del XVIII Comité Central del Partido gobernante de octubre de 2020 y el diseño del 14 plan quinquenal de desarrollo 2021-2025 que planteó en el área económica la estrategia de la llamada doble circulación, que proyecta la promoción más intensa del mercado y consumo interno, como sustento del desarrollo y la prosperidad de la población en paralelo al estímulo a las exportaciones y la interacción económica con el exterior en general.

En los objetivos a largo plazo para 2035 aprobados por el conclave se enumeran convertir al país en líder global en innovación y promover intensivamente la modernización industrial, la urbanización, que ya beneficia a 60 por ciento de la población y la elevación de los ingresos per cápita hasta llegar al nivel de los países medianamente desarrollados, entre otros.

Cuando todo este conjunto de proyectos se consoliden a mediados del siglo, china no solo será la primera economía del planeta en términos de volumen sino una de las primeras en desarrollo tecnológico y científico que por su peso en estos tiempos de saltos tecnológicos revolucionarios constantes y trascendentales determinara el rumbo del orbe.

La ofensiva global de estados unidos contra la corporación Huawei por su dominio de la tecnología 5 G, contra otras empresas chinas radicadas en suelo norteamericano como Tik Tok y la prohibición a las corporaciones estadunidenses de desarrollar negocios con entidades chinas relacionadas con el sector militar son nítida expresión del incontrolado temor proliferante en Washington contra los avances de Beijing en estos decisivos campos conformadores de la fisonomía del siglo xxi.

Contra Xi Jinping han arremetido con todo las fuerzas opuestas al ascenso de china emperador rojo, neo maoísta, neoautoritario, promotor de otra revolución cultural y de generalizar el culto a la personalidad, ultra centralizador, expansionista, son entre otros los temas que intentan establecer en las matrices de opinión mundiales y que en profundidad solo reflejan sus temores por la consolidación del gigante asiático en todos los planos, incluso con pandemia de COVID19 incluida.

En las campañas hasta denuncian los libros que con los pronunciamientos del presidente chino se han publicado en el país, que afirman son expresión del culto a su personalidad, cuando a fuer de sinceros son de mucho agradecer pues permiten acercarse al pensamiento del personaje sobre disimiles temas y por ende conocer las líneas estratégicas por las que se mueve el país.

En estas batallas políticas y especialmente mediáticas no hay espacio, o muy escaso salvo en los estudios de analistas y académicos de valía, para enfoques balanceados y objetivos.las cosas son realmente muy simples Gorbachov era muy bueno y ya se sabe porque y de ahí los constantes elogios que dedicaron estas fuerzas al hombre que encabezo la implosión de la unión soviética.

Todo lo contrario, desde luego, le deparan a Xi Jinping y cualquier otro líder que propugne caminos diferentes a los establecidos por el mundo occidental liberal y neoliberal.

Proyección internacional

La impronta de Xi se percibe igualmente en las nuevas proyecciones internacionales de China que en los últimos años abandonó la estrategia de bajo perfil de los primeros tiempos del proceso de reforma y cambios estructurales y ha ido asumiendo progresivamente posturas congruentes con la conversión del país en una gran potencia, cuyos intereses y criterios deben ser respetados.

Las batallas de China en estos campos son por demás comunes a la totalidad de los pueblos del planeta oposición al hegemonismo, las agresiones de cualquier tipo, las amenazas de uso de la fuerza, y la defensa del multilateralismo y la multipolaridad, el derecho internacional, la carta de naciones unidas, el transito a una globalización incluyente y el respeto y coexistencia civilizada de todas las naciones, pueblos, religiones y creencias, unidos en una gran humanidad multicolor.

De ahí el dinamismo que Xi ha imprimido a la política exterior de su país que mientras defiende los principios y criterios señalados también aboga porque todos asuman la visión de un destino compartido con ganancias para todos en el contexto de una competencia limpia, pacifica, sin imposiciones, donde todos los países, grandes o pequeños, sean iguales y así tratados.

Los cambios sustanciales registrados en las proyecciones internacionales de Beijing se han percibido nítidamente al abordarse temas como las constantes agresiones de estados unidos contra irán, Siria, Cuba y Venezuela , las respuestas de China a la sistemática injerencia de Washington en sus asuntos internos a propósito de Taiwán, Hong Kong, Xinjiang y otros temas y la defensa permanente del multilateralismo, el derecho internacional y la globalización incluyente, en oposición todos a los intentos hegemónicos de dominación mundial.

La asociación estratégica integral cultivada con Rusia como nunca antes y la cooperación intensa con Irán y otros países son otros pasos fundamentales en la articulación de estas nuevas estrategias que permitan enfrentar los embates hegemónicos de Estados Unidos y la promoción simultanea de los valores de paz y cooperación internacional y de un nuevo orden económico y político global más justo.

La estrategia de las rutas de la seda también es esencial en términos de proyección de política internacional pues propone articulaciones de muy diverso carácter y respeto a la diversidad de las naciones y pueblos en función del desarrollo sin condicionamientos políticos, como los que habitualmente tratan de imponer, y muchas veces imponen, los organismos tradicionales de financiamiento como el fondo monetario internacional y el banco mundial.

La impronta de Xi se ha impuesto igualmente en un sector obviamente vital la modernización de las fuerzas armadas de su país, que ha abarcado la más profunda reorganización de sus estructuras y la priorización de los desarrollos tecnológicos necesarios para que sean un efectivo bastión de la soberanía nacional e impidan la repetición de desastres como las guerras coloniales del opio y el siglo subsiguiente.

Ante el cerco militar de china construido por estados unidos a lo largo de décadas y reforzado primero por el llamado rebalance de la admón. Obama Biden y luego continuado por Donald Trump nadie honestamente puede pretender que Beijing no refuerce sus defensas en todos los sentidos y se prepare debidamente para rechazar eventuales agresiones bélicas.

El cerco militar estadounidense abarca decenas de bases en los alrededores de China asiento de centenares de bombarderos estratégicos y submarinos armados con bombas atómicas, más cohetería de los más diversos tipos, a lo largo de la cuenca del pacifico, desde los cuales en varias oportunidades en el pasado se prepararon para el bombardeo nuclear del país asiático.

El cerco se cierra con los acuerdos de cooperación militar firmados por Estados Unidos y varios países asiáticos, desde Japón y Corea del Sur hasta Australia, una verdadera santa alianza en constante perfeccionamiento y ampliación, como los intentos actuales por lograr la incorporación de India a la cruzada antichina.

En buena lid, que no es desde luego la lógica de los antagonistas de Beijing, una China estable, unida, prospera, en constante avance y defensora activa de los principios del multilateralismo, la globalización incluyente, el derecho internacional y la carta de Naciones Unidas, opuesta a todo tipo de hegemonismos, comprometida con la paz mundial y el desarrollo debía ser bienvenida, porque sin dudas beneficia sino a todos, por lo menos a las mayorías.

Para muchos especialistas, Xi encarna un nuevo ciclo, salto y revolución en la historia de China, el tercero, tras el inicial dirigido por Mao Zedong con la fundación de la república popular y el posterior promovido por Deng Xiaoping desde principios de la década del 80 con el proceso de reformas y apertura.

Se trataría en resumen de un verdadero tercer gran salto adelante.

Los grandes retos de China, de Xi y sus sucesores son, desde luego, seguir el camino trazado en su integralidad, pues objetivamente ha demostrado sus fortalezas capaces de proyectar al país continente de peso económico insignificante en 1980 a los planos actuales, de transformarlo de rural atrasado a industrial desarrollado, sacar de la pobreza a mas de 800 millones de personas, éxito sin precedente en la historia del planeta, urbanizar como nunca antes hizo ningún país en tan breve especio de tiempo a más de la mitad de su población y convertirlo en una potencia científica y tecnológica.

Riesgos y desafíos abundan, desde luego, tanto en lo interno como en la relación con el exterior, entre otros seguir avanzando en las reformas estructurales y la materialización de la modernización integral del país sin afectar la estabilidad social y el consenso nacional, consolidar la gobernanza propuesta y en particular los nuevos tipos de gobernanza del partido gobernante, lograr que en el desarrollo económico predomine la innovación, la calidad y la eficiencia, mantener el fenómeno de la corrupción bajo control y reducir sustancialmente las desigualdades sociales y consolidar una sociedad de desarrollo armonioso, entre otros.

En la relación exterior fundamental es enfrentar con firmeza y habilidad las acciones violatorias de la soberanía nacional, lograr disuadir a los separatistas de Taiwán de lo peligroso de sus planes independentistas, establecer con Estados Unidos y sus aliados acomodos suficientes para dejar atrás el ambiente de nueva guerra fría promovido por la administración Trump y avanzar por caminos constructivos aunque supongan, como es lógico suponer, la persistencia de diferencias y contradicciones y continuar los esfuerzos por afirmar nuevas reglas de coexistencia, de predominio del multilateralismo y el derecho internacional.

Perfil de Xi Jinping

Xi nació en Beijing en 1953, el primero de los grandes líderes chinos nacido tras la fundación de la República Popular, en el seno de la familia de Xi Zhongxun, quien llegaría ser jefe del Departamento de Propaganda del Comité Central del Partido Comunista y Viceprimer Ministro hasta que cayó en desgracia en 1962, principio de cerca de 20 años de encarcelamiento y maltratos.

Xi fue entonces uno de esos raros casos de hombres que luego devendrían líderes que paso de una vida feliz en el seno familiar de uno de los principales dirigentes del país a en plena adolescencia conocer los rigores de la existencia rural incluido vivir en cuevas hasta la rehabilitación del progenitor en 1978 y el despliegue de las reformas económicas y la reorganización del sistema político del país a principios de los 80 comenzar a levantarse de manera sistemática.

El exilio rural abarco 16 años, desde 1962 hasta 1978 en la entonces atrasada provincia de Shaanxi, y le sirvió sin embargo para forjarse un carácter, conocer de primera mano cómo vivían millones de campesinos en su país y también los graves problemas del sistema político vigente, agravados durante la tumultuosa y caótica mal llamada revolución cultural, que habían convertido en un paria perseguido injustamente a su padre y llevado a martirios y la muerte a millones.

Dado su compromiso político y ejemplaridad, en 1975 los campesinos de la brigada de producción de Lianjiahe donde trabajaba lo seleccionaron para que estudiara en la universidad de Qinghua, en Beijing, donde se graduó de ingeniero químico y también logró un doctorado en teoría marxista y educación ideológica y política.

Tras la rehabilitación en 19 78 de su padre designado gobernador de Guangdong cuando comenzaban precisamente por ese territorio las audaces reformas económicas estructurales promovidas por Deng Xiaoping, Xi Jinping es designado secretario personal del general Geng Biao, Ministro de Defensa y Vicejefe de la Comisión Militar Central, lo que le facilita contactos con los altos mandos castrenses del país.

Tres anos después de su labor en ese órgano fundamental de la estructura de China, Xi solicita que lo envíen al trabajo partidista en la base y así comienza en la provincia de Hebei, específicamente en el distrito de zhengding, su recorrido de más de 20 años por distintos niveles de la geografía política, económica y social del país.

Anos de formación que seguramente marcaron su vida, pensamientos y experiencias y es de suponer que mucho le servirían para el camino que emprendería en adelante en la dirección partidista de provincias pioneras y muy avanzadas en las reformas económicas como Guangdong, Fujian y Zhejiang así como en Shanghái, primer centro industrial y comercial del país y desde 2007 en la alta dirección de la nación.

De 2007 a 2012 Xi se desarrolla como dirigente de primer nivel en la estructura china, lo que le permite sobre la base de las experiencias acumuladas primero en la etapa rural formativa y luego en los organismos provinciales visiones del conjunto del panorama nacional, sus complejidades y necesidades, sus oportunidades y desafíos.

En esos años asciende a miembro del comité permanente del buró político, la máxima instancia de poder del país, y del secretariado del comité central, luego a vicepresidente de la república y finalmente a vice titular de la Comisión Militar Central, responsabilidades que lo proyectan claramente para la máxima dirección del país.

Cuando en 2012 es electo secretario general del partido es un líder fogueado en múltiples escenarios y con experiencias vitales fundamentales.

En el año 2010, signo de los tiempos, China sobrepasa a Japón para convertirse en la segunda economía del mundo y comienza por tanto el tercer gran salto adelante con Xi a la cabeza.

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