Los resultados de las sesiones parlamentarias anuales celebradas en China entre el 3 y el 17 de Marzo, incluyendo tanto la Conferencia Consultiva Política como la Asamblea Popular Nacional (APN), evocan la clara sensación de un nuevo impulso a la política de reforma y apertura iniciada en 1978. Tras la defenestración de Bo Xilai y el descarte absoluto de cualquier posibilidad de marcha atrás durante la celebración del XVIII Congreso del Partido Comunista de China (PCCh) en noviembre de 2012, tocaba ahora legitimar universalmente (tanto en el plano subjetivo como en el discurso) las decisiones tomadas.
a) Liderazgos estatales
Xi Jinping, secretario general del PCCh, fue confirmado como Presidente de China y de la Comisión Militar Central del Estado (con idéntica composición a la comisión militar central del PCCh). Li Keqiang, primer ministro. Zhang Dejiang, presidente de la APN. Yu Zhengsheng, presidente de la Conferencia Consultiva Política. La única novedad fue la elección como vicepresidente de Li Yuanchao, miembro del Buró Político, quien se había barajado en el congreso de noviembre como posible integrante del Comité Permanente, máximo órgano de poder en China. Habitualmente, el vicepresidente, un cargo esencialmente honorífico, es el quinto en la jerarquía que coincide con el rector de la Escuela Central del PCCh (en este caso, Liu Yunshan). Así vino aconteciendo en los últimos años con el propio Xi Jinping, Hu Jintao, Zeng Qinghong y hasta Hu Yaobang. Li Yuanchao es un afín a Hu Jintao y reconocido reformista dentro del sistema. Su elección ratifica el esfuerzo de la nueva dirigencia china por redoblar el consenso en la cumbre para afrontar una etapa clave de su proceso de modernización.
b) La despedida de Wen Jiabao
En su informe de la acción de gobierno, el primer ministro saliente, Wen Jiabao (2003-2013), fijo hincapié en los importantes logros de la última década, en especial en el último lustro, realizados en condiciones especialmente difíciles por causa de la eclosión de la crisis financiera internacional que hizo oscilar los pilares del crecimiento chino afectando de forma significativa a sus exportaciones al mundo desarrollado. El balance de los últimos cinco años reconoce la persistencia de muchas contradicciones en la economía china: desequilibrio e insostenibilidad, baja productividad y escasa innovación, déficits presupuestarios abultados especialmente en el ámbito local, bajas tasas de bienestar social, ambiente en estado pésimo, agravamiento de las diferencias de los mundos rural y urbano, ingresos al alza pero aún insuficientes para imaginar una sociedad de consumo… Nada, en fin, que no esté en el vocabulario habitual pero que constituyen poderosas sombras sobre la economía china confrontada al desafío de duplicar en 2020 el PIB y el ingreso per cápita correspondientes a 2010.
Entre los anuncios para 2013 cabe señalar el objetivo de crecimiento del 7,5%, con una inflación por debajo del 3,5% y una tasa de desempleo del 4,6%. El gasto en defensa crecerá un 10,7%. Wen Jiabao anunció una reforma gradual del hukou o permiso de residencia y el mantenimiento de la política de planificación familiar, temas objeto de discusión en los últimos tiempos. También habrá continuidad en la política en materia de nacionalidades minoritarias, a propósito de Taiwán o en la política exterior. La sensibilidad en relación a los problemas ambientales debiera aumentar. Por último, cabe destacar el anuncio de un aumento del déficit público por importe de 400.000 millones de yuanes, fondos que serán destinados en buena parte a la mejora del bienestar social (vivienda, pensiones, sistema sanitario, educación…). La segunda potencia económica del mundo se sitúa en términos de Índice de Desarrollo Humano en la posición 101 (IDH 2012).
Frente a las críticas de “década perdida” en alusión a la parálisis del proceso reformista, Wen Jiabao destacó un balance globalmente positivo, defendiendo las políticas adoptadas de una mayor inversión pública y un mayor intervencionismo para corregir los efectos de la crisis global. En la pasada década se fueron sentando las bases de un mayor equilibrio en la agenda de una reforma exitosa en el campo económico pero claramente fracasada en el campo social, ambiental, tecnológico o político, factores todos que ahora, una vez clarificado el rumbo a seguir, formarán parte indispensable de la agenda.
c) Decisiones para uno nuevo giro
La reestructuración del Consejo de Estado o gabinete constituye una de las referencias esenciales de estas sesiones parlamentarias y símbolo de un nuevo giro en la política china. Formalmente, se trata de avanzar en la diferenciación de las funciones estrictamente gubernamentales y económicas, eludiendo la implicación directa en estas últimas del aparato administrativo. El gobierno se apartaría así progresivamente de la gestión empresarial directa. En la práctica, supondrá una reducción muy considerable del aparato burocrático, la reorientación de la labor gubernamental a tareas de coordinación y estrategia, menor intervencionismo público y mayor respeto a las leyes del mercado y la apertura de un horizonte de desmonopolización y de mayor presencia del sector privado en sectores donde antes tenía una presencia testimonial y hasta inexistente. Se estima que el proceso de transformación, el séptimo en treinta años, que obedece a una hoja de ruta trazada recientemente, requerirá un lustro. De entrada, el número de ministerios pasó de los 27 actuales a 25.
La elección del Ministerio de Ferrocarriles como botón de muestra del cambio de orientación no es inocente. Este Ministerio, ahora suprimido, constituye todo un mini-estado, con dos millones de empleados, policía y hasta tribunales propios. Los asuntos administrativos de los ferrocarriles dependerán de un Buró mientras que la gestión económica pasará a ser ejercida por una Corporación. Este modelo podría extenderse a otros sectores.
Otros ámbitos afectados por las decisiones se refieren a ámbitos como la energía (la energía eléctrica, que funcionaba de manera autónoma, queda agrupada en una misma agencia). También se verá reforzada la seguridad alimentaria, sacudida por numerosos escándalos en los últimos tiempos. O la unificación de la planificación familiar con salud.
La Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, referencia esencial de la transición económica china, pierde peso en esta remodelación, de suerte que sus competencias en materia de aprobación de proyectos y concesión de licencias se van reduciendo en tanto que la función estratégica y de coordinación gana sustancia.
Otro aspecto tiene que ver con la participación de las organizaciones populares en la prestación de servicios sociales, médicos, sanitarios, etcétera. En la gestión social aquellas ganarán reconocimiento y dinamismo dejando en manos de la colectividad buena parte de la gestión de las políticas activas en esta materia.
d) Los nuevos rumbos
Habrá continuismo en los próximos años en la política china pero, sobre todo, asistiremos a una aceleración de las reformas, especialmente en el campo económico con vistas a configurar el nuevo modelo de desarrollo basado en el fomento de la demanda interna, la innovación científica y los impulsos social y ambiental. Este proceso coexistirá con los experimentos en el campo político de un reformismo inter-sistémico que excluye cualquier evolución hacia una democracia de estilo occidental. Desde la tribuna fueron varias las voces que apostaron por alargar el espacio de la democracia consultiva para reforzar las bases y la credibilidad del sistema, no para desmontarlo. Oficialmente, todo cuanto se mude debe preservar la inmutabilidad de la hegemonía del PCCh.
En materia de derechos humanos, pese a la anunciada reforma de los laojiao, los campos de trabajo, ningún cambio sustancial asoma en el horizonte. Ningún eco en las sesiones parlamentarias del llamamiento efectuado el pasado 26 de febrero por numerosos intelectuales para que China ratifique el Pacto internacional de derechos civiles y políticos, firmado en 1998, hace quince años.
En la política exterior, ahora con Wang Yi al frente manteniendo el rumbo del desarrollo pacífico, cabe aguardar la afirmación de un tono más reivindicativo. China asumirá una diplomacia más rica y compleja y menos acomplejada, mostrando sus intereses tanto en relación al diálogo con EUA cómo a su dimensión participativa en las principales instancias del sistema internacional donde los cambios se hacen demorar (los acuerdos adoptados en 2010 para una reforma del FMI que le procuraría más peso siguen a la espera de aplicación). La coordinación con las economías emergentes, especialmente en el grupo de los BRICS, gozará de atención. No cabe esperar de China que desempeñe un papel global que contribuya a corregir los excesos del capital financiero internacional.
e) El estilo de Xi Jinping
Acumulando desde el inicio de su mandato los tres cargos de mayor significación (secretaría general del PCCh, presidencia del Estado y de la Comisión Militar Central), Xi Jinping estará en condiciones de acelerar los cambios precisos. La sociedad china aguarda con impaciencia que los frutos del desarrollo se traduzcan en expectativas concretas que mejoren su nivel de vida, mientras datos oficiales revelan que el 1% de la población controla hasta el 41% de la riqueza del país.
En sus primeros pasos, Xi Jinping mostró su disposición a intensificar la lucha contra corrupción y el abuso de poder, manifestando igual preocupación por el incremento de la independencia de la justicia. Estas tomas de postura, junto a su hablar directo y franco, le brindan cierta simpatía inicial, pero tendrá que demostrar en los hechos que no se trata de simples declaraciones.
Las evocaciones de un mayor respeto a la ley y a la Constitución contrastan con una realidad que choca con el muro de un sistema vocacionado para hacer letra muerta de sus preceptos.
f) Conclusión
China encara una etapa crucial de su proceso de modernización. Los apremios se centrarán en la innovación, en el ambiente, en la cuestión social, en la reestructuración económica. El objetivo es dejar de ser el taller del mundo para convertirse en una potencia moderna y desarrollada en el horizonte de diez años. Pasar del Made in China al Created by China. En ese proceso seguirá pesando la incógnita del modelo futuro, especialmente en lo que se refiere a la capacidad del PCCh para mantener la excepcionalidad de un sistema que pese a las transformaciones de la sociedad china se mantiene en lo sustancial con las coordenadas de 1949. El desmantelamiento de los monopolios públicos y el ritmo y características de una nueva ola de privatizaciones que podría adelgazar el poder económico del Partido-Estado puede indicarnos la naturaleza esencial de esa China que en pocos años se confirmará cómo la primera potencia económica del mundo.
En otro plano, la necesidad de equilibrar el objetivo de una mayor eficiencia económica con iguales dosis de justicia va ganando peso en el discurso oficial desde que Hu Jintao promovió la creación de una sociedad armoniosa. Pero la realidad desmiente la armonía. China sigue a ser uno de los países más desiguales e injustos del mundo.
La democratización seguirá en el debate, sin más atrevimiento que la apuesta por oxigenar el sistema político mediante el aumento de las consultas y otras fórmulas sucedáneas que permitan alargar la base de las decisiones pero sin cuestionar en ningún caso el actual sistema de co-participación sin alternancia.
Puede derrapar? La magnitud de las contradicciones que habitan en el proceso chino y la acumulación de expectativas de difícil satisfacción ofrecen un caldo de cultivo nada despreciable para fundamentar la hipótesis de un derrape. El apelo al nacionalismo, a la realización de ese sueño colectivo del pueblo chino de recuperación de la grandeza del pasado, constituye un bálsamo moderador que las autoridades modelarán en función de las expectativas, pero no es un remedio eterno e infalible. Sin más justicia, la China poderosa sigue a ser un gigante con pies de barro.