No por esperada, la caída de Zhou Yongkang es menos aparatosa. A los pocos meses de iniciarse la campaña “contra tigres y moscas”, su nombre empezó a sonar. En la tercera sesión plenaria del Comité Central del PCCh celebrada en noviembre de 2013 se dio vía libre a la investigación sometiéndolo a residencia vigilada. Tras cercenar uno a uno todos sus apoyos en la amplia red que había logrado construir desde 2002 en adelante desde el ministerio del interior al que había ascendido desde el sector energético contando con el apoyo de otro líder bajo sospecha, el ex vicepresidente Zeng Qinghong, llegamos a la recta final de un proceso caracterizado hasta ahora por la opacidad más absoluta comúnmente asociada a los habituales secretos a voces de la política china.
Los reproches contra Zhou Yongkang se relacionan no solo con la corrupción. Nos podríamos encontrar ante una nueva edición del caso Bo Xilai, con muertos de por medio, evidenciando nuevamente la deriva criminal al máximo nivel del poder político en China por parte de quienes se sienten partícipes de una impunidad hasta ahora prácticamente incuestionable. Zhou apoyó en los primeros momentos a Bo asumiendo directamente el control de la seguridad en Chongqing. Diversos rumores lo involucran en un intento de golpe de Estado contra Hu Jintao para influir en la sucesión acordada en el XVIII Congreso del PCCh (2012). No es del todo descartable que Zhou sea sometido a un proceso público como el de Bo Xilai.
Su segura liquidación tiene consecuencias en los equilibrios internos en detrimento de los clanes más conservadores y en el avance de la reforma, especialmente en cuanto atañe a poner coto a las feudalidades instaladas en los grandes monopolios públicos, sobre todo en el ámbito industrial y energético.
La medida culmina un largo recorrido iniciado en diciembre de 2012 con una fuerte campaña contra la corrupción en Sichuan, donde fue número 1 del Partido. En esta provincia, numerosos cuadros y empresarios afines a Zhou fueron arrestados. Más tarde, fue el turno de altos dirigentes de varias empresas petroleras, culminando en mayo del pasado año con la expulsión del número dos de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, Liu Tienan, y un poco después de Jiang Jiemin, responsable de la comisión de activos estatales.
La acción contra Zhou Yongkang, número 9 del PCCh con Hu Jintao, reafirma la reputación de un decidido secretario general Xi Jinping, quien refuerza una vez más su credibilidad interna desoyendo a quienes le advierten que va demasiado alto, demasiado de prisa y demasiado fuerte. Tras Zhou, otros ex miembros del Comité Permanente del Buró Político podrían engrosar la lista de bajas. Ello podría tensar la situación interna del PCCh hasta el punto de afectar a la cohesión política.
Por otra parte, da un impulso no solo a la lucha contra la corrupción sino a la reforma en los sectores públicos de la economía desmintiendo la existencia de hipotéticas diferencias en la cumbre. El anuncio simultáneo de la convocatoria de una nueva sesión plenaria del Comité Central para octubre tras las recientes giras por provincias de los máximos líderes del país, presagian un esfuerzo acrecentado por desencallar la aplicación de unas reformas que no avanzan al ritmo deseado. La recuperación del orden ético interno quedaría así asociada al impulso de la reforma que lidera Li Keqiang, reforzando la solidaridad política entre ambos en lugar de abrir espacio a sus hipotéticas divergencias.