Días atrás se me dio por contar las veces que se citaba a Xi Jinping en un texto de la agencia oficial china: 28 veces en poco más de tres páginas. Y no es solo el número sino el tono, siempre en medio de elogios excesivos que suenan a otra época. Puede que eso tenga alguna efectividad en China –cosa que dudo- pero es seguro que provoca sonrojo, desconcierto y descrédito en el exterior. La propaganda china involuciona.
Quienes admiramos China, su gente y su cultura, quienes reconocemos el progreso que el país experimentó en las últimas décadas, quienes podemos llegar a comprender ciertas singularidades de la política china, no salimos del asombro de este burdo giro en la propaganda oficial, en curso en los últimos tiempos y ahora se diría incluso que progresivamente desbocada. Flaco favor le están haciendo a Xi Jinping; a no ser que algunos pretendan destruir su credibilidad a base de elevarlo al desmedido cielo burocrático.
El Xi visionario, el Xi que irradia luz como un sol incandescente, el Xi siempre al pie del cañón, el Xi más sacrificado que nadie, el Xi próximo a la gente humilde, el Xi que acapara todos los focos, el Xi que todo lo sabe y que todo lo entiende, etc. es un Xi artificioso. Puede que tal proceder, muy alejado de la sofisticación que hoy requiere la propaganda, un arte mayor, sea del agrado de ciertas huestes en Zhongnanhai pero si lo que buscan es efectividad, mejor comunicación con el exterior, transmitir sinceridad, ganar simpatía, etc., si no cambian de estilo, van mal encaminados. Muy mal.
Probablemente Xi, como todo su equipo, puede hacer gala de méritos (y deméritos) en su gestión sin necesidad de recurrir a una exaltación que rezuma una adulación tan burda como acrítica. Ojalá recuperen la sensatez.
La sociedad china ha cambiado mucho en los últimos tiempos. A cualquiera con dos dedos de frente esta operación exageradamente exaltadora le debe chirriar en los oídos. Incluso a quienes por imperativo de obediencia jerárquica no le queda más remedio que recrearse en estos panegíricos sin sentido. Ni ellos mismos, probablemente, se creerán lo que escriben. Imagino que extrañarán otros tiempos más normales, no tan lejanos, en los que parecía ganar terreno el compromiso de la información con una realidad menos edulcorada.
Con Xi hasta en la sopa, no crean que el mensaje de una mayor apertura al exterior, de una mejor y más efectiva comunicación con el mundo, va a llegar más fácilmente. Al contrario, aumentará la preocupación por el rumbo político del país despertando inquietud donde antes había una relativa empatía.
En las lianghui que ahora se inician podemos asistir a un verdadero carnaval de epítetos zalameros. Una auténtica carrera de halagos desproporcionados. Expresiones de una lealtad mal entendida.
Terencio, el pensador romano, decía “Callan: es alabanza suficiente”.