Del 26 al 29 de junio se celebró en Beijing el congreso de la Liga de la Juventud Comunista (LJC). He Junke fue elegido primer secretario. Los estatutos fueron revisados para incorporar el xiísmo en la guía de acción de la organización. Todo en orden, salvo la atmosfera reinante.
La LJC es una organización de masas que cuenta en la actualidad con 81 millones de miembros (el PCCh ronda los 90 millones), con edades que mayormente oscilan entre los 14 y 30 años, con una fuerte presencia en el mundo estudiantil que arranca ya en el bachillerato para completarse en la universidad.
Desde su fundación, la Liga ha desempeñado un papel principal de vivero de los diferentes clanes o grupos de poder afirmándose como una pieza esencial en la conformación de la elite política china. Con ella se asocia, por ejemplo, la facción de los tuanpai que actualmente personifica el primer ministro Li Keqiang, pero también el viceprimer ministro Han Zheng, muy próximo en tiempos a Jiang Zemin, procede de la Liga.
La llegada de Xi Jinping ha supuesto para la Liga no pocos quebraderos de cabeza. Xi se afanó en reconducir y limitar su papel en una estrategia que no pocos señalan como complementaria de la marginación general de los tuanpai en el liderazgo del Partido y del país. Y lo hizo sin contemplaciones, empezando por un presupuesto que fue reducido de forma considerable, a menos de la mitad. En agosto de 2016, un dictamen de la poderosa Comisión Central de Control Disciplinario, que lideraba entonces el actual vicepresidente Wang Qishan, blindó los argumentos al condenar su orientación, elitismo y métodos de trabajo.
El congreso celebrado estos días atrás culminó esa operación de reorientación y pérdida de relevancia política. La Liga quedó equiparada a efectos prácticos a cualquier otra organización de masas, poniendo fin a una diferenciación aristocrática que siempre jugó en su beneficio. Los primeros secretarios de la Liga, por ejemplo, acostumbraban a desempeñar como secretarios del PCCh en sus nuevos destinos o como vicegobernadores en provincias. Ahora tendrán que empezar desde más abajo.
Sin aludir expresamente a la Liga y coincidiendo con la clausura del congreso, el Buró Político del PCCh aprobaba alternativamente un documento sobre cómo identificar, capacitar y seleccionar funcionarios jóvenes sobresalientes para cumplir con los requisitos de la “nueva era”, estableciendo una práctica estandarizada y regular que reduzca la significación de la Liga en este importante aspecto. La otrora influyente Liga veía confirmada su pérdida de peso en la burocracia oficial para transformarse en un mero agente difusor de “energía positiva” en el espacio virtual, sirviendo a los cánones propagandísticos que saturan los medios chinos.
En un encuentro posterior al congreso con el nuevo núcleo de duro de la organización, Xi Jinping les instó a tener ideales y a trabajar con responsabilidad para realizar el sueño chino. A partir de ahora, la antaño elite burocrática juvenil derivará en una amplia red de voluntarios que multiplicará su activismo para privilegiar la propagación política en las redes sociales con menos espacio para el entretenimiento. Un sistema de créditos que dependerá de la evaluación de su trabajo establecerá un elenco de recompensas diversas, contantes y sonantes.
A fin de cuentas, lo que Xi quiere de la LJC es contar con una abundante reserva de voluntarios que impregne de dinamismo y lealtad las políticas del PCCh en el seno de la juventud china.