China vive un importante momento de inflexión de su proceso de reforma y apertura. Al cambio en el modelo de desarrollo económico se suma un claro propósito de culminar la construcción de una sociedad acomodada que debe plasmar el objetivo de la justicia social. Ambos procesos son paralelos, complementarios y necesarios para alcanzar el logro de la modernización y la revitalización del país, ese sueño chino largamente acariciado. Igualmente, este afán tiene como horizonte inevitable la mejora de la gobernanza. Y no puede ser de otra manera.
En efecto, en las últimas décadas, China ha recorrido un largo trecho de su transformación abundando en un sello propio sin por ello dejar de absorber las lecciones y enseñanzas que la experiencia exterior pudiera aportarle para propiciar el salto anhelado en su desarrollo. En el orden político, a día de hoy, esa singularidad reflejada en la búsqueda de un camino propio enfrenta el reto de mejorar la capacidad de gobierno y administración de los asuntos públicos. Es un reto universal pues también otras sociedades, por ejemplo en Europa, encaran profundos desafíos en este aspecto ya que los síntomas de retroceso y la acumulación de déficits diversos alejan cualquier disponibilidad de fórmulas infalibles. Además, dadas las características del sistema político chino se exigen soluciones adaptadas a las condiciones locales aunque también se deban tener en cuenta las experiencias internacionales.
El actual liderazgo chino dispuso desde el primer momento de nuevos conceptos e ideas para sintetizar los esfuerzos y orientar la dirección principal de las reformas con la máxima presente de propiciar un acercamiento mayor entre gobernantes y gobernados, con aportaciones singulares que pueden suponer nuevas contribuciones al humanismo científico, del que China, históricamente, ha sido uno de sus focos originales. De esas nuevas ideas y estrategias, destacaría por su trascendencia el valor del Estado de Derecho. China tiene en su haber una larguísima y notable tradición legal pero se debe reconocer igualmente la existencia histórica de una resistencia a la codificación. Puede decirse que la regla del derecho sucumbió a la regla de la equidad.
El Estado de Derecho que promueve el PCCh tiene el potencial suficiente para trascender la homologación que tantas veces se exige de la innovación política china, no siempre bien comprendida. Por el contrario, sin merma de la debida ponderación de la trayectoria occidental en este campo, cabe partir de la historia del derecho de su propio país, tan desconocida en el exterior, para enriquecer la regla universal.
La defensa de la vitalidad constitucional y la necesidad de elevar la conciencia constitucional de los ciudadanos afianzando el criterio de administrar el país según la ley representa una máxima esencial para edificar un sistema político con diseño de alto nivel. El fortalecimiento de la legislación y el fomento de una cultura jurídica que extienda los derechos cívicos, aporte garantías y someta el poder a esa jaula de regulaciones invocada por el presidente Xi Jinping favorecerá la consolidación de una gobernanza democrática y la modernización de las buenas prácticas de gobierno a todos los niveles.
El renovado papel de la Constitución y la ley, el Estado de derecho, la independencia e imparcialidad judicial, sustantivan el ritmo de transformación del sistema político chino. Dichos conceptos, a pesar de las diferencias existentes con los regímenes políticos de Occidente, están presentes también en la vida política occidental y en ese sentido puede advertirse, en una primera aproximación, síntomas evidentes de una homologación conceptual. No obstante, esa homologación debe instarse desde el respeto a la diversidad, es decir, atendiendo a la necesidad de tener en cuenta la tradición cultural propia de cada país y a las singularidades de su sistema político, con independencia de que evoluciones posteriores señalen hipotéticos acercamientos.
Así concebido, el derecho debe ser instrumento de humanización con impacto en la ciudadanía y en la burocracia pero alejado de cualquier sentimiento de superioridad que no pocos albergan respecto al valor superior de una determinada tradición política o jurídica.
El fomento de una cultura cívica basada en la ley y en su respeto, obligando a todos por igual, refuerza el principio básico de equidad y su implementación facilita el tránsito del mero reconocimiento formal de derechos a garantizar su práctica efectiva. Este recorrido no es fácil ni rápido pero la persistencia en dicha vía resulta indispensable para mejorar y modernizar la gobernanza e introducir patrones éticos que ayuden a resolver de forma pacífica y racional las contradicciones inevitables y propias de las sociedades modernas.
El Estado de Derecho es el magma que puede consolidar el respeto a la autoridad trascendiendo el arte de la persuasión, tan cultivado desde muy antiguo en la vida china y proveyendo de una nueva arquitectura para la cohesión social. En China, esta propuesta debe ser capaz de evocar la mezcla de la tradición propia ilustrada y la preocupación por no quedarse al margen de las principales tendencias internacionales. Esa prudente síntesis requiere complementariamente del fomento de una participación cívica que debe trascender su condición de objeto para ser sujeto del cambio cultural y político que sugiere esa apuesta por el buen gobierno para conformar una sociedad justa y recta.
Asimismo, puede facilitar modelos de gobernanza más abiertos, con políticas públicas que afiancen la transparencia y la lucha contra la corrupción, modelando ideas, intereses e instituciones que funcionen a modo de incentivos para la conformación de un estilo de administración propio. Así las cosas, el énfasis en los avances en esta etapa de la reforma china no se limitaría al plano industrial o científico, ambos necesarios, sino también a aquilatar nuevas tendencias en el desarrollo político del país revalidando las capacidades autóctonas para resolver con enfoques propios los retos planteados. Esto no solo aumentará el nivel interno de autoconfianza sino también agrandará la repercusión mundial de dichas innovaciones.