El artículo del primer ministro Wen Jiabao publicado en Renmin Ribao el jueves 15 de abril, coincidiendo con un nuevo aniversario de la muerte de Hu Yaobang (1989), no es un hecho del todo novedoso ya que, desde 2005, el actual equipo dirigente ha promovido cierto reconocimiento del líder considerado más “liberal” del tiempo de la reforma, reemplazado a instancias de Deng Xiaoping en la secretaría general del PCCh en enero de 1987 por Zhao Ziyang, defenestrado este último dos años después a consecuencia de los sucesos de Tiananmen en 1989, iniciados precisamente con el tributo de los estudiantes congregados en la plaza a quien simbolizaba, ante todo, la integridad política. Hu Yaobang, además, fue considerado un simbolo de la apertura no solo económica, sino también política, apostando en todo momento por una evolución prudente del régimen.
La actual evocación de Hu Yaobang pudiera responder, en primer lugar, a la necesidad de dar satisfacción a quienes, en el entorno del PCCh, reclaman acciones más decididas en favor de su dignificación pública. En segundo lugar, conlleva un mensaje político de compromiso con la misma honestidad, pese a que los interminables casos de corrupción lo ponen seriamente en entredicho. Las evocaciones de Wen en su texto evitan las facetas polémicas de Hu y aluden, sobre todo, a ese compromiso ético y a la proximidad con la gente humilde y sus problemas, reivindicando su forma de hacer política.
No obstante, la identificación entre el discurso político de Hu Yaobang y el actual equipo dirigente se antoja problemática. Nadie puede dudar del interés mostrado por el tándem Hu-Wen en erradicar la corrupción ni en incorporar un rostro más social al proceso de reforma. Sin embargo, tanto en uno como en otro campo, sus resultados son más bien modestos, evidenciando ineficiencia e incapacidad para trascender con todo su poder, que no es poco, los muros internos que impiden que su política se haga realidad.
Por otra parte, frente al liberalismo de Hu Yaobang, hoy prima el conservadurismo institucional y a pesar de las continuas loas a la democratización, los avances registrados en este dominio en los últimos años, aun constatando la existencia de mayores espacios para el ejercicio de ciertas libertades, son escasos y contradictorios, primando la rigidez política. Muy probablemente, si el actual Comité Permanente del Buró Político secundara las posiciones de Hu Yaobang en materia de nacionalidades minoritarias, los conflictos en Tibet o Xinjiang podrían revestir otra naturaleza.
¿Es Hu Yaobang el referente político con el que se identifica el actual colectivo dirigente del PCCh o simplemente trata de amortiguar su pérdida de popularidad valiéndose del capital político que aun tiene el difunto? Todo parece sugerir que nos hallamos, una vez más, ante otra simple operación de imagen.
En la ceremonia celebrada el 18 de noviembre de 2005, que dio inicio a la onda de reconocimiento de Hu Yaobang, Hu Jintao no estuvo presente, si lo estaba Wen, pero quien ofreció el discurso fue el entonces vicepresidente Zeng Qinghong, a quien dificilmente puede calificarse de “liberal”. Esa composición parece revelar el consenso de la actual dirección política, con clara inclinación al populismo, pero rechazando cualquier asunción profunda del ideario de Hu Yaobang.
El mensaje que encierra el texto de Wen Jiabao expresa la preocupación por la creciente quiebra de la legitimidad del PCCh ante la ciudadanía, incapaz de impregnar de una ética aceptable a sus funcionarios y con dificultades para reparar el descontento social generado por la exacerbación de las desigualdades. En ningún caso puede considerarse el anticipo de una hipotética relectura de lo acontecido en Tiananmen en 1989.
Quienes reclaman mayor rapidez en el proceso de reforma política, encontrarán en el texto de Wen Jiabao la relativa “comprensión” con sus planteamientos pero, una vez más, la incapacidad también para llevarlos a buen puerto.