Conforme el PCCh más se aleja del momento fundacional (Shanghái, 1 de julio de 1921), más importancia parece conceder a la actualización y compromiso con sus objetivos iniciales. Es esta una particular forma de evolución que no deja de insistir en mirar atrás.
La principal campaña interna que desarrolla en la actualidad el PCCh tiene como leitmotiv el “permanecer fieles a nuestra misión fundadora”. Se trata de infundir en su militancia (superada ya la cifra de 90 millones de miembros) la idea de “conservar las aspiraciones fundacionales y tener bien presente su misión para garantizar la gobernación durante largo tiempo” al frente de los destinos de China. La clave para ello residiría en no perder de vista que el objetivo histórico de la revitalización de la nación debe ir en paralelo a la mejora del bienestar de la sociedad china.
En una reciente sesión de estudio del Buró Político, Xi Jinping hizo un llamamiento a profundizar la auto-reforma del Partido en la nueva época, evolucionando con los tiempos pero consciente de su condición determinante para preservar la estabilidad política, una omnipotencia que solo puede implementarse desde la cohesión ideológica del proyecto, reforzada con una intensificación de los mensajes doctrinales.
A dos años de conmemorar el primer centenario del PCCh, Xi sigue liderando una vasta operación interna de centralización y unificación del partido bajo su condición de “núcleo” y fomentando en torno a él la maximización de las lealtades en todos los escalones vitales de la estructura partidaria y gubernamental.
Desde 2012, Xi ha impulsado una singular renovación de la faz del PCCh, desarrollando una activa política de higienización interna (contra la corrupción) pero igualmente acentuando un liderazgo personalista que ha supuesto el práctico abandono de la dirección colectiva y la multiplicación de sus redes de apoyo. El regreso de un notorio culto en torno a su persona con el argumento de que la nueva era exige un liderazgo más fuerte se ha traducido en la configuración de un riesgoso escenario en el cual Xi, liberado de toda crítica, establece una diferenciación cada vez más pronunciada respecto a los demás dirigentes del Partido, una brecha que se amplía.
Hoy el PCCh puede presumir de su abultada militancia, de su amplia presencia y capacidad de gestión en todos los eslabones del poder en el sistema chino, del vigor de un estilo leninista actualizado que en su proceder actúa como una maquinaria de signo paramilitar y hasta de la articulación de innovaciones teóricas nada desdeñables. La apariencia abunda en la imagen de una robustez envidiable y, sin embargo, las fragilidades y fricciones políticas subsisten como expresión de la duda última sobre la idoneidad para sostener su proyecto en un contexto de multiplicación de las tensiones globales. Y locales.