China no organiza una parada militar solo con motivo del 70 aniversario del final de la II Guerra Mundial sino que dicho aniversario es el argumento para reivindicar su papel en la derrota de Japón y, sobre todo, para denunciar el discurso revisionista de Shinzo Abe y reclamar el respeto del orden surgido de aquella contienda. En el marco de esta conmemoración, el debate histórico y político han puesto de manifiesto nuevamente las diferencias entre Japón y sus países vecinos como Corea del Sur, China y otros, víctimas de una agresión que al liberalismo derechista de Abe parece costarle reconocer, a diferencia de lo ocurrido con otros antecesores suyos como Tomiichi Murayama (1995) o Junichiro Koizumi (2005). Asimismo, frente al intento de patrimonialización de la victoria frente a los fascismos por parte de las potencias occidentales, China, con Rusia, recuerda sus varios millones de muertos entre 1937 y 1945.
La demostración militar viene precedida de una declaración institucional del primer ministro nipón que ha sabido a poco a sus vecinos, reiterando discrepancias en torno al reconocimiento de hechos contrastados como la masacre de Nanjing o el uso y abuso de esclavas sexuales por parte de las tropas ocupantes. Pese a sus múltiples sinsabores, aquella guerra es recordada hoy como la primera victoria total contra las invasiones extranjeras en la historia de la China contemporánea tras el derrumbe del imperio en el siglo XIX ante las cañoneras occidentales y niponas y que desembocaron en los tratados desiguales y la afrenta de Shimonoseki.
En sus casi tres años en el cargo, Shinzo Abe impulsa denodadamente la flexibilización de las normas para la exportación de armas, el incremento del gasto militar o la erosión de la Constitución con una ley de seguridad nacional que apunta a una remilitarización del país como expresión de “normalidad”, sorteando paso a paso, en connivencia con EEUU, las limitaciones impuestas tras la derrota de 1945. La pregunta que todos ahora se hacen es si existe riesgo de que la remilitarización de Japón conduzca al renacer de su pasado militarista… Este desarrollo de los acontecimientos, al que China tampoco es ajena, está provocando el auge de una carrera armamentista en la zona. La declaración de Abe fue seguida de unas maniobras navales ruso-chinas en el mar de Japón, las segundas de su tipo este año tras las llevadas a cabo en el Mediterráneo en mayo. A la negativa de Beijing, sustentada en su renovado poderío económico-militar, a pasar por nuevas “humillaciones”, se suma la alianza Washington-Tokio para socavar su creciente influencia.
En otro orden, la conmemoración también brinda una singular muestra de la disputa sobre el papel de nacionalistas y comunistas en la guerra antijaponesa, dando lugar no solo a una celebración por separado en el continente y Taiwan (a donde huyeron las tropas nacionalistas en 1949), contrariamente a lo planeado inicialmente por Beijing, sino a reproches mutuos que dan cuenta del distanciamiento entre los dos lados del Estrecho. Frente al papel “esencial” reivindicado por el PCCh para lograr la derrota de los invasores, el KMT le atribuye una significación secundaria en la victoria. El 70 aniversario se convierte así en un factor añadido de polémica entre las dos orillas del Estrecho, con el telón de fondo de las provocadoras palabras del ex presidente taiwanés Lee Teng-hui quien se deshizo en elogios a Japón ante los diputados de la Dieta nipona para mayor irritación de sus adversarios. Todo un misil a la línea de flotación del nacionalismo pan-chino. Unos 30.000 taiwaneses enrolados en las tropas niponas durante la guerra son recordados también en el santuario Yasukuni, junto a varios criminales de guerra japoneses.
La demostración llega, por otra parte, en un momento de convulsiones en el ejército chino, sometido a una dura campaña anticorrupción. Xi Jinping apura la supresión de aquellas prácticas que minan la capacidad operativa y la cohesión ideológica de unas fuerzas armadas cuya primera función es preservar la hegemonía del PCCh, desoyendo los llamados a su “nacionalización” y a la “neutralidad” política. Tras la defenestración de destacados líderes militares como Xu Caihou o Guo Boxiong, más de una treintena de altos mandos están bajo investigación mientras las redes mafiosas intermedias parecen condenadas a la desarticulación. Una imagen que no da para festejos.
En un contexto de incremento de las disputas territoriales y marítimas con otros países y el aumento de los factores que afectan a la seguridad estatal, esta demostración militar, a pocos días de una nueva cumbre entre Obama y Xi Jinping, da cuenta de la profundidad de las reservas que cuestionan el pacifismo como característica de la emergencia de Asia-Pacífico como nuevo motor económico del planeta.