El hecho de que el producto interno bruto PIB de China se multplicara por 18 veces desde 1979, hasta ubicar al país como segunda economía del mundo, ha hecho que Occidente le reconozca a China una alta cuota de éxito, pero sólo en el terreno de la reforma económica, aduciendo que ésta marcha a la zaga en cuanto a cambios políticos.
Durante los últimos 20 a 30 años, han emergido lo que pudiera calificarse de tres modelos de reforma en los países socialistas, a saber:
1. «Modelo de reforma conservadora,» cuando el estatus político no cambia, pero se transforman algunas estructuras económicas,
2. «Modelo de las reformas radicales», que remecen en lo fundamental las estructuras políticas y económicas;
3. «Modelo de reformas moderadas,”, al cual se adhiere China, implica una transformación a gran escala del sistema económico y cambios relativamente pequeños en la estructura política» Las reformas en el régimen político son el principal vehículo en el cual viajan las transformaciones de la economía, con el fin de mejorar el bienestar. Entre estos tres modelos, el chino ha sido con mucho el más exitoso. Confiada en evitar conflictos insolubles, China experimenta un acelerado crecimiento, a la vez que pugna por conseguir un mejor nivel de vida en general.
Todos los que estamos al tanto de los entresijos del sistema político chino, sabemos que para abandonar el viejo estamento político y el sistema de economía centralizada, a la República Popular China no le quedaba otra salida que acogerse a la reforma política, ya que el anterior sistema implicaba la indivisibilidad entre política y economía. A tal tenor, el Estado se arrogaba el derecho a controlar las compañías y a fundir en una misma entidad gobierno y administración empresarial, o a declarar la colectivización del campo.
China ha dado numerosos pasos en el sendero del cambio político, colocando como brújula el empeño en pro de la transformación económica, la mejora del nivel de desarrollo y el bienestar de la sociedad. El país se ha movido en esa dirección mucho más de lo que el mundo es capaz de reconocer, sólo que se ha aplicado a los cambios con una alta dosis de sabiduría y paciencia, sin apresurarse en adoptar medidas que conduzcan a la desestabilización social o a la atomización del país. Estos males, según atestigua la historia, afectaron a los países donde se aplicó la reforma política radical.
Algunas personas carentes de visión de mundo niegan esta realidad, empeñadas en admitir en exclusiva los beneficios del modelo político de Occidente. Todo lo que no coincida con ese modelo, y su versión de democracia, carece de voluntad de cambio político. El día que sepan aquiltar en toda su dimensión las transformaciones del aparato estatal chino, que responde en esencia a las características propias del país, podrían quedar admirados de cuánto ha avanzado nuestro país en el sendero de la reforma de su estructura política.
(Autor: Zhang Weiwei, profesor de la Escuela de Diplomacia y Relaciones Internacionales de Ginebra e investigador del Instituto «Primavera y Otoño»)
(Pueblo en Línea)
31/03/2011