En China se construyeron colosales obras a lo largo de su historia. La Gran Muralla nos lo recuerda. En la China de hoy se siguen construyendo infraestructuras como instrumento de propaganda del régimen y del renacido orgullo del pueblo chino.
Para celebrar el 90º aniversario de la fundación del Partido Comunista Chino, el presidente Hu Jintao abrió el 1 de julio de 2011 un puente de 36,48 kilómetros sobre el mar, el más largo del mundo. Conecta la ciudad costera de Quingdao con el área de Huangdao, en la bahía de Jiazhou. Superó por poco al construido en la bahía de Hangzhou, de 36 km. Y las grandes ciudades chinas compiten para levantar el rascacielos más alto del país. Shanghai cuenta con unos 50 de más de 200 metros y la Shanghai Tower con sus previstos 632 m. en 2014 superará a sus dos torres vecinas: el World Financial Center de 492 m. y la Jinmao Tower de 420 m.
La inversión estatal en infraestructuras no cesa. El Estado-Partido concedió cuantiosos créditos a los Gobiernos Provinciales y Locales y a las empresas públicas estatales para financiar ambiciosos proyectos, como la extensión de las redes de ferrocarriles y autopistas del país. El 30 de diciembre de 2012 se abrieron nuevos tramos del metro de Pekín. Cuenta con 16 líneas que suman 442 kilómetros que convierten la capital china en la ciudad con la red de metro más extensa del mundo, superando a Londres (402 Km), Seúl (406 km.) y Shanghai (425 Km).
China cuenta con la mayor red de trenes de alta velocidad del mundo que ya conectan las grandes ciudades costeras y estas con otras del centro del país. La primera línea Pekín-Tianjin se abrió en 2008. Hoy tiene casi 10.000 Km. En 2020 la red podría sumar unos 50.000 km. El 30 de junio de 2011 empezó a operar el TAV Pekín-Shangai en 4,48 horas. Y se puede viajar entre Guangzhou y Wuhan en 3 horas a una media de 313 km. por hora. Y el 26 de diciembre de 2012 se inauguró la línea Pekín-Cantón, la más larga del mundo, que cubre los 2.298 kilómetros en solo ocho horas. Lo más importante: al principio, las empresas chinas se valieron de la cooperación de empresas extranjeras como Alstom, Siemens y Kawasaki. Se beneficiaron de su tecnología. Hoy, presumen que terminaron la línea Pekín-Cantón utilizando solo con tecnología propia. E incluso las dos grandes empresas chinas, China North Railway (CNR) y China South Railway (CSR), ya compiten con otras empresas extranjeras para suscribir los contratos para construir los TAV proyectados en otros países emergentes como Turquía, Brasil y Sudáfrica. También Corea del Sur quiere exportar su último prototipo de TAV, construido con tecnología coreana por Hyundai-Rotem.
Pero las grandes obras tienen un grave impacto medioambiental como el provocado por la construcción de la presa de las Tres Gargantas en el río Yangtsé en el corazón del país. Además, China pasó a ser en 2010 el primer consumidor mundial de energía, superando a EEUU. Es, desde 2006, el primer emisor mundial de dióxido de carbono. Pekín sabe que su actual modelo de crecimiento es insostenible. El 12º Plan Quinquenal (2011-2015) prevé corregirlo impulsando una estrategia “verde” que mejore el control y la eficiencia energética. El Gobierno está cerrando miles de fábricas obsoletas, muy contaminantes.
Los retos medioambientales son enormes y los logros aún escasos en un país que cuenta con 13 de las 20 ciudades más contaminadas del mundo. Y el aumento de la población provoca una disminución de las tierras de regadío engullidas por la acelerada urbanización así como una sobreexplotación de las capas freáticas y del agua disponible para saciar la sed de los casi 700 millones de chinos que habitaban en las zonas urbanas a finales de 2012. Y China es el primer mercado automovilístico mundial que congestiona el tráfico en Pekín, Shanghai y en las grandes ciudades chinas.
El mundo no podría aguantar 2.600 millones de chinos e indios consumiendo, derrochando energía y contaminando tal como sigue haciendo Occidente. Sin embargo, China reproduce el comportamiento de Occidente que arranca con la revolución industrial, importando masivamente recursos naturales para proseguir con su rápido crecimiento económico. Además, la situación mundial empeorará si no se alcanzan acuerdos internacionales más concretos e inmediatamente aplicables a nivel global. Los fracasos de las Cumbres de Durban en 2011 y de Doha en 2012, no despertan demasiadas esperanzas cara el futuro. China se defiende argumentando que no se le puede exigir las mismas condiciones que a los países avanzados. Se excusa en que es aún un país en vías de desarrollo. Pero la raíz del problema no está en China.