El 13º Plan quinquenal 2016-2020 acordado el 29 de octubre por el 5º Plenario del Comité Central del PCCh prevé que la economía china crezca un 6,5% anual durante los próximos cinco años. Pero la desaceleración económica es un proceso controlado por las autoridades chinas. Se proponen modificar un modelo de desarrollo basado en el sector manufacturero exportador y las inversiones industriales, infraestructuras e inmobiliarias por otro que priorice el consumo interno y un sector servicios más competitivo, también más abierto a las inversiones extranjeras. Se apostará por la calidad del crecimiento en vez de la cantidad.
China seguirá siendo una de las grandes fábricas del mundo. Se le sumará India, el otro gigante asiático. La segunda economía mundial transita desde un sistema basado en los bajos costes laborales a otro que priorice la producción de alto valor añadido con el uso intensivo de las mejores tecnologías, la innovación, la economía verde, etc. Las empresas chinas apuestan por dar “el gran salto tecnológico” para competir globalmente con las grandes marcas extranjeras, principalmente estadounidenses, europeas, japonesas, surcoreanas y taiwanesas, que operan dentro y fuera de China. En las últimas décadas, las empresas chinas lograron adquirir o hacerse, gradual y sigilosamente, con la sofisticada tecnología y equipos de comunicación occidentales, sobretodo europeas. Hoy muchas empresas occidentales siguen afrontando el espionaje industrial de los hackers chinos.
Pero, en todo caso, China aprende mucho y rápido. Ya invierte en I+D el 2% del PIB. Y cuenta con grandes empresas innovadoras. Destacan Huawei y ZTE en el sector de las telecomunicaciones y Baidu, Alibaba y Tencent que operan en Internet. La lista sería muy larga. Y se convertirá en una firme defensora de los Derechos de la Propiedad Industrial e Intelectual cuando sus grandes empresas multinacionales consigan ser líderes tecnológicas mundiales. Y un aviso: el 2 de noviembre fue presentado en Shanghái, el avión civil C919 llamado a rivalizar con Boeing y Airbus en el sector aeronáutico mundial. Y Siemens conoce bien los trenes de alta velocidad “made in China” que enlazan las grandes ciudades del país.
China sigue la senda antes recorrida por los modelos industriales de Japón, Corea del Sur y Taiwán, hoy convertidos en países tecnológicamente muy avanzados. Pero el coloso chino goza de una gran baza: el potencial de consumo de un enorme mercado interior de 1.350 millones de personas, el 55% en las áreas urbanas. El consumo interno que representa solo el 40% del PIB, subirá a la par con los salarios. En los países de la OCDE, llega al 60%. Y a más renta disponible mayor consumo por parte de las clases altas y medias que hoy también emergen en las provincias del centro y oeste del país. Pero cabrá superar una barrera cultural: los chinos tienden a ahorrar hasta un 30% de lo que ganan para prever futuras necesidades sociales que el Estado aún no cubre. La renta per cápita china se sitúa hoy en unos 7.800 dólares. El 13º Plan ambiciona alcanzar los 15.000 dólares en 2021, año del centenario de la fundación del PCCh.
Pekín modificará su política demográfica autorizando a las parejas tener hasta dos hijos. El rápido envejecimiento de la población está disminuyendo desde 2012 la mano de obra disponible. Pero muchos puestos de trabajo ya son reemplazados por robots y máquinas. Los costes laborales suben rápidamente y las empresas, tras hacer cuentas, deciden invertir en robots. Sobre todo las multinacionales del automóvil que no deslocalizan sus factorías en China porque es su principal mercado de ventas mundial. El proceso de robotización industrial empezó en las áreas de Pekín, Zhejiang, Shanghái y Cantón. Ahora avanza en las ciudades industriales del interior. La taiwanesa Foxconn, proveedora de Apple, robotizará el 30% de su producción en China en cinco años. Y las máquinas también entran aceleradamente en el sector servicios y los nuevos empleos requieren una mayor especialización.
Estas transformaciones son impulsadas principalmente por la iniciativa privada. El sector privado es hoy más emprendedor, productivo, competitivo, innovador, eficiente y creador de empleo cualificado que las grandes empresas públicas (SOES) poco eficientes, altamente endeudadas y demasiado encorsetadas por sus estrechos nexos políticos con el Estado-PCCh.
La rápida transición china desde una economía en desarrollo a otra avanzada e innovadora constituye una gran oportunidad para las empresas españolas y catalanas. Sobre todo para los sectores medioambiental, sanitario, turismo, alimentación, bienes de equipo. China es un mercado difícil. Pero en una economía globalizada ya no quedan mercados fáciles. El éxito o el fracaso depende de que los empresarios y los profesionales tenga o no, un buen conocimiento de la realidad económica, social y cultural de cada mercado. Y en China se requiere mucho esfuerzo y persistencia. Los buenos resultados suelen alcanzarse a medio y largo plazo.