China y el futuro de las materias primas Alfredo Toro Hardy es diplomático y escritor venezolano

In Análisis, Sociedad by Xulio Ríos

Cada año se extraen o cultivan sesenta millardos de toneladas de materias primas, representando no sólo el torrente sanguíneo de los procesos fabriles, sino creando las bases para los desarrollos de infraestructura y urbanización. Ello, en adición, a alimentar al mundo. Es cierto que se han logrado avances sustanciales para permitir generar mayor valor económico, utilizando una cantidad cada vez menor cantidad de materias primas. En efecto, cada dólar de PIB utiliza hoy un tercio menos de materias primas que a comienzos de la década del ochenta (“Global Commodity Chains and Global Value Chains”, Oxford Encyclopedia of International Studies). Sin embargo, esta mejor utilización de los recursos naturales posibilitada por la tecnología, se ha visto más que compensada por el aumento de la población mundial y, muy particularmente, por el gigantesco crecimiento experimentado por las clases medias asiáticas. 

         Los recursos naturales se vieron particularmente beneficiados durante el llamado super ciclo de los commodities, el cual se manifestó entre comienzos de milenio y el año 2013. De acuerdo al Fondo Monetario Internacional, únicamente entre 2002 y 2006 el índice general de precios de los recursos naturales, a nivel global, experimentó un incremento de 60% en términos reales. Ello, excluyendo las áreas del petróleo y los metales, donde el crecimiento alcanzó 150 y 180 por ciento, respectivamente. Dicho aumento tuvo nombre y apellido: China. Por el contrario, durante las cinco décadas precedentes al crecimiento desmesurado experimentado por la economía china, a partir del 2000, el precio de las materias primas había venido cayendo a una tasa anual del 1,6% (Bernardo Kosacoff y Sebastián Campanario, “La Revalorizacion de las Materias Primas y sus Efectos en América Latina”, Santiago de Chile, CEPAL, 2007).

         A pesar de que el super ciclo referido llegó a su fin en 2013, cuando China decidió reorientar sus prioridades económicas hacia el crecimiento doméstico y no hacia la exportación, nuevos períodos de altos precios podrían volver a emerger. El proyecto de Un Cinturón y Un Camino, también impulsado por China, estaría en capacidad de constituirse en el propulsor de un nuevo ciclo de altos precios en los recursos naturales. Este mega proyecto comprende dos rutas: una terrestre (la ruta de la seda) y una marítima (la ruta de la seda marítima) y prevé la construcción de autopistas, vías férreas, oleoductos, gasoductos, puertos y puertos industriales. La ruta terrestre irá desde Lianyungang en China hasta Rotterdam en Holanda, mientrasla marítima partirá de Quanzhou en China para concluir en Venecia. La iniciativa del Cinturón y El Camino combinará varios corredores terrestres y marítimos que unirán a Asia Central, el Sudeste Asiático, el Oeste de Asia, el Océano Índico, el Cuerno de África, el Mar Arábico, el Golfo Pérsico, el Medio Oriente, el Mar Rojo, el Mar Mediterráneo y Europa Occidental, Central y del Este. En definitiva, países que comprenden 65 por ciento de la población mundial se verán atravesados por esta gigantesca red de infraestructuras.

         Sin embargo, más allá del Cinturón y El Camino, China tiene por delante un ambicioso proceso de desarrollo de urbanización e infraestructuras. Mientras las zonas costeras de ese país alcanzaron ya su madurez económica, quedan aún por desarrollar inmensas áreas interiores. Se proyecta que en las próximas dos décadas trescientos millones de personas, que actualmente habitan en el campo, habrán de ser movidas a nuevas ciudades. No en balde Joseph Stiglitz ha dicho que los dos grandes motores de crecimiento económico, en las próximas décadas, serán la innovación tecnológica y el proceso de urbanización en China. De acuerdo al McKinsey Global Institute se espera que más de 100 ciudades nuevas habrán de emerger en China (Richard Dobbs, et al., “Urban World: Mapping the Economic Power of Cities”, 2011). La combinación del Cinturón y El Camino y la urbanización en China puede demandar ingentes cantidades de materias primas que, indudablemente dispararán los precios de éstas. Eso sin contar con la expansión de la clase media en Asia, que está prevista a representar el 80 por ciento del crecimiento de las clases medias en el mundo, así como la tasa de urbanización en ese mismo continente que será del 53 por ciento de la global, absorbiendo alrededor de 1,4 millardos de nuevos seres humanos (Sergio Bitar, “Global Trends and the Future of Latin America”, Washington D.C., Inter-American Dialogue, December 2013).

         Sin embargo, mientras este futuro brillante se abre ante las materias primas, otro paralelo representado por la sustitución creciente de recursos naturales se proyecta simultáneamente en el horizonte. Este último, producto de la innovación tecnológica, puede echar por tierra muchas de las esperanzas planteadas para los productores de materias primas. La interacción dinámica entre estas dos fuerzas contrapuestas marcará las próximas décadas. De un lado Asia, con particular referencia al impulso propiciado por China, y del otro la Cuarta Revolución Industrial. China, desde luego, no está ausente de esta revolución, siendo por el contrario una de sus grandes protagonistas. No obstante, la dimisión poblacional de China y su doble condición de país desarrollado y en desarrollo, la obliga a un juego plural en el que encuentran cabida tanto las materias primas convencionales como la innovación tecnológica de punta.