La irrupción de la nueva epidemia de coronavirus pilló por sorpresa a los máximos dirigentes chinos, de gira de inspección por varias provincias. La alerta alteró inevitablemente su agenda y la de millones de chinos que se aprestaban a disfrutar de sus días de fiesta más preciados. El brote de la neumonía todavía se halla en la etapa temprana y es comprensible la preocupación por su evolución. En el nuevo Año de la Rata, ¿se convertirá el nuevo coronavirus en una especie de ratonera para el Partido Comunista de China?
El PCCh ha tomado las riendas de la crisis. Primero fue la comisión central de asuntos políticos y jurídicos poniendo en guardia a los funcionarios del Partido y del gobierno contra la tentación de disimular la gravedad de la situación. Tras la crisis del SARS de 2003, se ha comprendido que la opacidad constituye un error mayúsculo que no hace sino agravar el problema. La oportuna, precisa y transparente información parece haberse instituido como norma en este caso. Después, el Comité Permanente del Buró Político emitió la consigna del control del nuevo coronavirus como la prioridad máxima sobre cualquier otro asunto.
Al desafío de salud pública que supone enfrentar una crisis de estas proporciones en un país, a pesar de todo, en vías de desarrollo, con una cifra de muertos que ya supera el centenar y miles de afectados, al PCCh se le suma igualmente un desafío político. La preservación de la estabilidad social sigue siendo una prioridad. Al desconcierto del primer momento le siguieron las críticas por la lentitud de la reacción inicial. Las autoridades han sido expeditivas e implacables en la adopción de medidas enérgicas y sin precedentes y esto las ha acallado. Al menos, por ahora.
Sin opción a titubeos, el PCCh tensiona los músculos para demostrar su invencibilidad. Lejos de amilanarse, la consigna apunta a dar la vuelta la crisis, convirtiéndola en una demostración palpable de su aptitud para encarar los más graves retos, cualquiera que estos sean. Un mensaje dirigido tanto a la sociedad china como al resto del mundo, incluso en el orden científico, con exhibición de capacidad y competencia para hallar respuestas rápidas, en otro tiempo quizá imposible. China aun no se puede comparar con Occidente en muchos parámetros pero ya quisiera Occidente poder disponer de su capacidad para yugular una crisis de estas proporciones, sugiere Xi Jinping. Ese convencimiento inspira el proceder del PCCh en estas horas difíciles, una invocación a ese nacionalismo que cierra filas pero que no puede pasar por alto que esta es la segunda vez que ocurre. No puede haber una tercera.
Este es un año de gran importancia para el PCCh. En 2021 celebrará el primer centenario de su fundación. Quería presentar al mundo un país en estado de revista. Su máxima aspiración es proclamar a los cuatro vientos que ha logrado hacer de China una sociedad próspera y acomodada, un país respetado en el mundo. Pero mucho va a depender de cómo salga de esta.