Hubo un tiempo en China cuando a los trabajadores emigrantes se les calificaba de “flujo oculto” (mang liu) o “vagabundos” (liu min).
Cuando estas personas se mudaban de las áreas rurales a las urbanas, en busca de una vida mejor, se les solía considerar despectivamente como trabajadores emigrados que luchaban sin objetivo por la supervivencia y que generaban muchos problemas a las ciudades.
Hoy, cuando la población migratoria ha llegado a 211 millones, China se enorgullece de ser un país donde el libre flujo de trabajadores está evitando el estancamiento económico, a la par que transforma la sociedad.
Según indica el más reciente informe publicado por la Comisión Nacional de Población y Planificación Familiar, el segmento poblacional migratorio compone hasta el 16 por ciento del total nacional, y se espera que se duplique en las próximas tres a cuatro décadas.
Los efectos de gran envergadura de las sucesivas y constantes oleadas de nómadas son evidentes en muchos aspectos de la vida: continúan impulsando cambios en el modelo de crecimiento de China, sostienen el interés público en la justicia social y la eficacia administrativa y estimulan la reforma del sistema de permiso residencial (hukou).
A pesar del vasto impacto, las implicaciones de la acelerada movilidad no son siempre positivas.
Afortunadamente, la migración masiva de China no ha dado lugar a barrios indigentes, como los que se ven con frecuencia en la India o Brasil. Tampoco ha originado masas de indigentes.
El ritmo migratorio ha sido siempre manejado con cuidado, de modo que responda a las condiciones económicas y sociales de China. La interacción entre las políticas de inclusión urbana y las oleadas de trabajadores emigrantes ha dado lugar a numerosos milagros urbanos que sorprenden al mundo.
En las últimas tres décadas, la población migratoria se ha ampliado en 50 veces, y millones de trabajadores han ganado más opciones para explorar su potencial, así como más oportunidades para la liberación y el desarrollo.
El camino futuro de China será sin duda alguna desigual.
Su crecimiento sostenible se vincula a la posibilidad de que se construyan más centros económicos urbanos, capaces de atraer y absorber a más nómadas, de satisfacer sus necesidades y lidiar con los problemas relacionados con la migración.
Se precisa asimismo de una buena dosis de comprensión y visión políticas para abordar los numerosos problemas que se derivan de la cada vez mayor brecha entre el índice de migración y el ritmo de crecimiento de la infraestructura, las leyes y las regulaciones.
¿Cómo puede China reducir al mínimo los efectos negativos de la migración y hacer que la misma alimente el crecimiento sostenible?
¿Cómo pueden los políticos tratar la creciente disparidad entre los residentes urbanos y rurales, y mejorar la calidad de vida de los nómadas?
No hay respuestas fáciles a estas preguntas. Encontrar soluciones factibles será una prueba definitiva para la dirección política del país. (Pueblo en línea)
29/06/2010