El Mayo chino Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

In Análisis, Sociedad by Xulio Ríos

El primer centenario del Movimiento del 4 de Mayo de 1919 fue recordado y celebrado por el PCCh como el punto de arranque de su propia constitución en 1921, es decir, apenas dos años más tarde, a instancias de algunos de aquellos intelectuales que protagonizaron la movilización en defensa de la dignidad del país, entre los cuales se encontraban figuras clave como Li Dazhao o Chen Duxiu. También el KMT de Sun Yat-sen vio en el movimiento una oportunidad para afianzar sus credenciales revolucionarias. Ambas formaciones protagonizarían la China del siglo XX.

Fue entonces el momento de una cierta emergencia de la sociedad civil, especialmente en el ámbito urbano, y de la mano de los estudiantes y las contadas clases medias,  cuando las ansias de modernización en todos los órdenes abrigaban la ilusión del despertar del país. Su primer frente consistía en impedir la reiteración de  humillaciones por parte de las potencias imperialistas. El movimiento logró trascender las enormes frustraciones acumuladas desde los Tratados Desiguales que aun proyectan su sombra hasta hoy día.

La complacencia del Gobierno de Beiyang (1912-28) en la Conferencia de París, aceptando las concesiones impuestas a los negociadores desencadenó entonces una ola de indignación colectiva. El Japón que había intentado establecer un protectorado sobre China en 1915 con sus “21 Demandas” accedía por el Tratado de Versalles a las ex concesiones alemanas de la provincia de Shandong. Y eso que China estaba del lado de los vencedores…. El sentimiento anti-japonés, tan presente en la sociedad china aun hoy, encuentra aquí uno de sus fundamentos menos sospechosos.

Como cabría esperar, Xi Jinping barrió para casa. Para una casa en la que China y el PCCh se antojan expresión de lo mismo. La invocación al patriotismo (amor al país, al PCCh y al socialismo) es parte discursiva inseparable de la referida a un sueño chino de revitalización nacional que pocos ejemplos más oportunos que este puede encontrar en su historia moderna.

Al igual que aquel M4M simbolizó un punto de inflexión para la transformación progresiva del país a pocos años de la liquidación del sistema feudal, con el movimiento estudiantil y Tiananmen como referentes simbólicos, el PCCh aspira a que aquel espíritu de vanguardia y de compromiso con los ideales nacionales impregne su ejercicio del poder.

“Salvar a China” fue la consigna de aquel momento. La tentación de reflexionar sobre lo que hoy significa dicho convite fue resuelta por Xi Jinping en su discurso conmemorativo apelando a la juventud, a los valores morales correctos, al marxismo, y al liderazgo del PCCh. “Salvar a China” hoy día es sinónimo de búsqueda de la independencia, el desarrollo y el progreso del pueblo chino.

La China de Xi se encuentra a años luz de la China de 1919. Su protagonismo y relevancia internacional no ofrecen duda y cualquier atisbo de vergüenza e incapacidad ha desaparecido de la gestión de sus intereses globales. No obstante, como bien saben los funcionarios que arduamente negocian el acuerdo comercial con EEUU, el exceso de confianza puede pasar una abultada factura más pronto que tarde.

Por el contrario, el ímpetu y la autonomía de aquella sociedad civil que lideró un movimiento tan beneficioso para el futuro del país representa la mayor de las ausencias, sumergida en una retórica de lealtad que todo sacrifica en el altar de la modernización soñada.