El respeto a la vida es la mejor garantía para la seguridad en las escuelas

In Noticias, Sociedad by PSTBS12378sxedeOPCH

La reciente ola de asaltos sangrientos contra escolares chinos ha traído por consecuencia un justificado incremento de la seguridad en las escuelas y la inclusión del tema en el orden del día político de China.


A la vez que se impulsan diversas medidas para reforzar la seguridad, la garantía fundamental a la seguridad deriva del valor social que se otorgue a la vida humana.

Los motivos detrás de las tragedias escolares son similares: Los atacantes desesperados se sintieron impelidos por el deseo de exhibir su descontento vengándose de la sociedad.

 

Zheng Minsheng, que fue ejecutado el 28 de abril por matar a puñaladas a ocho niños y herir a otros cinco en la provincia oriental de Fujian, mencionó ante el tribunal la frustración enorme que sufrió después de numerosos fracasos sentimentales y reveses laborales. Dijo que se sintió “forzado a matar después de ser perseguido por otros”.

 

Lo que sí queda en claro es que estos horribles ataques han activado la preocupación por las tensiones sociales que se producen hoy en China, en momentos en que el país atraviesa por un período de transición. En consecuencia, es más necesario que nunca que el Gobierno plante cara a la brecha que cada vez más separa a los ricos de los pobres, y ponga coto efectivo a la corrupción.

 

Pero bajo cualquier circunstancia, la presión social nunca justifica el ensañamiento con vidas inocentes.

 

La presión es inevitable en cualquier país. Dada la intensidad de la competencia por recursos sociales limitados, la cotidianidad suele estar acompañada de constantes frustraciones.

 

Incluso en Japón, conocido tradicionalmente por su seguridad, se pueden citar numerosos casos de violencia. Por ejemplo, la tragedia de la escuela primaria de Ikeda en 2001, cuando ocho niños resultaron asesinados y otros 15 heridos por un individuo desquiciado que buscaba su revancha contra la sociedad.

 

Un ejemplo aún más dramáctico fue el del ingeniero estadounidense de apariencia amable que estrelló su aeroplano en un acto desesperado contra una edificio de la oficina impositiva estatal en febrero, en EEUU.

 

Las presiones y la desorientación que viene aparejada con ella también aumentan cada día en China. Las últimas tres décadas han atestiguado una velocidad asombrosa en el desarrollo económico y social, a la par de un ritmo de vida cada vez más estresante.

 

Pero hay una tendencia alarmante entre las reacciones hacia las tragedias escolares de China.

 

Algunos medios informativos han restado importancia a la responsabilidad de los atacantes preguntándose, “¿Qué anda mal en nuestra sociedad?” Algunos medios de comunicación occidentales incluso han buscado amplificar las tensiones sociales de China, argumentando que la injusticia social es la razón detrás del odio de los criminales.

 

Culpar a la sociedad por la violencia que los frustrados han ejercido contra las escuelas no puede tener efectos edificantes. No ayudará a que cada ciudadano se sienta responsable ante la sociedad al hacer frente a las tensiones de la vida diaria. Tampoco contribuirá a identificar las causas reales de estas tensiones. Más bien propiciará una perversa justificación al hecho de imponer la violencia a otros como forma de aliviar presiones.

 

Una sociedad que disfruta de prosperidad económica no puede sostenerse sobre un vacío moral. Es preciso que se alcen voces estentóreas capaces de condenar a los criminales que se ensañan en el grupo social más indefenso y vulnerable.

 

Cualquier misericordia para tales criminales mostraría una indiferencia inaceptable hacia la vida y la justicia. (Pueblo en Línea)

 

07/05/2010