El Primer Ministro de China Li Keqiang ha venido insistiendo en su ambicioso proyecto de trasladar a cuatrocientos millones de habitantes del campo a las ciudades en la próxima década. El costo estimado de ese proceso asciende a más de cien millardos de dólares al año y se estima que una planificación detallada del mismo será presentada en la plenaria del Decimo Octavo Comité Central del Partido Comunista en noviembre próximo ( China Daily, 8 septiembre 2013).
Dicho proceso de urbanización ha sido objeto de la atención privilegiada de los planificadores chinos desde el 2005. Ya en esa época se contemplaba una reconfiguración de los ejes de desarrollo de los deltas de los ríos Perla y Yangtze, creando una super región que penetraría en profundidad los espacios interiores del país (Oxford Analytica, 15 de diciembre 2005). Desde ese entonces la idea ha sido la de hacer surgir cientos de nuevas ciudades lejos de las zonas costeras donde se agrupa la mayoría de la actual población urbana.
Tal como señalaba Peh Shing Huei: “Más y más ciudades chinas irán creciendo en tamaño durante la próxima década…Ello aplicará sobre todo a media docena de ciudades que alcanzarán el rango de mega ciudades, un calificativo que en China aplica a centros urbanos de más de diez millones de habitantes y áreas de construcción de más de 500 kilómetros cuadrados. Estos aspirantes al rango de mega ciudades se encuentran localizados en los espacios interiores del país, alejados de las zonas costeras. Estas ciudades se unirán al club de los seis gigantes urbanos cercanos a la costa. De acuerdo a los planificadores urbanos chinos estas futuras mega ciudades responden al objetivo de lograr que mil millones de personas vivan en ciudades en 2030, frente a los seiscientos y tantos millones que lo hacen hoy en día” (“More megacities for China”, The Straits Time, 1 de octubre, 2011).
Uno de los retos fundamentales de proceso anterior será el dar solución al sistema de registro urbano que se remonta a los años cincuenta, conocido como “hukou”. De acuerdo al mismo los residentes de zonas rurales que migran a las ciudades son virtuales ciudadanos de segunda, no teniendo acceso a los beneficios sociales de los que disfrutan los habitantes urbanos. Tal legislación, cuyo objeto era evitar que los habitantes del campo desbordaran las ciudades, resulta insostenible a la luz del proceso de urbanización en marcha. En la actualidad se estima que un cuarto de los habitantes en las principales ciudades del país carecen del debido registro.
Los analistas coinciden, sin embargo, en que una reforma que conceda status urbano a quienes migran a las ciudades puede generar un salto cuántico en los niveles de consumo. De acuerdo a James McGregor del “Yale Center for the Study of Globalization”: “La reforma del sistema ‘hukou’ podría transformar a 10 millones de trabajadores que migran anualmente del campo a las ciudades en una nueva ola de consumidores urbanos, dando forma a un nuevo mercado cuya magnitud sin precedentes daría un fuerte empujón a la economía global” (“Threat posed by China’s state-owned firms”, The Straits Times, 13 octubre 2012).
El proceso de urbanización, asociado de manera natural al incremento del consumo, resulta junto a aquel una de las dos claves para mantener altas las tasas de crecimiento económico en China.