El Año del Mono se inició en China el pasado 8 de febrero y promete una agenda repleta de asuntos de gran interés y trascendencia. En primer lugar, en el orden económico, en el cual, tras un convulso Año de la Cabra, la transición hacia el nuevo modelo de desarrollo que pilotan los actuales dirigentes ofrecerá una más que probable dosis acusada de moderación del crecimiento para acelerar, en compensación, las transformaciones estructurales que potencien el consumo, los servicios, los ajustes en materia industrial, social, ambiental, etc.
La contracción de los indicadores económicos, aunque prevista incluso por los planificadores, reforzará las dudas externas e internas sobre la habilidad del primer ministro Li Keqiang para lidiar con tantos y contradictorios balances procurando evitar una erosión sustancial de la confianza en el futuro de la importantísima maquinaria económica del país y, a la vez, motor del mundo.
La progresión en la reforma del sector público, en la reducción de la deuda tóxica y en las finanzas en general y en concreto la evolución del yuan y la apertura de la cuenta de capital o el ámbito inmobiliario serán objeto de particular seguimiento.
El ejercicio será clave también para conocer más en detalle los lineamientos contenidos en el XIII Plan Quinquenal, a aprobar el mes de marzo próximo, que debe garantizar los fundamentos necesarios para conseguir el objetivo cifrado en el XVIII Congreso del Partido Comunista: de aquí a 2020 duplicar el valor del PIB y de la renta per cápita con relación a 2010. No será nada fácil pero buena parte de los argumentos del éxito radicarán en la gestión de este ejercicio.
En el orden político, el Estado de derecho seguirá connotando la reforma si bien cada día es más evidente que el afán normativizador discurre en paralelo a un ejercicio de cierre de filas disciplinario y de reactivación desorbitada de la censura. La lucha contra la corrupción seguirá presente tanto en lo que atañe al fortalecimiento de sus capacidades y autonomía como en el alargamiento de la singular nómina de afectados, ya sean “tigres” o “moscas” en el peculiar lenguaje político chino. Las tensiones territoriales tendrán dos referentes principales: Xinjiang, en el oeste del país, con la persistencia del desafío uigur; y Taiwan, que estrenará liderazgo soberanista en mayo próximo, pasando a un segundo plano la preocupación por Hong Kong, que no disipará fácilmente tras el rechazo de la reforma electoral el pasado año.
Un gran impulso a la urbanización, favoreciendo la integración de los migrantes en las ciudades medias, estará al orden del día, sin descartarse tensiones importantes en la capacidad de los propios gobiernos locales para responder a tamaña empresa: entre 2010 y 2025 debe integrarse a unos 300 millones de personas, a quienes habrá que prestar servicios equiparables a los ya residentes en materia de vivienda, salud, educación, etc.
En materia exterior, en lo económico, es la hora de consolidar nuevos impulsos en proyectos estrella como la Franja y la Ruta de la Seda, generosamente dotados en términos financieros, y de observar los pasos de nuevas entidades como el BAII (Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras) o el NBD (Nuevo Banco de Desarrollo) de los BRICS, creadas en un tiempo récord. También deberían finalizar este año las negociaciones para la firma de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, siglas en inglés), la respuesta china al TPP promovido por EEUU.
En lo estratégico, podemos esperar una intensificación de la proyección china en todos los escenarios de interés, ya sea a nivel de conflictos, regional o internacional, afirmando sus ambiciones de nueva potencia. En los mares contiguos, frente al apaciguamiento de las tensiones con Japón, no es previsible una moderación sustancial de los apetitos manifestados en relación al caliente mar de China meridional. En materia de seguridad, la gran reforma de los ejércitos, la mayor desde 1950 y orientada a mejorar ostensiblemente la capacidad de las fuerzas armadas para ganar guerras, podría llegar a suponer un valor añadido de preocupación en la región.