China tiene básicamente dos grandes problemas demográficos: el envejecimiento de la población y la diferencia entre el nacimiento de varones y hembras, graves fenómenos que afectarán al país en el futuro inmediato.
En efecto, la población china envejece con mayor rapidez que con la que se enriquece. Esto no tiene antecedentes históricos y sus implicaciones son impredecibles. En agosto de 2012, el ministerio de Educación informaba del cierre de más de 13.600 escuelas primarias en todo el país. Entre 2011 y 2012, el número de alumnos de primaria y secundaria descendió de casi 150 millones a 145 millones. Entre 2002 y 2012, el número de alumnos matriculados en la escuela primaria descendió casi un 20%. Además del descenso de la natalidad debe citarse el aumento de la esperanza de vida (de 65 años en 1973 se pasó a 73,5 en 2010)
El censo de 2010 (1) confirmó la entrada de China en un periodo de natalidad baja. El crecimiento promedio anual en la primera década del siglo XXI fue del 0,57%, frente al 1,07% de la década anterior (en 1960, la tasa de natalidad era de 6 hijos por cada mujer). La estructura demográfica que revela dicho censo es la siguiente:
– Entre 0 y 14 años, 16,6% de la población.
– Entre 15 y 59 años, 70,14% de la población.
– Mayores de 60 años, 13,26% de la población (los mayores de 65 años supondrían el 8,87% del total).
Cabe señalar que el primer grupo (de 0 a 14 años) se ha reducido respecto al censo del año 2000 en 6,29 puntos.
En cuanto al desequilibrio de géneros, partiendo de los datos consignados en dicho censo, los hombres representan el 51,27% de los chinos, mientras que las mujeres son el 48,73%. En la actualidad, según los datos oficiales, por cada 100 mujeres nacen 118,06 hombres, una cifra que supone un aumento de 1,2 puntos respecto a finales del año 2000 (en provincias como Jiangxi, Guangdong, Anhui o Henan, la proporción puede llegar a 100:130). El origen de este problema está directamente relacionado con la predilección tradicional de las familias chinas por los hijos varones, agravada por la política de un solo hijo que derivó en el aborto selectivo al averiguar que el sexo del feto era femenino. Solo en los últimos años se han tomado medidas serias para combatir este fenómeno. La preferencia por el varón obedece tanto a razones de fuerza laboral como al linaje, la herencia y al hecho de que la mujer al casarse asume la obligación de cuidar a la familia del marido. Las estimaciones señalan que entre 2000 y 2021 habrá un total de 23,5 millones más de jóvenes chinos que de jóvenes chinas. El número de hombres en la franja de 15-49 años superará en 40-50 millones al de mujeres en la misma franja de edad hacia el año 2050.
Los hombres “sobrantes” se enfrentan a la difícil tarea de encontrar pareja en un contexto que podría activar los crímenes de corte sexual como los matrimonios forzosos, la venta de mujeres con finalidades matrimoniales, el auge de la prostitución, el tráfico desde los países vecinos (especialmente Vietnam y entre las comunidades chinas).
Un hecho en la sombra que podría aliviar esta presión es el volumen de niñas no registradas. En algunos casos, en el campo, las familias no declaran el nacimiento de sus hijas con el fin de intentar un nuevo embarazo en busca del varón. Se ignora la magnitud numérica de las mujeres no censadas.
Las medidas barajadas por el gobierno para afrontar esta tendencia son básicamente dos. De una parte, relajar la política del hijo único en un intento de incrementar la tasa de fertilidad. De otra, aumentar la edad legal de jubilación de 55 a 60 años para las mujeres y de 60 a 65 años para los hombres. Está por ver sin embargo que cambios tan largamente reclamados como el fin de la política del hijo único tenga algún efecto apreciable en el crecimiento de la población china, especialmente por el rápido aumento del coste de la vida y de la educación en muchas ciudades, que desaniman a las parejas que no cuentan con suficientes recursos para criar un segundo hijo. Por otra parte, el retraso en la edad de jubilación enfrenta una tenaz oposición de importantes sectores profesionales, incluidos los funcionarios, y puede agravar la crisis de empleo hoy en niveles controlados.
El tercer problema
Un tercer problema es la población flotante que el último censo cifra en más de 261 millones de personas, con un aumento del 81,03% en la primera década del nuevo siglo. El término evoca la situación de aquellas personas que viven en las grandes ciudades pero conservan su empadronamiento en el lugar de origen. El fenómeno ha acompañado el proceso de desarrollo chino de las últimas décadas aportando una ingente mano de obra barata, pero trabajar en las nuevas fábricas o en la construcción no conlleva el derecho de residencia por lo que los emigrantes del campo no tienen derecho de acceso al sistema de salud u otros servicios públicos básicos.
Un problema viejo
Los actuales problemas están relacionados con las políticas de control de la natalidad vigentes desde los años 70 que, en términos generales, permitían a las parejas en las ciudades tener solamente un hijo, o en el campo hasta dos, si el primer vástago era una niña. Con ello se pretendía evitar un crecimiento desmedido de la población. Si en 1950, la población china ascendía a 540 millones, en 1970 ascendía ya a 850 millones. Pero cabe recordar que desde tiempos antiguos, el imperio chino era el estado con el mayor índice de población del mundo y en los albores de la era cristiana había alcanzado los 50-60 millones de habitantes. En 1661, China contaba con más de 100 millones de personas, alcanzando los 250 millones hacia 1779 y los 300 en torno a 1800. China dobló su población en el espacio de un siglo. A mediados del siglo XIX la cifra ya ascendía a 420 millones. A esa época habría que remontarse para contextualizar el problema de la superpoblación en el gigante asiático.
Las políticas de planificación familiar en la China Popular han seguido varias direcciones. En los primeros años, Mao rechazó cualquier política de control, desmintiendo que el régimen no pudiera alimentar a la población, incluso aun creciendo esta a un ritmo elevado. La población china pasó de 541 millones en 1949 a 937 millones en 1976. Pero el debate acerca de la adopción o no de medidas de control siempre ha existido, esencialmente fundado en el temor a sus efectos en los planes de modernización del país.
La primera campaña de control data de 1954 y se basó en recomendaciones: retrasar la edad de matrimonio o espaciar el tiempo entre un hijo y el siguiente, fomentando el uso de anticonceptivos. Pero su eco fue mínimo, en gran medida porque pronto fue desechada y tildada de reaccionaria. La reducción de la población entre 1959 y 1961, pasando de 672 a 658,5 millones, está relacionada con la tragedia del Gran Salto Adelante, que se llevó por delante a millones de personas víctimas de inanición. Pese a los altibajos de la época, en los tres primeros lustros de la China Popular, la población creció en 150 millones de personas, pasando la tasa de fecundidad de la mujer china de 6,14 a 6,18 entre 1949 y 1964.
En los años 60 se llevó a cabo la segunda campaña nacional que además del matrimonio tardío incorporó la propuesta de dos hijos por pareja como modelo ideal de familia. Su resultado, en parte como consecuencia de la inestabilidad política del momento, fue igualmente pírrico y solo pasado el momento más agudo de la Revolución Cultural, en 1971 se retomó con un nuevo impulso, manteniéndose hasta 1978. La planificación familiar se consolidó entonces como una política nacional insoslayable. Los resultados fueron más evidentes, en buena medida como consecuencia de la mayor presión social ejercida para garantizar el éxito. La tasa de natalidad pasó entonces del 34,11% de 1969 a 19,91% en 1976, con una disminución de 15 puntos en solo siete años. En dicho periodo, la tasa de fecundidad pasó de 5,72 hijos por mujer a 3,24.
A finales de los años 70, con la afirmación del liderazgo de Deng Xiaoping al frente del PCCh, se introdujo una medida excepcional, la política del hijo único. La razón era evidente: si no se tomaban medidas drásticas, el fuerte crecimiento de la población condicionaría los planes de desarrollo del país. El objetivo: limitar la población a 1.200 millones en 2000; no obstante, en 1986 esta previsión se ajustaría a 1.300 millones ante la imposibilidad de alcanzar aquella cifra. La nueva política se acompañó de un catálogo de medidas persuasivas (recompensas y beneficios sociales y profesionales), de coacción y sancionadoras (multas, degradaciones…), sometiendo a una fuerte presión a los funcionarios responsables y al conjunto de la sociedad, especialmente la rural, aunque también la urbana. Solo las nacionalidades minoritarias disponían de cierta flexibilidad. De la magnitud de la campaña dan idea algunas cifras: solo en 1983 fueron esterilizadas más de 16 millones de mujeres y más de 4 millones de hombres; en cuanto a los abortos, se pasó de menos de 9 millones en 1981 a más de 14 millones en 1983. Aun así, el índice real de crecimiento de la población entre 1984 y 1990 fue del 15,5% frente a la previsión oficial del gobierno del 12,5%. El censo de 2000 ofrecía un balance de 1.265 millones, cumpliendo con el objetivo de no superar los 1.300 millones en esa fecha.
Conclusión
La amenaza demográfica que existía en China en las últimas décadas se ha disipado. Las autoridades chinas lograron crear una administración altamente especializada en la planificación familiar dotada de capacidades para aplicar una política extrema en este aspecto. Los resultados están a la vista: de los 6,1 hijos por mujer de 1949 se ha pasado al 1,8 de la actualidad. En tal sentido, el éxito es notable. La aplicación de mano dura con una agresiva intervención del Estado, en muchos casos violando los derechos humanos fundamentales, ha asegurado el ritmo del proceso de reformas económicas impulsado por el PCCh de Deng Xiaoping.
Los problemas a los que ahora se enfrenta China son de otro porte. A los ya citados de envejecimiento y desequilibrio de géneros, habría que sumar la transformación de la estructura familiar tradicional, con factores positivos como una mayor equiparación entre marido y esposa, y otros no tanto como el exceso de protección de los hijos únicos convertidos en “pequeños emperadores” tantas veces consentidos y maleducados. Frente a la familia con un elevado número de hijos (criar hijos para cubrir las necesidades en la vejez y a mayor número de hijos mayor felicidad) y a la consigna maoísta de que “mayor población significa mayor levadura de ideas, mayor entusiasmo y mayor energía”, los núcleos familiares de hoy están marcados por el “síndrome 4-2-1”, es decir, cuatro ancianos, dos adultos y un solo vástago.
Tras las decisiones adoptadas por el PCCh en noviembre de 2013, la invitación a la relajación de la política del hijo único ha llevado a cada vez más provincias del país a promover dos hijos por pareja. No obstante, nos hallamos al inicio de un nuevo tiempo demográfico en China y cabe esperar la adopción de políticas más precisas para responder a sus desafíos actuales.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China (www.politica-china.org).
(1) Los censos demográficos en la China Popular han sido los siguientes: 1953 (583 millones), 1964 (694 millones), 1982 (1008 millones), 1990 (1133 millones) y 2000 (1265 millones).
Bibliografía
ATTANÉ, I. La planification familiale en Chine, pour ou contre la femme?: Bilan de trois décennies. París : Centre Francais sur la Population et le Dévelopement, Dossiers du CEPED n 60, 2000.
GOMA, D. No más niños!: Análisis y balance de la política china del hijo único treinta años después de su implantación. En Scripta Nova, Vol. XV, núm. 348, Universidad de Barcelona, 2011.
PENG, X. Demographic Transition: Fertility Trends in China since 1954. Oxford y Nueva York: Clarendon Press y Oxford University Press, 1991.