Si existe un fenómeno que viene siendo analizado con detalle con relación a China en los últimos años este es el de la urbanización. No en vano, a ello se han encomendado buena parte de las esperanzas de desarrollo y crecimiento del país para los próximos años.
En el año 2011, la tasa de urbanización del país ya se situaba por encima del 50%, de acuerdo con los datos del “China Urban Development Report 2011”. En todo caso, para China, lo relevante no es solo la magnitud del proceso, sino también su velocidad, ya que se prevé que para el año 2025 esa tasa de urbanización eleve en 350 millones el número de habitantes de las ciudades, hasta llegar a 1.000 millones, según estimaciones de McKinsey (“Preparing for China´s urban billion”).
Este fenómeno de la urbanización sitúa, cada vez más, a las ciudades chinas en una posición central y visible. De esta forma, muchas de las decisiones más relevantes tomadas por las autoridades chinas en los últimos meses tienen como origen o como fundamento el ordenar este proceso de urbanización para hacerlo más eficiente.
Esta posición de centralidad no solo es observable en el escenario nacional chino sino que, de la misma forma, se viene haciendo evidente en el escenario global, donde las principales urbes chinas se hacen cada vez más presentes y (a pesar de sufrir todavía de importantes debilidades) ganan en atractivo y competitividad en el mapa de las ciudades globales.
En este sentido, en un momento en que se observa la emergencia de China como segunda potencia económica mundial y con una tendencia que le llevará en el futuro a situarse como la principal economía del planeta, resulta de interés preguntarse qué lugar ocupan sus principales ciudades en el escenario de las “ciudades globales”, siguiendo la terminología de Saskia Sassen.
Para tratar de aproximarnos a una repuesta a esta pregunta, podemos identificar una serie de conclusiones del análisis de toda una serie de rankings de ciudades y del análisis de documentos de referencia sobre el posicionamiento global de las ciudades. Así:
· Las grandes ciudades chinas (Beijing y Shanghai) ocupan posiciones muy altas en la mayoría de los principales rankings de ciudades, si bien varían en base a cual sea el principal factor considerado (más alta cuando se analiza el ámbito de los negocios, más bajo si se basan en actores medioambientales o de calidad de vida). Tomando un indicador que agrupa varios parámetros, como el “2012 Global Cities Index and Emerging Cities Outlook” de AT Kearney, comprobamos como Beijing y Shanghai se encuentran entre las 25 primeras ciudades a nivel mundial, posición que algunos otros rankings mejoran sustancialmente.
· Junto a ello, las ciudades chinas presentan una tendencia claramente ascendente en cuanto a su alcance global. Así, en ese mismo análisis de AT Kearney, de entre un listado de grandes ciudades de países emergentes, Beijing, Shanghai, Chongqing, Shenzen y Guangzhou ocupaban 5 de los 6 primeros lugares y todas ellas son calificadas como ciudades “High Potential”, en el sentido de “ciudades con mayor probabilidad de mejorar en su influencia global”;
· En ese mismo sentido, su evolución y dinamismo en el tiempo es claramente favorable en los últimos años. Un análisis de PWC (“Which are the largest city economies in the world and how might this change by 2025?”) señalaba que, en el año 2008, entre las 30 mayores aglomeraciones urbanas en base al PIB estimado, solo se encontraba una ciudad china, Shanghai (puesto 25). Sin embargo, atendiendo a las estimaciones para el año 2025, ya aparecían tanto Shanghai (que pasaba al puesto 9) como Beijing (que de no estar en esa lista, saltaría al puesto 17).
· El mismo estudio señala, atendiendo al ritmo de crecimiento de las ciudades a nivel global, que se observa una clara preeminencia de las ciudades chinas. Así, del listado de las 20 aglomeraciones urbanas con mayor ritmo de crecimiento en el periodo 2008-2025, 9 de ellas se situarían en China: Changchun, Guangzhou, Xi´an, Beijing, Chengdu, Shengyang, Shanghai, Tianjin y Chongqing.
· Complementariamente, según McKinsey (“Preparing for China´s urban billion”), de las 25 principales ciudades en términos de PIB en 2025, 7 serían chinas: Shanghai (3), Beijing (5), Shenzhen (10), Tianjin (11), Chongqing (17), Guangzhou (19) y Hong Kong (25). Aunque ninguna de ellas aparecería en el ranking de PIB per capita, si atendemos al ranking en base al ritmo de crecimiento del PIB, las ciudades chinas pasan a ser 13, estando 9 de ellas situadas en los 10 primeros puestos del ranking (liderarían Shanghai y Beijing).
Esa presencia de las ciudades chinas en los rankings no es, por tanto, más que la constatación de su creciente influencia global. China es un país que cuenta cada vez más en la escena internacional y ello se refleja, de la misma forma, en el atractivo de sus ciudades.
En el caso chino, un factor diferencial frente al resto de países (algunos de los cuales, como Reino Unido, Francia o Japón cuentan con ciudades que se sitúan en posiciones de liderazgo en los rankings), es el que es el único país con un número amplio de ciudades consideradas como tan influyentes. Eso hace que el potencial de cooperación interurbano dentro de China sea un factor de enorme importancia para el país.
Este dinámico posicionamiento de las ciudades chinas en la escala global no es sino el reflejo de su creciente relevancia económica y política. En términos económicos, variables como el PIB, el volumen de exportaciones o la atracción de capital extranjero en ciudades como Beijing o Shanghai superan los valores de esas mismas magnitudes en algunos países de la UE. También en el ámbito económico, el importante entramado de empresas públicas dependientes del poder local, la relevancia de su propio mercado local dado su peso demográfico, o la trascendencia de algunos proyectos (como puede ser en la actualidad el de la zona de libre cambio de Shanghai) hacen que el atractivo de estas ciudades sea obvio y que lo vaya a seguir siendo en el futuro.
Ese dinamismo y atractivo creciente de las ciudades chinas se traduce en un incremento de su reputación y reconocimiento, lo que las convierte, por un lado, en actores potencialmente muy útiles para colaborar en el despliegue de la diplomacia publica china y, por otro lado, en objetivos muy codiciados a los ojos de otras ciudades, organizaciones, corporaciones e, incluso, países extranjeros que ven en ellas actores clave para conseguir penetrar con más fuerza en China.
No podemos dejar de señalar el efecto que sobre ello ha tenido la celebración en algunas ciudades chinas de eventos y acontecimientos de alcance mundial, en especial los Juegos Olímpicos Beijing 2008 y la Exposición Universal Shanghai 2010.
Estos dos eventos (junto con otros como los Juegos Asiáticos de Guangzhou 2010, por ejemplo) se constituyeron en auténticos ejercicios de diplomacia pública. En ellos se ponía a la ciudad en el centro de toda la atención, demandando, a su vez, de la misma y de su Ayuntamiento, un enorme despliegue de medios y recursos para colaborar en ese esfuerzo colectivo que consistía en mostrar al mundo la fortaleza y las capacidades de China.
En cualquier caso, cuando se habla de lo urbano en China, las conclusiones no pueden venir condicionadas por la mera interpretación de unos datos. El análisis de estos debe ser realizado, a su vez, teniendo muy presentes los graves problemas y los grandes retos que, en el ámbito urbano, tiene China. Algunos aspectos como el deterioro medioambiental, por ejemplo tan solo un ejemplo, pueden ser capaces de lastrar el atractivo que sus ciudades tienen cuando solo se consideran factores de tipo económico o de negocios.
En conclusión, la observación de estos rankings nos muestra, con claridad, la creciente competitividad de las grandes ciudades chinas. Pero ello no nos debe ocultar que, en el caso chino, los problemas y retos que afronta el país (deterioro medioambiental, desigualdades, movilidad, precios de la vivienda, etc.) se hacen más graves cuando se toman a escala urbana.
Por ello, la articulación de las respuestas adecuadas para los problemas urbanos en China es urgente sino se quiere hipotecar, no solo el desarrollo de sus grandes ciudades sino, más aún, el del conjunto del país.