La falacia del historiador, China y el coronavirus Fernando Prieto es historiador especializado en Asia Oriental y máster en Economía y Negocios de China e India.

In Análisis, Sociedad by Xulio Ríos

El historiador estadounidense David Hackett Fischer, en su artículo Las falacias del historiador, describió los fallos más comunes que comenten los historiadores, enumerando una serie de falacias que pueden extrapolarse a otros sectores.

En la conocida como falacia del post hoc, el autor refleja que es aquella idea errónea en la que “si un suceso B ocurrió después de un suceso A, ocurrió por causa del suceso A”. Nos encontramos ante uno de los errores más comunes a la hora de realizar análisis históricos, al igual que es un recurso recurrente en numerosos artículos periodísticos o discursos políticos. El análisis de sucesos a posteriori, dando por supuesto que todos los sujetos disponían de la misma información que la persona que realiza dicho análisis tiempo después, es o bien un ejercicio que distorsiona la realidad o una herramienta que responde a intereses espurios.

La pandemia del coronavirus (Covid-19) mantiene en vilo a todo el planeta y sus efectos nos avocan a la mayor crisis global desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Pese a que el primer brote del virus tuvo lugar en la República Popular China, actualmente el foco principal del virus se encuentra en Europa y se expande con gran velocidad por el continente americano. A nivel mundial los fallecimientos se cuentan con por decenas de miles y los distintos países se esfuerzan en aplicar medidas enfocadas en controlar y reducir la expansión del citado virus mientras contienen la respiración a la espera de la ansiada vacuna. Es precisamente en esta situación de incertidumbre y dolor ante un enemigo invisible donde surge el terreno más fértil para encontrar respuestas dicotómicas y simples a problemas de una complejidad enorme.

Son numerosas las voces que desde distintos ámbitos han responsabilizado a las autoridades chinas, de forma más o menos velada, de la expansión del virus por no haber tomado las medidas pertinentes y actuar con opacidad a la hora de informar sobre los avances, las cifras de contagiados y las de fallecidos.

Hagamos una breve reconstrucción de los hechos desde que se detectó el brote del virus en Wuhan, capital de la provincia de Hubei, para comprender si las críticas a las autoridades chinas tienen una base real:

– El 31 de diciembre de 2019 la Comisión Municipal de Salud de Wuhan anunció en su página web que se habían detectado 27 casos de neumonía relacionados con el mercado de Huanan.

– El 5 de enero de 2020 un equipo de científicos descubren que se trata de un nuevo tipo de virus distinto de la gripe, el SARS (conocido en español como Síndrome Respiratorio Agudo Grave, un tipo de coronavirus que afectó al gigante asiático en 2003 y con una mortalidad mayor que la del Covid-19) o el MERS (Síndrome Respiratorio del Oriente Medio).

– El 11 de enero se hizo público el primer fallecido por el nuevo coronavirus y elevaron a 41 el número de contagiados. Unos días después, el 16 del mismo mes, se notificó que había un nuevo fallecido.

– El 20 de enero se descubrió que el virus podía transmitirse entre personas. Es importante destacar que cuando se produjo esta notificación el país se encontraba a las puertas de las vacaciones de Año Nuevo (comenzaban el 25 de enero), el mayor movimiento migratorio a nivel mundial con aproximadamente 3.000 millones de desplazamientos a nivel interno.

– El 22 de enero se anunció que a partir del día siguiente, el 23, en la ciudad de Wuhan se aplicaría una cuarentena completa. El objetivo no era otro que aislar el foco del problema para frenar su expansión. En menos de 48 horas el bloqueo se amplió a todas las ciudades de la provincia de Hubei.

– Posteriormente las autoridades decretaron el cierre de todos los centros educativos a nivel nacional (se abrió una plataforma online para garantizar que los alumnos continuaran con su formación), se ampliaron las vacaciones por el Año Nuevo hasta el 2 de febrero y se aplicaron medidas preventivas y de control en distintas ciudades como Beijing o Shanghái.

– El gobierno central chino envió más de 40.000 personas para hacer frente a la epidemia en Wuhan, además de toneladas de recursos para paliar la escasez de material sanitario y se logró construir tres hospitales en tiempo récord para aliviar la presión sobre el sistema sanitario de la provincia.

 

Estas medidas fueron criticadas inicialmente por los medios de comunicación occidentales, alegando que se trataba de medidas extremas que atacaban y recortaban las libertades civiles de los ciudadanos chinos. Semanas después, cuando la expansión del virus alcanzaba la categoría de pandemia, cambiaron el discurso y respaldaron que se tomaran medidas similares en sus respectivos países.

Con respecto a las críticas por la presunta opacidad y parsimonia de las autoridades chinas tenemos la obligación de recurrir a la falacia del post hoc para demostrar que detrás de estas acusaciones se encuentran ataques interesados y temerosos del auge de la República Popular China en el tablero geopolítico internacional.

Actualmente conocemos, y sólo semanas después de semanas de trabajo incansable por parte de los científicos chinos, que el primer caso de coronavirus tuvo lugar en noviembre de 2019. Entre el 31 de diciembre y el 20 de enero no se disponía de la información suficiente como para haber tomado medidas de mayor calado, ya que para tomarlas se precisaba aplicar el método científico y avanzar en las investigaciones para conocer en qué consistía el nuevo virus. Este trabajo, así como las medidas aplicadas por las autoridades chinas, contaron con el respaldo de la Organización Mundial de la Salud.

En cuestión de días, estos avances ofrecieron el genoma del virus y cómo penetra en las células humanas. Debido a la experiencia china y las investigaciones de sus científicos el resto de países afectados han contado con una información valiosa con la que evidentemente no contaron las autoridades chinas. Pese a lo dicho anteriormente, China fue el país que aplicó con mayor velocidad una cuarentena desde que se conoció el alcanza del virus. Si la respuesta en países europeos y americanos está siendo lenta, improvisada y plagada errores… ¿Cómo se puede exigir a China, que no contaba con la información que existe actualmente, responsabilidades por su gestión?

Como ya he comentado anteriormente, las críticas a China tienen su origen en el temor que despierta su ascenso a nivel internacional, convirtiéndose en la primera potencia económica a nivel mundial. Esta política se caracteriza por una visión a largo plazo de la que carecen las democracias occidentales, más cortoplacistas. China mantiene su compromiso con la paz internacional, el establecimiento de relaciones diplomáticas con independencia de ideologías políticas y la no injerencia en la política interior de otros países, así como el uso de la negociación como medio para resolver conflictos, rechazando la política de la cañonera, y el abandono de las alianzas excluyentes que entra en conflicto con la flexibilidad de su política exterior, lo que supone un rechazo del aislacionismo y una apuesta por la diplomacia multilateral, como demuestra su presencia en organizaciones supranacionales como la Organización de Cooperación de Shanghái o los BRICS.

Con Xi Jinping, la política exterior ha dado un paso adelante, liderando diversas iniciativas. Entre estas iniciativas a nivel global que consolidan el papel de China como un referente internacional encontramos un gran proyecto para sostener y defender un comercio mundial abierto que reduzca trabas en esta actividad y acerque a los pueblos: la Nueva Ruta de la Seda (Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda). Con esta propuesta, presentada antes del XIX Congreso del Partido Comunista de China, Xi demuestra que China pretende ser un eje central a nivel internacional, fundamentalmente cuando Estados Unidos aparenta estar retrocediendo al optar por medidas proteccionistas. Otra de estas medidas es el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, que cuenta con noventa y siete Estados afiliados (una institución financiera internacional que tiene por objetivo fomentar el desarrollo de proyectos de telecomunicaciones y transportes en diversas regiones).

En definitiva, la política exterior china apuesta sin fisuras por un mundo multipolar, renegando del famoso “fin de la historia” de Fukuyama que avanzaba la victoria final de Estados Unidos después de la Guerra Fría. El coronavirus, que tanto daño está generando en todo el mundo, está siendo usado y seguirá siendo usado como arma propagandística para evitar el ascenso chino en el tablero geopolítico internacional. La partida continúa.