Los legisladores reunidos este mes en China en su macrosesión anual han dado luz verde a la elaboración de una ley de promoción de la propiedad privada. Un anuncio esperado tras el encuentro previo mantenido por el presidente Xi con líderes empresariales y un simposio que dio cuenta del inicio de una nueva etapa en este asunto. En efecto, Xi, primero, dio carpetazo al enfoque privilegiado que en sus dos primeros mandatos marcó esta cuestión: “las empresas privadas debían salir del escenario”; en segundo lugar, reconoció las contribuciones de las empresas privadas aludiendo a la fórmula “cinco-seis-siete-ocho-nueve”: contribuyen con más del 50% de los ingresos fiscales, más del 60% del PIB, más del 70% de los logros de innovación tecnológica, más del 80% del empleo urbano y más del 90% del número total de nuevas empresas.
Fue la primera vez en siete años que Xi cortejó tan explícitamente a esas empresas. El fortalecimiento de la economía pública ha sido -y sigue siendo- una constante de la “nueva era” de Xi, apuntalando el brazo económico del Partido Comunista (PCCh). En paralelo, no ha escatimado esfuerzos para el control del sector privado, muy efectivo a través de múltiples mecanismos regulatorios y orgánicos.
Pese a todo, la economía privada es un activo boyante del modelo chino. Según fuentes oficiales, el número de empresas de este sector se quintuplicó entre 2012 y 2024. Su presencia mundial también se ha expandido: el número de empresas privadas chinas en la lista Fortune Global 500 ha aumentado a cerca de 30.
La corrección actual tiene motivaciones internas. De una parte, la imperiosa necesidad de actuar sobre el marco económico para propiciar un relanzamiento que se resiste tras los duros años de la pandemia. De otra, en lo político, un gesto hacia el denguismo. El mismo Hu Jintao zarandeado en la tribuna del XX Congreso fue quien culminó en 2007 la aprobación de un código de derechos reales que establecía un nuevo estatus para la economía no pública, cerrando catorce años de discusiones.
En un segundo plano, es inseparable del propósito de Xi de encarar con renovados ímpetus el nuevo tiempo de la contienda geoeconómica que le enfrentará a Trump y en la que en el factor tecnológico, con fuerza presencia del sector privado, embridado tras el auge regulatorio del presente lustro, debe brillar aun más. Sin él, no hay desarrollo de alta calidad, considerándosele tanto un imperativo estratégico como una necesidad para prosperar en un panorama global cada vez más complejo y competitivo. El sector privado también contribuye con más de 70 por ciento de los logros de innovación tecnológica del país.
Nadie se llame a engaño: esto no afectará al liderazgo del PCCh sobre el sector; al contrario, es probable que a las medidas institucionales, orgánicas, conceptuales y propiamente políticas se sumen otros mecanismos que garanticen la lealtad a los objetivos de desarrollo definidos con el horizonte de 2035. En los últimos años, las autoridades han ampliado el tamaño y el poder de las células del partido y sindicales dentro de estas empresas. La mayoría de los directores ejecutivos también actúan como secretarios de la célula del partido que establece las políticas de sus unidades; otros miembros de dichas células son designados por el Departamento de Organización del PCCh. Las empresas representadas en el citado simposio siguen dependiendo de estrechos vínculos con el aparato, especialmente al beneficiarse de las políticas industriales y acreditar otros requisitos. Alinearse con el poder político es también una forma eficaz de proteger sus intereses.
El Partido está tratando de gestionar dos cosas a la vez: dar mayor libertad al sector privado y mantener el control. Es un proceso muy difícil. El modelo es la provincia de Zhejiang, líder experimental en numerosos campos y también en esto. Cabe destacar que, entre los siete miembros actuales del Comité Permanente del Buró Político, tres han trabajado anteriormente en su capital Hangzhou.
Xi ha verbalizado garantías de que lo dicho ahora no será cambiado y que removerá las barreras invisibles de acceso al mercado en sectores clave, mejorará la protección inadecuada de la propiedad privada y resolverá los problemas con la implementación de las políticas de apoyo, encarando las preocupaciones sobre las cargas regulatorias. En el simposio, igualmente expresó su esperanza de que las empresas privadas “primero prosperen y luego promuevan la prosperidad común”.
Cabe imaginar que el sector privado en China, por tanto, afianzará su singularidad adaptada a un contexto peculiar. Como ocurre con el mercado, el estado de derecho o el imperio de la ley, preceptos comunes en el orden liberal de los que China no reniega pero adapta instrumental y conceptualmente. En el caso del sector privado, importa especialmente alinearlo con los intereses generales de desarrollo y también impedir que se establezca como un ámbito desafiante a las políticas oficiales.
Con un Trump ultraliberal enfrente y un desembarco significativo de empresarios en los salones de la Casa Blanca, el desenlace de la competencia entre estos dos modelos ofrece un interés añadido que incorpora un fuerte sesgo ideológico.