Disponer de un buen conocimiento sobre China es crucial para cualquier sociedad en el mundo actual dada la relevancia alcanzada por el gigante asiático en todos los planos. En las últimas décadas, en España se han recortado distancias con respecto al nivel de los países más avanzados de nuestro entorno. Ahora debe consolidar lo logrado y afrontar un cierto cambio generacional.
La China que hemos conocido unos se prodigaba en un contexto de cambios profundos que generaban simpatía y esperanza no solo interna sino también externamente. Tras la muerte de Mao, la adopción de la política de reforma y apertura suscitaba incógnitas que en un tiempo de Guerra Fría terminal, en los años ochenta, permitía pensar las cosas de otra manera.
El contacto con esa China, humilde y aún relativamente pobre y subdesarrollada, forjó un bagaje de intercambios y de experiencias humanas que ayudó a conformar una cierta visión de su proceso cuando China estaba aislada del mundo y se enfrentaba a una combinación de hostilidad, incomprensión y curiosidad por parte de Occidente.
Los participantes en ese acercamiento, propiciado por intereses diversos, desde la empresa a la academia, desempeñaron un papel indispensable y positivo en la diplomacia y los intercambios entre China y España, y también facilitaron las conexiones emocionales entre ambos pueblos que, con los años, se multiplicarían de forma exponencial.
En esa dinámica podía apreciarse una coherencia transversal que estaba en el origen del interés por China como prolongación de un cierto compromiso con ideales y valores de signo progresista que poco a poco se fueron complementando con el interés crematístico de otros, pluralizando las visiones.
La conexión emocional contribuyó a forjar redes de relaciones personales que se prolongaban más allá del ejercicio activo, sobre todo en una China donde la cultura de la veteranía aún tiene un importante eco cívico y político. Aquí es aún incipiente y frágil.
Nueva realidad, nuevas tendencias
Hoy en día, la gente tiene China mucho más a mano y puede obtener diversas experiencias e información sobre el país a través de viajes, estudios e Internet. Todo ello, no obstante, a menudo sin aquel bagaje emocional, propiciando una nueva tendencia en las percepciones mutuas que confiere una singularidad más técnica al análisis a la par que condicionado por las tendencias globales de nuestro entorno. La perspectiva de aquel otro tiempo, aconsejable para entender el presente, es percibida a través de las lecturas ya que un contacto directo es más problemático.
En las nuevas generaciones de estudiosos de China se advierte la falta de aquella experiencia personal y en su aproximación, en un país de gran complejidad, a menudo comparten una posición alejada de aquella curiosidad de quienes se acercaban al país desde posiciones progresistas con el propósito de comprender el proceso chino, especialmente en un momento que se aventuraba el colapso soviético. Los tiempos son otros pero los matices siguen siendo relevantes. Se requiere, por tanto, cultivo de la relación y perseverancia en la articulación de nuevos lazos.
Esta característica es importante porque genera un salto respecto a la capacidad de nuestros activos, ya sean académicos o de otro tipo, para lograr una comunicación con China de alto valor a partir de nuestra iniciativa. Dicha dinámica se complementa con el interés de China en abrir paso al concurso de cierta narrativa, también con menos espacio para el vínculo interpersonal de antaño.
Por lógica natural, los referentes académicos más involucrados en ese especial lazo con China, muy construido en lo personal y sentimental, el alejamiento de los medios y las plataformas sobre las que a lo largo de los años han construido su influencia, ya fuera modesta o notable, deja un hueco en esa forma de encarar el análisis y la comprensión de China.
China también ha tomado nota del cambio generacional y ha reaccionado con rapidez para desarrollar un considerable esfuerzo de cooptación para instituir actividades y, sobre todo, proyectos estructuradores que contribuyen a “orientar” los enfoques de ultramar a propósito de su proceso. Es una dinámica que, en buena medida, pasa página de las emociones y percepciones de la generación anterior y que puede condicionar la independencia de juicio y el valor de la reflexión. Aun comprendiendo la necesidad que China tiene de apoyos en estas redes para ejercer influencia en la opinión pública, un enfoque constructivo no debe confundirse con el mero auxilio propagandístico. Esto valdría igualmente para quienes se afanan en alentar el discurso contrario.
China es consciente del alto valor de estos activos. Con la generación anterior, un viaje, los contactos, etc., en un contexto de fluido limitado de la información y de una China aun periférica, podían tener un importante efecto positivo. Hoy, sin embargo, no basta para disolver o aliviar una hipotética desconfianza u hostilidad. Al contrario, presentar los avances y las mejoras, que antes generaban complacencia y hasta admiración en los interlocutores, hoy parece suscitar temor por los impactos que ello puede generar en nuestras sociedades. Las experiencias de primera mano que antaño abrían los ojos, hoy no ofrecen esas garantías.
El nuevo estatus de China coincide con un relevo generacional en el ámbito de los estudios sobre el país. Nos hallamos ante una etapa nueva, con otro equilibrio de poder con Occidente. La estructura disponible para propiciar el entendimiento mutuo tiene también el reto de no solo valerse del conocimiento técnico, que ha mejorado notablemente, especialmente en España, sino de crear lazos personales que a todos los niveles contribuyan a alejar sospechas, generar confianza y facilitar la comprensión recíproca.