Apenas un mes después de se publicaran detalles del escándalo por la carne de cerdo contaminada en el Grupo Shaunghui, se detectó la presencia de un aditivo ilegal en los panecillos al vapor vendidos en varios supermercados de Shanghai. El alcalde de la urbe ha ordenado una investigación del caso.
Pero a nadie se le ocurrió que ése sería el último escándalo vinculado a la seguridad de los alimentos en China. De los vegetales contaminados a la leche con melamina, los problemas del sector no han dejado de aparecer de continuo en la prensa. Algunos incluso han generado problemas diplomáticos, como el caso de los ravioles venenosos exportados a Japón en 2008.
El público, entretanto, sigue a la espera de acciones más efectivas por parte del Gobierno, como forma de librarse de los temores que actualmente abriga hacia la industria alimentaria nacional.
Pero lo hecho hasta ahora por las autoridades deja mucho que desear, por lo que la población ha debido acogerse a métodos de limpieza de los alimentos, o simplemente ha ignorado los que contienen aditivos de dudosa identidad. Queda claro que estos métodos pasivos no son los que deben predominar en la segunda economía del mundo.
Poner en práctica medidas efectivas, que abarquen todos los sectores de la industria alimentaria, desde la materia prima a la transportación y posterior circulación, es una tarea dantesca para las autoridades. Las lagunas legales en el proceso de supervisión, sumados a una cultura empresarial que favocere los beneficios a corto plazo por encima de la reputación, no ha hecho más que continuos escándalos de este tipo.
La ausencia de capacidad de respuesta inmediata no es una solución aceptable, por lo que ya la confianza del público en el Gobierno comienza a hacer aguas. Y lo mismo ocurre con la imagen de China en el exterior. Si un país se muestra incapaz de resolver sus propios problemas de seguridad alimentaria, no menos difícil le será que el mundo le otorgue confianza en otros temas.
La próxima vez que se produzca un escándalo, el Gobierno debe aprovechar la oportunidad para implementar leyes para la industria de los alimentos.
La experiencia de los países desarrollados nos convence de que un sistema de supervisión bien establecido, un proceso integral de retirada de alimentos problemáticos y castigos financieros, son pasos necesarios para acabar con las lagunas legales que plagan la industria de los alimentos.
Cada incidente alimentario podría ser un paso hacia el fin. No se debe permitir que se produzcan sin que se adopten medidas en su contra. Hasta que vuelva a ocurrir el próximo.(Pueblo en Línea)
17/05/2011