En la China actual los preceptos individuales y sociales continúan definiéndose en torno a las relaciones sociales. En el estado-civilización chino las relaciones predominan y definen el devenir porque encuentran sustento en su milenaria cultura. Esta interpretación me sirvió para concluir que el significado que toma una ciudad para el ser humano va determinado por el tipo de relación entre el individuo y esa ciudad. Por eso, el significado de mi Hutong viene determinado por el valor y la relación que tuve con Beijing.
Por lo general, el atractivo de una ciudad se define por su estética, clima, ambiente, seguridad y gastronomía, entre otros. Los Hutones son estrechas calles y callejones que componen el casco antiguo de Beijing, considerada un área residencial, sus casas se denominan Sìhéyuàn, constituidas por un pequeño patio central rodeado de cuatro habitaciones. Pero, ¿qué valor tienen los Hutones cuando están ubicados precisamente en el centro de una de las ciudades más contaminadas del mundo, con una población de veinte millones de residentes y un sistema circular de anillos cuya función monolítica complica el ya colapsado sistema de metro? A falta de una respuesta científica recurro precisamente al concepto de “relación” para justificar mi encanto.
Podría ser por su inmanente valor histórico cultural. Los Hutones no se remontan inicialmente a la cultura china. En origen provienen de la capital mongola de Khanbaliq (Dadu) fundada en 1266 por Kublai Khan, nieto del legendario Genghis Khan. El significado del término mongol es “pozo de agua«, y estos normalmente se encontraban en los lugares públicos, en torno a ellos se formaba la comunidad. Los Hutones originales se ubicaban dentro de las murallas de la ciudad de Dadu y eran habitados por la nobleza. Con posterioridad a la desaparición de los mongoles y con el traspaso del trono imperial de Nanjing a Dadu (ahora Beijing) por el emperador Zhu Di, estos alcanzaron su mayor desarrollo llenando casi todo el espacio dentro de las murallas de la ciudad interior-exterior no ocupadas por el palacio imperial y los edificios oficiales. Los nombres de muchos Hutones evocan una época desaparecida con melancólicas referencias a oficios que se llevaron a cabo en sus calles. Aún recuerdo los famosos Hutones Ju’er Hu, BÎo cho, Bào ji ji; los de la calle Nán luógÔ xiàng; el ZhMnglóu wn Hutong que lleva al famoso GÔlóu y los de la calle Guijie entre otros tantos.
No hay nada comparable con las andanzas en bicicleta por esos pequeños callejones donde se suele perder la dirección terminando en HòuhÎi
o en el parque BihÎi. Más allá de un mero deporte o una actividad turística, la arquitectura, la gente, lo cotidiano del vivir chino, la mezcla entre el local comercial y la residencia, la serenidad de los ancianos en sus diarias caminatas, convierte el paseo en una oportunidad para observar el pasado y presente de China. Y aprendí que antes de hablar de China hay que mirarla.
Puede que sea porque representan una arquitectura vernácula. Fueron construidos con ladrillos y tejas de color gris y frecuentemente carecían tanto de alcantarillado como de agua corriente. La unidad básica de arquitectura de estas vernáculas mini-ciudades era el “Sìhéyuàn” (patios centrales) alineados uno junto al otro. Los compuestos formaban un bloque más grande estructurado con el patio en el centro y las habitaciones a su alrededor. Antes de 1949, los Hutones cubrían la mayor parte de Beijing con un área que alcanzaba las 3.212 hectáreas. En el diseño, los Hutones siguen muchos de los elementos clásicos originales de la arquitectura china de su época tales como la organización espacial FngshuÐ y la particular orientación norte-sur. Es cierto que más de un extranjero padeció la ausencia de calefacción en invierno, no obstante las unidades y/o cuartos individuales juntos uno al lado de los otros forman una especie de megaestructura que los protege del viento por lo que requieren de menos energía para calentarse que un número equivalente de edificios aislados. Inclusive el patio central provee de la luz y ventilación necesaria y los árboles a su vez ejercen de sombra durante el verano.
Puede ser por su sentido de Barrio. Los Hutones reflejan también los principios de organización social típicos de la civilización china. La arquitectura humana y social de los Hutones promovía no solo una fiel jerarquía social sino también la interacción entre los miembros de la familia y de estos con el barrio. Hasta recientemente apenas se podía encontrar algún Hutong, casi ninguno, con baño privado; lo que es un ejemplo de cómo la privacidad e individualidad cedió a las formas tradicionales arquitectónicas. Y es que la habitabilidad de los Hutones viene dada precisamente por esa supremacía de los lazos sociales, de su dinamismo y, sobre todo, de esa interacción. En esos pequeñas rincones compartí abundantes comidas con amistades. Y es que la oferta al paladar es variada e incluye comidas de diferentes regiones, por ejemplo, de Sìchun, X+njing, Yúnnán, Hot Pot, y hasta gastronomía extranjera. Pero el mayor encanto de los Barrios Chinos implica al Sh+fù, el señor de la esquina que me repara la bicicleta, el que (llegada la hora de comer) me brinda de su comida mientras me corta el cabello, el que me hace las llaves y me regaña sonriendo, el que vende el periódico y me repite “Huíláile” (cada vez de regreso a casa). Todos con su curiosidad ya conocen a qué me dedico, de dónde vengo, mi salario y otras cosas más. Desconozco si todos son Sh+fù, pero otras veces los llamo Shkshu (Tío) por esto de que la cercanía hace el cariño y también por cuestiones de lenguaje dado que el complejo árbol familiar chino supera mi memoria. Es la cálida sonrisa de la trabajadora Fúwùyuán (camarera) de mi restaurante favorito que no falta un día. Es la yí que me vende las frutas y que vive preocupada porque todavía no tenga hijos. Ciertamente no todos los casos son así, pero este fue Mi Hutong.
Puede ser por las implicaciones en el actual proceso de urbanización. China está en evidente transición, no importa ni el aspecto ni la mirada como se observe, la sociedad entera está en un constante laboratorio social, económico y político. De hecho la incipiente sociedad ha conseguido superar todos los sucesos económicos, políticos y culturales gracias al concepto de cambio tan arraigado a su cultura. Transiciones que llevan de una sociedad agraria a una urbana, de un socialismo a un capitalismo, de viejos y dilapidados barrios a lujosos y modernos apartamentos. La planificación urbana está presidida por las políticas de mercado y empresas inmobiliarias que priman la demolición de lo viejo y construcción de nuevas estructuras sin incorporar programas de rehabilitación. Estos postulados de urbanización vienen a convertirse en una antítesis de los Hutones. Las estadísticas muestran que entre 1988 y 1998 fueron demolidos más de treinta millones de pies cuadrados de viviendas existentes (barrios viejos) en Shanghái. En los siguientes cuatro años se adicionaron otros 162 millones de pies cuadrados de barrios viejos demolidos para dar paso a nuevos proyectos inmobiliarios. En el caso de Beijing, para 1949 existían 6074 Hutones, sin embargo para 2005 el número se había reducido a 1571.
No se pueden negar las precarias condiciones en que se encontraban muchos Hutones en la década de los noventa. Con la provisión de viviendas por el Dnwèi (unidades de trabajo) como parte del sistema de asistencia social durante la época de Mao, muchos Hutones se emplearon como alojamientos para los trabajadores del gobierno y oficinas públicas, entre otros. Como resultado el hacinamiento deterioró las condiciones de los Hutones, aunque la mayor parte de sus estructuras originales se preservaron enteras incluso hasta la década de 1990. Otro elemento negativo a añadir es la mentalidad, idiosincrasia y aspiración china posteriores a la apertura económica, que en la búsqueda de abrazar la modernización, el perfeccionamiento y la instauración de lo “nuevo”, asoció lo “viejo” a pobreza e insalubridad, dando de esta manera razones justificativas para la demolición de Hutones.
Conmocionados por las masivas demoliciones, intelectuales chinos y extranjeros aunaron fuerzas para la preservación de estos barrios. Existe hoy día un programa, controversial y complejo a la vez, de protección a estos Hutones.
Sobre este contexto se teje la actual y compleja urbanización china, donde los Hutones nos dejan un sabor a melancolía, una historia presente y la interacción con su gente. Puede que para algunos la demolición de estos barrios tradicionales o su existencia misma no provoque gran pensar. Pero sí plantea preguntas sobre la eficiencia del modelo de urbanización donde los tecnócratas de un estado empresarial dirigen no solo un complejo e informal sistema inmobiliario pero que también hacen uso instrumental de los arquitectos y diseñadores urbanos. Interroga además sobre los desafíos de la reforma de la vivienda en las áreas urbanas chinas y por el uso meramente instrumental de la economía para esta reforma. Tanto pragmatismo ¿es eficiente, inclusivo, y respetuoso de los valores culturales de la sociedad? No solo son los trabajadores inmigrantes quienes deben ser integrados a través de la reforma de la vivienda pública en China sino también el valor cultural de los Hutones.