Las crecientes exhortaciones de algunos eruditos y demógrafos para que se flexibilice un tanto la política de planificación familiar de China está asentada en los mejores deseos, así como en el temor a que se produzca un agotamiento en la disponibilidad de la mano de obra que hoy sustenta el auge económico, según envejece la población del país. Con todo, es preciso aclarar que cualquier revisión de una política estatal básica tan exitosa deberá partir de un minucioso análisis previo. (Por Li Hong)
No tenemos ni idea de cuántos nacimientos se producirían si se eliminara esta política. Lo que sí queda claro es que, con una población urbana de 630 millones, más del doble de la población total de Estados Unidos, China no puede garantizar en modo alguno la capacidad para acomodar más personas en sus ya abarrotadas ciudades.
La política del hijo único, prevista y promulgada a finales de los años 70, es una parte integral del paquete de reformas dirigidas por el extinto líder Deng Xiaoping. Se estima que, de tal suerte, se han evitado 400 millones de nacimientos hasta la fecha. De haber continuado el crecimiento demográfico irrestricto en el país, hoy China tendría al menos 1.700 millones de habitantes, lo que habría hecho estallar todas las psoibilidades de sustento del país, agotando recursos y dejándo a la nación a años luz del progreso alcanzado hasta hoy.
Nuestro PIB per cápita acaba de alcanzar los $3.500 – el nivel medio mundial, o cerca de una doceava parte del de EEUU. Muchos países de Asia Meridional y de América Latina se han visto atrapados en la “trampa de la renta media” después de un período de crecimiento acelerado. Es difícil que una oleada de nacimientos ayude a China a superar ese fatalismo; más bien al contrario.
La política actual, que permite que las parejas urbanas tengan un segundo hijo en casos en que el marido o la esposa sean hijos únicos, ha sido una acertada decisión para garantizar el flujo de sangre joven en las urbes.
Pero otro tema es el cabildeo que algunos, dentro y fuera de China, hacen a favor del cambio de política familiar, subrayando que la actual baja tasa de fertilidad urbana de China – de alrededor de 0,9 por mujer – traerá aperejada un aumento en los “problemas sociales”, incluyendo la falta de reemplazo de la mano de obra, el envejecimiento rápido de la población china, y una disminución sensible en el flujo de los ingresos futuros para fondos de jubilación, pues habrá menos personas en las líneas de producción.
El despegue económico de nuestro país en la etapa inicial ha dependido de la enorme disponibilidad de fuerza laboral joven barata. Ahora que este contigente laboral comienza a menguar, China debe esforzarse a fondo, de modo que se incremente la productividad y, en consecuencia, se compense la reducción en la cantidad de manos disponibles. Tal empeño siempre será más productivo y menos riesgoso que un giro drástico en la política demográfica, que bien podría lanzarnos de cabeza a una nueva crisis de crecimiento poblacional.(Pueblo en Línea)
21/04/2011