(Obituario) Crisantemos para Liu Naili. In memoriam Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Noticias, Sociedad by Xulio Ríos

Hoy se han incinerado en el cementerio revolucionario de Babaoshan, al oeste de la capital Beijing, los restos mortales de Liu Naili. “Con Paciencia se llega a la Victoria”, viene a decir su nombre. Era una adolescente cuando Mao proclamó la Nueva China y pronto se sumó al coro de esperanzas que cantaba los loables propósitos de la  nueva era.

La conocí en Moscú en la segunda mitad de los 80, cuando ella acompañaba como intérprete a Qian Dadong, dirigente de ACFTU, quien si ya entonces parecía una persona mayor, a sus 96 años cumplidos sigue gozando de una estupenda salud, según me cuenta la entonces pupila de Liu, Li Jinfang. Escuchando un discurso de Nikolai Rizhkov, por entonces presidente del Consejo de Ministros de la URSS, en un gran salón situado en las proximidades del Kremlin, hablamos por primera vez de la gaige y la kaifang y de sus diferencias con la perestroika y la glasnost de Gorbachov.

Liu Naili se formó en Beiwai, en la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing, compartiendo pupitre con tantos que años adelante serían ilustres amigos, como el reconocido hispanista Dong Yansheng, con quien compartimos muchos momentos agradables, o Li Beihai, quien fue viceministro del departamento internacional del PCCh.

Su magnetismo cautivó al historiador Zhou Erfu, viceministro de Cultura, formando parte de su comitiva en un viaje a la Cuba de Fidel, en los primeros años de la epopeya revolucionaria. Se casaron, con no poco escándalo en la época por la diferencia de edad que les separaba. Zhou era una celebridad. Había novelado la vida al lado de la Revolución del médico canadiense Norman Bethune, tan reconocido por Mao. Un Bethune que, por cierto, también participó en la guerra civil española al lado de la República. Por aquel entonces, Liu coincidía a menudo en el patio con la madre de Xi Jinping, Qi Xin, cuando su padre Xi Zhongxun ejercía como vice primer ministro. Años felices hasta que llegó la Revolución Cultural.

El célebre periodista peruano Antonio Fernández Arce quedó prendado de su elegancia natural cuando la conoció a comienzos de los 60 y le dedicó un hermoso poema incluido en su libro “Los entusiasmos”, que nos leyó en su casa de Beijing. Hasta ese día, Liu no sabía de la existencia de esos versos. Su esposa, Hu Weiling, y Liu se harían grandes amigas. Fue precisamente Xiaoling la primera amiga común que me informó de su fallecimiento.

Frecuentábamos a menudo los Ocho Señores, en Muxidi, cerca de su casa, un restaurante de esos de toda la vida de los que ella gustaba especialmente, donde el caldero mongol, el huoguo, era la excusa perfecta para densas comidas, largas sobremesas y diálogos infatigables en torno a los vericuetos de la existencia.

Natural de la costera Qingdao, antigua colonia alemana frente al mar Amarillo, una ciudad a la que procuraba regresar todos los veranos y siempre que podía, Liu hizo de la solidaridad, el espíritu de servicio y de sus ideales de juventud una forma de vida, sin perder la fe, pese al escepticismo, ni abjurar de la crítica. Y además de la modestia y hasta su inocencia natural, si algo destacaba y mucho también era su permanente afán de estar al día, su interés por el estudio y la investigación. Siempre pedía trabajos sobre conflictos, tendencias, movimiento sindical, nuevos movimientos sociales, etc., que después comentaba en las sesiones de estudio con sus colegas veteranos.

Despreocupada por lo más directamente suyo, Liu siempre estaba ahí cuando algo necesitabas. Establecía contactos, organizaba viajes y excursiones a las afueras, tejía entrevistas, conferencias, seminarios, coleccionaba y recortaba los ejemplares del Cankao Xiaoxi,  el Renmin Ribao o el Guangming Daily donde se daba cuenta de tal o cual artículo mío y me los entregaba cuando nos veíamos.

Y te enseñaba a apreciar la complejidad de China a la vez que reconocía la complejidad del mundo que la rodeaba. Ese ejercicio intelectual es indispensable para evitar los tópicos y trazar un elemental pensamiento propio. En sus comentarios siempre había un destello, un matiz de interés que te hacía ver que todos los días puedes aprender algo de valor.

Fue bajo su abrigo que, de una u otra forma, con el paso del tiempo, fui tejiendo una gran red de amigos y colegas que hoy constituyen la columna vertebral de mi relación más personal con China. Y ella está en el origen.

¡Que extraño será viajar a Beijing sin tener en mente un encuentro con Liu Naili!

Siempre será recordada.

A 14 de Noviembre de 2024

 

“Sobre el Yang Tze”

 

(poema de Antonio Fernández Arce)

 

La luna injerta en el Yang Tze

tu risa de agua, Liu Naili.

Su tarde azul se nos contagia

a ti

y a mi,

como el sampán risueño desde

cuyo color nos entusiasman

los espejismos del Yang Tze.

 

Aquí nació tu historia, Liu,

vericueteando las montañas;

aquí nació la historia y tu

leyenda diaria, y tu propia alma.

 

Arteria azul, te corre el cuerpo;

lágrima viva, se te abrasa;

cielo en el polvo, te eterniza;

himno en el sol, se te universa:

Yang Tze que te hace peruanísima,

andina Liu, de mis montañas

ahora traes, vienes, buscas,

en fin, te guardas los mañanas,

como estas aguas que navego

cantando a flor de tu alegría,

riendo al fondo de tus lágrimas,

peruanizándome en tu China,

al pie de tu Yang Tze,

al fondo mismo de tu patria!

 

(de Los Entusiasmos, Ediciones Casa de la Poesía, Lima-Perú)