Si existen dos políticas que desde occidente siempre se han analizado con interés en relación a China estas han sido la “política del hijo único” y la regulación del certificado de residencia o “hukou”, que ancla a cada persona a su lugar de referencia familiar. Es difícil encontrar otros dos ejemplos que nos muestren más a las claras la diferente concepción que existe entre China y nuestras sociedades a la hora de fijar los límites de hasta donde un Gobierno puede regular aspectos tan esenciales de nuestras vidas. Es por ello que analizar el origen y evolución de estas políticas tiene una dimensión fascinante para nosotros.
No puede desligarse el origen de estas dos medidas tan importantes de su contexto histórico. De la misma forma, para poder entender la evolución de las mismas recientemente, es indispensable conocer en profundidad la trayectoria de la sociedad y economía del país en los últimos años. Y es esa evolución la que está haciendo que, desde hace algún tiempo, el Gobierno chino haya tenido que reorientar ambas políticas, tratando de adaptarlas a las nuevas circunstancias.
En el caso de la política del hijo único, ese cambio de rumbo, se puso en marcha, sobre todo, a través de las medidas adoptadas en 2013 y 2015 (en este último caso, aceptando dos hijos por pareja). Ello es indisociable de los efectos que el enfoque limitativo sobre los nacimientos ha tenido sobre la evolución demográfica en el país. Es cierto que las bajas tasas de natalidad y el progresivo envejecimiento poblacional no son exclusivas de China y se observan, igualmente, en otros países vecinos como Japón o Corea del Sur. Pero, en China, esas tendencias ligadas a la evolución social, se han agravado con la implementación de esa política de hijo único. El último dato relevante (que se daba a conocer en enero de este mismo año) indicaba que China registró en 2018 el menor número de recién nacidos desde 1961, año en que China era víctima de la Gran Hambruna provocada por el “Gran Salto Adelante”. Este dato no hace sino confirmar que las medidas de relajación de la política del hijo único no están teniendo los efectos deseados y que, como ya vienen demandando muchos demógrafos, China se verá obligada a revertir al completo su política para volcarse con medidas de fomento de la natalidad si no quiere hundirse en ese “invierno demográfico” que se le pronostica. Son probables, en un futuro próximo, decisiones en esta dirección ante las que habrá que estar atentos.
De la misma, forma, debemos prestar mucha atención a las nuevas medidas que se han dado a conocer en este mes de marzo por la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma (NDRC) en relación al “hukou”. Conviene recordar la relevancia del “hukou” para la sociedad china ya que es ese certificado el que concede a cada individuo y a su familia el derecho a recibir los principales derechos y servicios púbicos (educación, sanidad, adquisición de vivienda, etc.) pero que el disfrute de ellos solo se puede producir en el lugar al que ese “hukou” está ligado. La imposibilidad o dificultad de cambiar de “hukou” es el motivo que está detrás de la dura situación de los millones de “trabajadores migrantes “o “mingongs”, cuyo número se calculaba para 2017 en 267 millones de personas. Estos, que han sido los protagonistas silenciosos del proceso de urbanización y crecimiento chino de los últimos años, han sido, a la vez, los grandes perdedores de esas dinámicas, al no poder disfrutar de esos derechos en sus lugares de trabajo. Ello les ha supuesto, además, un alejamiento familiar, ya que no han podido reunir con ellos a sus familias ante la imposibilidad de que sus hijos o parejas disfrutaran de esos derechos fuera de su lugar de nacimiento.
Pues, bien, la reciente publicación y divulgación de una circular de la NDRC instando a una relajación de las normas para obtener el “certificado de residencia” (hukou) en una serie de ciudades del país ha sido recibida como una muestra más del decidido (y necesario) empeño chino por construir un modelo de urbanización más “basado en las personas”. Así, el Gobierno ha dictado instrucciones para que se eliminen las restricciones a la hora de recibir un nuevo “hukou” en un grupo de ciudades de entre 1 y 3 millones de habitantes y para que se relejen las mismas en aquellas otras ciudades de entre 3 y 5 millones. Las restricciones seguirán existiendo para obtener el “hukou” en las ciudades de mayor tamaño (las “first-tier cities” como Beijing, Shanghai, Guangzhou, etc.), en las que hay establecidos “topes” de población y que funcionan con sistemas muy restrictivos de puntos para poder obtener el “hukou”.
El Gobierno chino está siendo, en ello, muy coherente con el enfoque de “Urbanización de nuevo tipo” y “orientado a las personas” que anunció en 2014 con la publicación de su “China´s New-Type Urbanisation Plan 2014-2020” en el cual ya se adelantaban estas medidas y se fijaban unos ambiciosos objetivos para ese periodo de concesión de un nuevo “hukou” para 100 millones de esos trabajadores migrantes.
Desde hace años, China se ha impuesto una rigurosa hoja de ruta para encarar un proceso de urbanización sostenible y coherente con su nuevo modelo de desarrollo económico. La relajación del “hukou” no solo es necesaria para mejorar el bienestar de ese enorme volumen de personas en situación de precariedad sino que, con ello, se activará, además, la capacidad de consumo de toda esta población que, hasta ahora, debía reservar todos sus ingresos para prevención ante situaciones (educación, sanidad, etc.) que no veía cubiertas dada su inestable situación. China tiene el convencimiento de que un proceso de urbanización ordenado y sostenible es uno de los pilares clave de su desarrollo futuro y pieza esencial en su voluntad de convertirse en una “sociedad moderadamente próspera”.
Como señalábamos al comienzo, ambas políticas fueron fruto de un contexto y de un modelo. A día de hoy es evidente que las circunstancias que vieron surgir ambos enfoques se han superado. La sociedad y la economía china han cambiado enormemente desde el momento en que tanto la implantación del “hukou” como la “política del hijo único” pudieron tener alguna lógica. En ambos casos, observar los cambios que se están produciendo en la regulación de los mismos nos da una visión muy rica de como China se va adaptando a las nuevas realidades. Con ello, podemos estar asistiendo al punto final de la forma de concebir dos elementos que han sido seña de identidad de la sociedad china durante los últimos decenios. La importancia de este hecho justifica, sin duda, el que prestemos una atención muy especial a cómo evolucionan ambos procesos en los próximos años.