El tributo fue una práctica común en la antigua China, cuyo contenido consistía en rendir homenaje y entregar tributos, lo que era una manifestación del sistema jerárquico con el centro en las dinastías de Zhongyuan de China. Este sistema se considera uno de los principales modelos de relaciones internacionales en el mundo, junto con el sistema de tratados y el colonialista. Aunque el sistema de tributo ha quedado en la historia, podemos encontrar en él el núcleo espiritual de la civilización china y su manera de interactuar con el mundo exterior.
El embrión del sistema de tributo en la antigua China
Los orígenes teóricos del sistema de tributo en la antigua China se remontan al concepto de “Tianxia” y el sistema feudal de la dinastía Zhou occidental.
El “Tianxia” (All-Under-Heaven) era la percepción del mundo (world) que tenían los chinos antes de la llegada del mundo moderno y el sistema de derecho internacional. En opinión de los gobernantes de la dinastía Zhou de hace más de tres mil años, “Tianxia” se refería a un mundo centrado geográfica, cultural y políticamente en la región de la capital imperial, constituida básicamente por decenas de estados vasallos, y rodeada por los “Cuatro Bárbaros” , que tenían culturas diferentes a la suya. Sin embargo, este “mundo” no se entendía como el “globo” (globe) en el contexto moderno, sino más bien como el alcance de dominio de China de la época y las regiones periféricas imaginadas más allá de esas fronteras.
La triple estructura geopolítica y jerárquica del “Tianxia”, compuesta por la capital imperial, los estados feudales y los pueblos bárbaros, representa la visión del mundo de los antiguos chinos, que se extiende desde lo interno a lo externo, lo cercano a lo lejano, lo superior a lo inferior y lo familiar a lo desconocido, mientras se mantiene un orden jerárquico. Los soberanos feudales estaban obligados a rendir homenaje al Tianzi Zhou (el Rey Zhou, “Hijo del Cielo”) y ofrecerle tributos, así como a ayudarle en tiempos de guerra. Con este fenómeno se concluye que hace más de tres mil años ya había aparecido en la Llanura Central la forma embrionaria del “tributo” y su mecanismo psicológico de apoyo.
La paz era la esencia del sistema de tributo
Debido a que la China antigua siempre contó con un núcleo civilizacional estable, centrado geográficamente en la Llanura Central así como en su cultura, su civilización antigua y territorio político se expandieron constantemente hacia el exterior, al tiempo que mantenían prolongadas confrontaciones con los pueblos nómadas de las estepas del norte, como los hunos. Sin embargo, este hecho no significa que la confrontación y la guerra fueran las únicas o las principales formas de interacción entre los pueblos agrícolas de la Llanura Central y los pueblos nómadas de las estepas.
Durante el periodo de los Reinos Combatientes, los estados feudales de la frontera norte construyeron unas partes de la Gran Muralla, que fueron unidas bajo la orden del emperador Qin Shi Huang. Esta obra era esencialmente una pared defensiva, equivalente a una valla, cuyo propósito era impedir la invasión hacia el sur de los pueblos nómadas. La política de alianza matrimonial implementada en los primeros años de la dinastía Han también reflejaba los esfuerzos de las dinastías de Zhongyuan por mantener la paz con los pueblos de las estepas. A partir del reinado del emperador Hanwu, durante la dinastía Han, con su vasto territorio y poderoso ejército, comenzaron a aceptar tributos de pequeños estados del noroeste y del norte.
Es importante señalar que la dinastía Han Occidental pudo establecer un sistema de tributo en primer lugar gracias a su extenso territorio, numerosa población, ejército formidable, avanzada cultura académica, alta reputación, estabilidad política y económica y sistema bien desarrollado. La integración de estas características permitió que la dinastía superara con creces en todos los ámbitos a los pequeños estados vecinos. Estos estados buscaban establecer la paz con la dinastía Han mediante el pago de tributos, para disfrutar de la conveniencia del comercio y de los intercambios personales, sin preocuparse por ser controlados o explotados directamente por la dinastía. Aunque esta relación mutua se basaba en una gran disparidad en términos de tamaño y poder, satisfacía las necesidades de seguridad y beneficios económicos de ambos. A pesar de ser “desigual”, esta relación representaba una forma de coexistencia bastante racional, moderada y amigable entre diversos pueblos en el mundo premoderno.
El emperador Hanwu respondió a las invasiones de los hunos con varias grandes campañas militares y llegaron a derrotarlos, y al respecto, nunca faltó la autorreflexión y la crítica externa por el uso excesivo de la fuerza, del duro esfuerzo del pueblo y de los recursos económicos. Sin embargo, el emperador Hanwu trataba bastante bien a los derrotados. El académico japonés Naito Konan, en su análisis de la historia china, señaló que los líderes hunos que se rindieron a la dinastía Han recibieron un trato mejor que los propios reyes subordinados y marqueses feudales (feudal kings and marquises).
Todos estos ejemplos demuestran que el núcleo espiritual de la cultura tradicional china es amar la paz, perseguir el adoctrinamiento y el buen trato a los pueblos extranjeros, y se opone al uso indiscriminado de la fuerza. Las dinastías centrales no buscaban el saqueo económico al estilo colonial moderno ni la expansión territorial imperialista a los pequeños estados con que establecieron relaciones de vasallaje mediante los tributos.
Además, los bienes que traían las misiones tributarias eran, en realidad, más parecidos a “obsequios” comunes en la cultura oriental, y todo “obsequio” debía ser intercambiado. Es decir, la corte Han, como receptora de los tributos, solía “devolver el favor” en aras de la “recompensa”, convirtiendo así esta interacción en una relación recíproca de acuerdo con el ritualismo confuciano.
La dinastía Ming: Múltiples consideraciones del sistema de tributo
El sistema de tributo de la dinastía Ming (1368-1644) era el más típico, cumplía con varios propósitos, como fortalecer la legitimidad del régimen, consolidar el prestigio de la dinastía y asegurar la defensa estatal.
Para los emperadores de la dinastía Ming, la supremacía y la autoridad del “Señor Supremo de Tianxia o Todo Bajo el Cielo” solo podía demostrarse mediante la sumisión de los regímenes fuera de sus dominios directos. En 1403, tras obtener el trono mediante una rebelión y consolidar su poder, el emperador Yongle (Zhu Di) envió emisarios a los estados tributarios de Goryeo y Annam para anunciar su ascenso y posición legítima.
Durante la dinastía Ming se siguió utilizando el concepto de “Tianxia”, pero su alcance se había ampliado desde el Zhongyuan (Llanura Central) en la época de Zhou a un espacio mucho más amplio que incluía las fronteras imperiales, los regímenes étnicos vecinos y otros reinos de diversos tamaños. Después de todo, como la flota de Zheng He navegó hasta África, los chinos conocían que el concepto “Tianxia” era tan vasto que iba mucho más allá de lo que se entendía por “dentro de los cuatro mares” .
En este panorama geográfico y de relaciones políticas, el gobierno Ming logró de forma simbólica alcanzar el resultado de “los cuatro bárbaros rendidos y sometidos”, solo cuando los pequeños estados vecinos lo reconocían como el centro de la civilización y al emperador Ming como su soberano único. De esta manera, la cultura Ming, con el confucianismo como eje central, pudo demostrar su superioridad y gran atractivo. Esta atracción cultural es similar a lo que hoy conocemos como “poder blando” (soft power).
Los primeros emperadores Ming, Zhu Yuanzhang y Zhu Di, confiaban mucho en el atractivo cultural chino, pues creían que la cultura china había heredado perfectamente las ideas de los antiguos sabios y que estaba alineada con la voluntad del cielo, y era digna de admiración por parte de los estados tributarios. Además, desde la perspectiva de la realpolitik, los emperadores Ming, preocupados por la seguridad estatal, buscaban obtener la mayor cantidad de aliados posible.
Diferencias entre el sistema de tributo y el colonialismo occidental
El sistema de tributo de la dinastía Ming era completamente diferente del colonialismo y el imperialismo modernos cuyo objetivo era la explotación de recursos y la expansión territorial. En cambio, el sistema de tributo Ming se asemeja más a una alianza contractual poco estricta y premoderna, centrada en China y mantenida por relaciones rituales no coercitivas. Los embajadores tributarios eran recibidos con banquetes organizados por el Ministerio de Ritos, uno de los Seis Ministerios del gobierno central. Los estados tributarios podían dejar de rendir tributo y poner fin a esta relación sin que sus asuntos internos se vieran afectados por la corte Ming.
Según el principio de “tomar menos y dar más”, una característica del intercambio de tributos mencionada antes, y la muestra de la generosidad deliberada del gobierno Ming, los obsequios que el gobierno daba a los embajadores tributarios solían ser mucho mayores en cantidad y valor que los tributos recibidos. Según algunos académicos, en los últimos años del reinado de Yongle (1403-1423), la dinastía Ming contaba con 60 estados tributarios, y los obsequios entregados en reciprocidad se convirtieron en una pesada carga fiscal. Sin embargo, estos generosos regalos motivaban a unos pequeños reinos vecinos a rendir su tributo para beneficiarse del intercambio.
Casi al mismo tiempo en Europa, las potencias hegemónicas modernas marítimas, que surgieron una tras otra, como Portugal, España y los Países Bajos, se expandieron al extranjero con el propósito fundamental de saquear y competir por los recursos económicos, estableciendo activamente bases y participando en el comercio, un verdadero imperialismo económico. Esto contrasta completamente con la motivación de la dinastía Ming de centrarse en el prestigio político, los rituales culturales y la seguridad fronteriza.
En cuanto al modo de adquisición, las colonias eran el resultado de ocupaciones por la fuerza, mientras que el emperador Ming Taizu (Zhu Yuanzhang) estipuló explícitamente que los estados tributarios nunca serían conquistados.
En cuanto a la forma de gobierno, el sistema de tributo de la China antigua solo requería que los estados tributarios reconocieran la supremacía del emperador chino, adoptaran la numeración del calendario estipulado por el emperador y rindieran frecuentemente tributo según sus condiciones y mantuvieran el comercio bilateral basado en tributo. En contraste, las potencias coloniales europeas enviaban gobernadores a las colonias para controlarlas directamente, saquearlas totalmente de sus recursos y distorsionar la economía colonial para que dependiera de la metrópoli, así como monopolizar directamente las actividades comerciales.
En lo que respecta a la suspensión de las relaciones, el número de estados tributarios chinos disminuyó gradualmente después del apogeo en la era Yongle por diversas razones, como el hecho de que los emperadores posteriores ajustaran la política de excesivas dádivas, o simplemente dejaran de fomentar el tributo, o que algunos estados tributarios renunciaran a éste gradualmente por el viaje largo y arduo. Este proceso no generó una resistencia intensa, e incluso algunos estados tributarios se consideraron en igualdad de condiciones con la dinastía china después de dejar la relación tributaria. En cambio, las colonias europeas como los países latinoamericanos, incluidos los Estados Unidos colonizados por Gran Bretaña, tuvieron que luchar en guerras durante un largo periodo para obtener su independencia.
La Corea antigua es un ejemplo típico de este orden político y cultural. Las estrechas relaciones tributarias y de vasallaje de China con Corea durante las dinastías Ming y Qing estaban arraigadas en la reverencia de los gobernantes coreanos por la cultura china, su aceptación del poder imperial chino y su derecho a desarrollar su propia identidad cultural y linguística.
El rey Sejong de Corea (1397-1450) supo simplificar con facilidad los caracteres chinos para que más plebeyos pudieran aprender a leer. A pesar de su intento, los caracteres chinos, difíciles de escribir y recordar, y la literatura y poesía chinas siguieron siendo considerados por la élite cultural coreana como la auténtica cultura clásica y de prestigio.
Los gobiernos chinos de Ming y Qing ayudaron en varias ocasiones a Corea a resistir la invasión japonesa. Hasta el día de hoy, en Seúl, la capital de Corea del Sur, existe el templo Dongmyo que rinde culto a Guan Yu, un monumento conmemorativo de la cooperación sino-coreana contra Japón, y en cuyo patio hay inscripciones lapidarias en chino, inglés, japonés y coreano que narran esta historia. En la isla de Jeju en Corea del Sur, se conserva un complejo de edificios del siglo XVII, con un estilo totalmente confuciano chino.
Japón obligó a Corea a “independizarse” de su relación tributaria con China mediante la primera guerra sino-japonesa de 1894 y el Tratado de Shimonoseki de 1895. Pero poco más de una década después, en 1910, Japón anexionó y colonizó formalmente la península coreana. El brutal dominio colonial japonés, que obligó a los coreanos a adoptar nombres japoneses y aprender la lengua nipona, contrastaba marcadamente con la relación amistosa mantenida por China a través del tributo y el intercambio cultural, y dio lugar a un largo periodo de resistencia y movimientos independentistas contra Japón en la península coreana.
El sistema de tributo derrotado por el “sistema de tratados”
Por supuesto, las relaciones de tributo no eras perfectas. Las dinastías Ming y Qing utilizaron la relación de tributos como premisas para el comercio y los viajes, estipulando que los ciudadanos de países no tributarios no podían comerciar con China ni visitar el país. Si deseaban establecer una relación comercial, debían primero aceptar el sistema de tributo, basado en los principios de la etiqueta confuciana, y el reconocimiento de la autoridad política y moral absoluta del emperador chino. El comercio de tributos durante la dinastía Ming era supervisado por la Oficina de Comercio Marítimo establecida por el gobierno. Estas rígidas concepciones y sistemas contrastaban ferozmente con las reglas de libre comercio establecido por los países occidentales en la era moderna.
Después de que Gran Bretaña iniciara la Guerra del Opio contra China, los intelectuales chinos de la dinastía Qing tardaron mucho en darse cuenta de que los británicos, y otros europeos modernos, ya no eran los vasallos tributarios que admiraban la cultura china y que se sometían voluntariamente a la autoridad suprema del emperador chino. Estos europeos tenían sus propios sistemas políticos, conceptos de soberanía, sistemas jurídicos e incluso sistemas industriales y armamentísticos modernos. Rechazaban claramente el sistema de tributo chino.
A finales de la dinastía Qing, las antiguas relaciones tributarias y su jerarquía centrada en el ritualismo chino ya no eran adecuadas para los principios de interacción y comercio requeridos por la sociedad moderna, y a los intelectuales les resultaba difícil comprender los cambios que estaban ocurriendo en el mundo exterior.
En cuanto a los derechos y obligaciones mutuos, el sistema de tributo se parecía a un sistema de alianza flexible, sin obligación absoluta de defensa mutua, como en el caso de los tratados de defensa mutua entre los estados modernos. Por lo tanto, aunque la China de finales de la dinastía Qing luchó para proteger a los estados vasallos de Vietnam y Corea contra Francia y Japón respectivamente, debido a la falta en el sistema de tributo de las limitaciones legales de los “tratados”, renunció a estos estados vasallos mediante la firma de “tratados” con los invasores imperialistas tras ser derrotada o sin haber sido completamente derrotada.
Además, como el sistema de tributos no era una relación colonial bajo el entendido sistema colonial moderno, los reyes de los estados vasallos como Vietnam y Corea tenían el derecho de firmar tratados con invasores externos como Francia y Japón. Por ejemplo, Vietnam firmó el Tratado de Saigón con Francia en 1862 por iniciativa propia, cediendo parte de su territorio a Francia, y Corea firmó el Tratado Japón-Corea con Japón en 1876 y acabó convirtiéndose finalmente en colonia japonesa.
Sin embargo, también hay que ver que el sistema de tributo de la antigua China, después de todo, fue el resultado de la interacción entre las condiciones geográficas y procesos históricos únicos de China a lo largo de miles de años, y estuvo profundamente influenciado por la cultura confuciana de “apreciar a la gente de lejos” y el ritualismo. Debe ser comprendido en su contexto histórico. En comparación con la severa dominación y explotación del colonialismo moderno y la conquista armada del imperialismo, el sistema de tributo, aunque anticuado, ciertamente tenía un aspecto racional y moderado. Era un modelo relativamente bueno de convivencia pacífica entre una gran civilización y sus pequeños estados vecinos en el mundo premoderno.
La modernización de China y los tratados desiguales
De hecho, la historia de la integración de China en el sistema internacional moderno dominado por Occidente es en sí misma una historia humillante y dolorosa de múltiples guerras imperialistas contra China y una serie de “tratados desiguales” que forzaron a China a cambiar.
La política internacional del siglo XIX se caracterizó por el ascenso del “imperialismo nacional” y su hegemonía mundial, como señaló el famoso pensador chino Liang Qichao (1873-1929). El destacado historiador chino-americano Tong Tekong (1920-2009) lamentó una vez con gran pesar: “Los tratados que el gobierno Qing firmó en Tianjin y Beijing respectivamente en 1858 y 1860, se puede decir que fueron alianzas unilaterales basadas en las condiciones impuestas por los británicos, en los que los fuertes tomaban lo que querían y los débiles obedecían. Este es precisamente, lo que algunos historiadores occidentales llaman hoy, el proceso real que llevó a China a unirse a la ‘comunidad mundial’ y al ‘sistema de tratados’.”
Obviamente, Tong Tekong no estaba de acuerdo con la interpretación de este proceso como un poceso de integración positiva de China en el mundo moderno, porque este “mundo” estaba dominado por los fuertes, es decir, los imperialistas. La incorporación de China fue una experiencia completamente desigual, en el que los débiles fueron coaccionados por los fuertes.
Tong Tekong señaló además que, a través del Tratado de Beijing de 1860, Gran Bretaña incluyó una cláusula “más malévola”—la legalización del comercio de opio—, apoderándose así de todos los privilegios económicos en China, convirtiéndola en una especie de India formalmente soberana. Esto nos lleva de nuevo al punto de que tanto Gran Bretaña, como los antiguos estados imperialistas como Portugal, España y Holanda, eran todos países “imperialistas económicos” que codiciaban con voracidad las ganancias económicas.
Quisiera señalar que antes de que el Sistema de Westfalia en 1648 estableciera las normas de las relaciones internacionales modernas, hubo innumerables guerras entre estados europeos, estableciéndose y manteniendo un gran número de colonias de ultramar. Incluso el sistema de Westfalia en sí fue el resultado de la “Guerra de los Treinta Años” librada en Europa.
Aunque este sistema y sus principios tuvieron un impacto progresista en la historia europea y contribuyeron a transformar las relaciones entre los estados, no lograron detener la colonización británica de Birmania en 1824, ni la colonización gradual de Indochina por parte de Francia a partir de 1862, ni el control y explotación de China mediante tratados desiguales por parte del imperialismo, ni mucho menos las diversas guerras de agresión del siglo XX.
Zheng Guanying (1842-1922), un famoso reformador y empresario chino de finales de la dinastía Qing, se lamentó en una ocasión después la Primera Guerra Sino-japonesa porque, frente a las invasiones, la extorsión de indemnizaciones y la cesión de territorios forzada llevadas a cabo por el imperialismo, parecían haber perdido completamente su valor los principios del derecho internacional que había introducido él activamente entre los lectores chinos.
Autor: Wu Guo, profesor asociado de historia y responsable del Programa de Estudios Chinos, Colegio de Allegheny, EE.UU.
Revisor: Zhu Lun, profesor distinguido de la Universidad Normal de Jiangsu, investigador del Instituto de Etnología y Antropología de la Academia China de las Ciencias Sociales.
Redactoras: Liu Xian, del texto chino, y Qiu Tingting, del español, doctora y maestra de la Facultad del Idioma Español de la Universidad Normal de Jiangsu.
Procedencia del artículo: DeepChina