La justicia social fue una variable enormemente descuidada en los primeros lustros de la reforma y apertura en China. La consigna de “primero eficacia después justicia” agravó los déficits sociales y dio paso a niveles de explotación y desigualdad insostenibles. El cambio de rumbo se inició con la reivindicación de la “sociedad armoniosa” durante el mandato de Hu Jintao (2002-2012). ¿Sigue sus pasos Xi Jinping? La eliminación de la pobreza, la construcción de una sociedad acomodada y la culminación del objetivo de doblar el PIB per cápita en 2020 respecto a 2010 figuran en la agenda. Sin embargo, se requieren más acciones y compromisos para que la China rica y poderosa que nos anunció en el XIX Congreso sea también una China justa. Entre los principios políticos del xiismo figura un enfoque de desarrollo centrado en la sociedad y en la mejora general de las condiciones de vida.
La construcción de una sociedad acomodada es una de las llamadas “cuatro tareas integrales” popularizadas por Xi, junto a la profundización de la reforma, el Estado de derecho o la gobernanza estricta del PCCh. Buena parte de la hoja de ruta social para los próximos años insiste en este objetivo y, esencialmente, en la eliminación total de la pobreza, una loable tarea en la que cabe advertir igualmente un notorio afán propagandístico. Según datos oficiales, más de 60 millones de personas han salido de la pobreza en los últimos cinco años y todavía quedan (cifras de 2016) más de 43 millones que viven por debajo de dicho umbral, cifras que otras fuentes elevan a 55 millones.
Pero el problema social en China va mucho más allá de la lucha contra la pobreza. Xi Jinping ha asegurado que la prosperidad para cada persona se ha logrado en lo básico y que la brecha de ingresos se está reduciendo año tras año pero la diferencia en términos de riqueza personal entre ricos y pobres es una gran preocupación. Los tres hombres más ricos del país (dos gurús de Internet y un magnate inmobiliario) acumulan cada uno un patrimonio superior a los 30.000 millones de dólares, según los últimos rankings de Hurun. Mientras, millones de personas luchan por sobrevivir con menos de un dólar al día. Según estimaciones de Morgan Stanley, los ingresos per cápita de los chinos aumentarían de los actuales 8.260 dólares (posición 93 a nivel mundial) a los 12.500 dólares en el año 2027, pero según un estudio de Beida, el 1 por ciento de la población controla un tercio de la riqueza del país, mientras que el 25 por ciento de la población con menos recursos solo detenta un 1 por ciento de la riqueza.
En otro orden, el seguro médico cubre hoy a más del 95 por ciento de la población y la mejora general de los estándares de vida en todos los aspectos (educación, empleo, vivienda, transportes, jubilaciones, etc.) es un hecho que el PCCh blande cuando se le critica su falta de sensibilidad hacia el respeto de los derechos humanos. Ha supuesto un gran esfuerzo y una sensible mejora. Aún así, el desigual acceso a la salud es un hecho contrastado y la no disponibilidad de elevados recursos dificulta enormemente el requerido anticipo de los gastos.
La igualdad educativa está igualmente lejos de ser una realidad. Ello a pesar de que el gasto en educación, por ejemplo, supuso en 2016 un 4,22 por ciento del PIB, con un incremento del 7,64 por ciento con respecto al ejercicio anterior. En muchas ciudades, la vivienda es un lujo fuera del alcance del común de los mortales.
En otro orden, la tasa de desempleo urbano fue del 3,95 por ciento a finales del tercer trimestre del año, el nivel más bajo desde la crisis financiera global en 2008. La esperanza de vida pasó de los 74,83 años en 2010 a los 76,34 de 2015 (67,9 años en 1981). El porcentaje de población con pocos recursos ha descendido del 10,2 por ciento a menos del cuatro… Son datos alentadores que reflejan buenas condiciones para dar un mayor impulso a lo social.
Entre Gini y Engel
Pero China sigue siendo uno de los países con mayor desigualdad de ingresos del mundo. Bien es verdad que la tendencia se está revirtiendo desde 2008, cuando llegó a su máximo, el 0,49 (0,3 en 1980) del coeficiente de Gini, situándose ahora en el entorno del 0,45. La disparidad de ingresos en las zonas urbanas y rurales ronda la proporción de 3 a 1 y el PIB per cápita en las zonas del centro y del oeste del país apenas supone la mitad del vigente en las zonas desarrolladas de la costa. Desde 2012 a 2016, la brecha se redujo 0,16 puntos…. La clave radica en la mejora de los ingresos y de las condiciones de vida en el campo que transita a un ritmo inferior a lo deseado. De hecho, los campesinos que trabajan en las ciudades han experimentado sensibles incrementos en los salarios ante la baja tasa de paro y el envejecimiento demográfico, lo cual repercute en la mejora de las estadísticas rurales, medio donde siguen censados.
Las autoridades chinas sienten poca devoción por el coeficiente de Gini, a diferencia del coeficiente de Engel, que ubican en el 30,1 por ciento, un 2,9 por ciento menos que en 2012. Este coeficiente es utilizado por la FAO para describir las dificultades de las personas para satisfacer las necesidades vitales básicas. Un valor entre 50 y 59 por ciento indica que las personas apenas pueden satisfacer sus necesidades diarias, mientras que un número inferior al 30 por ciento representa el acceso a una vida moderadamente próspera. China se estaría acercando a ese nivel aceptable.
Conclusión
En 2018 se cumplirán los primeros 40 años de la política de reforma y apertura. China es hoy más rica y poderosa pero sigue siendo muy desigual. La igualdad social es uno de sus mayores retos y ese déficit menoscaba la legitimidad del PCCh. Sin duda, el poder económico, militar o científico-tecnológico son importantes pero no lo es menos la justicia social, importante emblema del poder blando. Considerar la cuestión social un riesgo bajo control puede deparar sorpresas.
Subirse a la ola de los grandes objetivos históricos (erradicar la pobreza) no debiera diluir la exigencia de enfoques enérgicos para afrontar problemas estructurales de gran calado como la inequidad, que podría agravarse en los próximos años si no se adoptan ahora medidas de alcance. Por ejemplo, la población anciana crece a gran rapidez y alcanzará la cifra de 400 millones en 2035. Se necesitará mejorar las pensiones y la dotación de servicios para atender a un segmento tan numeroso en el contexto de la urbanización acelerada que vive el país.
Por otra parte, ahora que el presidente chino parece enarbolar un nuevo repunte ideológico que reivindica sus orígenes, este rubro, indispensable en el ideario del PCCh, le recuerda el trascendente valor de aquella vieja máxima: “los antiguos hablaban poco por miedo a que sus actos no fueran coherentes con sus palabras”…..