El conflicto entre Taipéi y Manila a causa de la muerte a tiros de un pescador taiwanés que faenaba en aguas disputadas añade un nuevo plus de tensión al entorno de los mares de China. El hecho se produce, además, cuando el presidente Ma Ying-jeou hacía gala de sus buenos oficios diplomáticos, con su Iniciativa de Paz para el Mar de China oriental y la firma de un celebrado acuerdo de pesca con Japón, que confrontaba a la incapacidad continental para encontrar un lenguaje moderador en sus diferencias con los países vecinos.
Taipéi ha exigido a Filipinas una aclaración en profundidad de lo ocurrido, además de disculpas e indemnizaciones. La delegación enviada a Manila para colaborar en la investigación ha regresado ya a Taiwán sin haber logrado su objetivo, a pesar de que el mes pasado ambas partes habían firmado un pacto de asistencia mutua en materia judicial que bien podría servir de argumento para definir de común acuerdo un camino que resolviera la disputa. Mientras, Ma enumera olas de sanciones que amenazan con enturbiar perennemente las relaciones bilaterales, a las que se suman el envío de busques de guerra a la zona y anuncios de maniobras militares extraordinarias. La Armada ya anunció su propósito de extender las patrullas a una distancia de 24 millas marinas de las Batanes, provincia insular al norte de las Filipinas, con el fin de mostrar la más firme determinación en la protección de los derechos de pesca y de sus pescadores.
Los principales ayuntamientos de Taiwán han suspendido los intercambios con sus contrapartes de Filipinas y a ello se suman los llamamientos al boicot turístico, a los productos filipinos, los ataques cibernéticos a webs oficiales, paralización de la importación de mano de obra (cerca de cien mil filipinos trabajan en Taiwán), etc. Los diputados del Kuomintang han conminado al presidente Ma a proclamar el 20 de mayo, conmemoración de su primera toma de posesión, la soberanía sobre las aguas en disputa.
Parece evidente que con independencia del debate acerca de la legalidad o ilegalidad de la faena desarrollada por los pescadores taiwaneses, la reacción filipina ha sido desproporcionada. Taipéi denuncia que los procedimientos normales (con advertencia, reconducción fuera de la zona prohibida y tiros de intimidación) no fueron respetados.
Desde China continental se reiteraron los ofrecimientos para una acción coordinada frente a Manila, con quien también en 2012, China tuvo sus diferencias. Según una encuesta divulgada por el Renmin Ribao, un 92% de los encuestados en siete ciudades del continente estarían a favor de coordinarse frente a un 68,7% en Taiwán (con una oposición del 21,2%). Un 48,3% considera que una acción contundente contra Filipinas también facilitaría la solución de las disputas marítimas con Vietnam, Japón y otros países, mientras que un 16,5% considera que traería consigo una mayor interferencia de EEUU en las cuestiones del Mar de China meridional.
Las invocaciones de Manila al respeto del principio de “Una sola China” para eludir dar explicaciones a Taipéi han enervado más los ánimos, sirviendo un buen argumento a las autoridades taiwanesas para reclamar cautela de Beijing a fin de evitar que Manila pueda manipular sus diferencias. El gobierno taiwanés ha sido tajante al asegurar que no hay “ninguna posibilidad” de que ambas partes lleven a cabo una protección conjunta en dichas aguas.
Todo parece indicar que la tensión puede prolongarse y hasta marcar un punto de inflexión en las relaciones bilaterales. EEUU anima a las partes a encontrar vías de arreglo. Los dos países son estrechos socios de Washington. La Casa Blanca tiene aquí una excelente oportunidad para demostrar la efectividad de sus buenos oficios y la sinceridad pacificadora de sus propuestas de incremento de la presencia en Asia-Pacífico, reiteradamente vilipendiadas por disimular el propósito de atizar las diferencias para contener a China.