Mientras buena parte del mundo dirigía su mirada a las elecciones estadounidenses, en Taipei se registraba otro hecho histórico que da cuenta del nuevo clima que caracteriza las relaciones entre ambos lados del Estrecho. A la “tercera cooperación” iniciada entre el KMT y el PCCh en 2005, se suma ahora, tras la elección de Ma Ying-jeou, el acercamiento institucional, después de diez años de parálisis absoluta.
La visita a la isla de Chen Yunlin, el principal negociador continental, de cinco días de duración, llevada a cabo en medio de altas medidas de seguridad y fuertes protestas de la oposición, supone, además, la primera de un alto responsable en Beijing desde el fin de la guerra entre comunistas y nacionalistas y, con la firma de cuatro acuerdos en materia de comunicaciones y seguridad alimentaria, institucionalizó una voluntad de cooperación que abre una nueva era caracterizada por la insistencia en la habilitación y desarrollo de los espacios de entendimiento, asumiendo que evolucionarán a una velocidad diferente respecto a los marcos de disensión, donde también pudiera haber sorpresas antes de lo previsto. Fuentes del ministerio de defensa taiwanés, por ejemplo, trabajan ya en un programa de intercambios con el Ejército Popular de Liberación que puede abrir camino a la firma del acuerdo de paz anhelado por Taipei. El breve encuentro de Chen Yunlin con Ma Ying-jeou, acusado de imprudente y precipitado por la oposición, escenificó ese cambio histórico.
La ampliación de los lazos marítimos, la supresión de la obligación de pasar por el espacio aéreo de un tercer territorio para los vuelos directos (que pasarán a 108 semanales aumentando también el número de ciudades chinas y taiwanesas conectadas), la normalización de los intercambios postales, etc., son medidas largamente demandadas. Aviones y embarcaciones podrán ahora cruzar el estrecho de manera directa. La creación de una ruta aérea directa entre Taipei y Shanghai será la primera y pone fin a una situación que arranca de 1949 y que preceptuaba el paso por un tercer lugar. Los líderes empresariales en Taiwán han ofrecido su pleno respaldo a estas medidas, un apoyo reforzado ante las malas perspectivas económicas para 2009. No obstante, el impulso al turismo con Taiwán perjudicará las expectativas de Hong Kong, al dejar de transitar un millón de taiwaneses por la antigua colonia británica.
Al margen de los asuntos bilaterales, la coordinación frente a la crisis financiera y la desaceleración de la economía mundial, también han estado sobre la mesa. Ambas partes decidieron organizar encuentros de expertos para precisar alternativas conjuntas. Chiang Pin-kung, representante taiwanés en las negociaciones, propuso la creación de un fondo de reserva de divisas extranjeras similar al establecido por la ASEAN, recordando que China, Taiwán y Hong Kong poseen ingentes recursos.
De lo fácil a lo difícil, de la cooperación económica a la negociación política, el fracaso del diálogo iniciado en 1992 tuvo como consecuencia la exacerbación de la tensión y el agravamiento de las disensiones políticas a ambos lados. Ello ha demostrado al KMT y al PCCh que la confianza mutua y la cooperación solo es posible a través de un diálogo franco y basado en el fomento de la comunicación a todos los niveles, única posibilidad de aislar los extremismos. Ese entendimiento puede encontrar un eco positivo para facilitar la presencia de Taipei en algunas organizaciones mundiales (caso de la OMS) y garantizarle un pacto respecto a la dimensión de su espacio internacional.
Taiwán y China seguirán hablando de economía y aparcando para mejor ocasión el espinoso asunto de la soberanía que Ma ha insistido en defender después de “97 años de independencia de la República de China”. El enfoque de Ma, tan flexible y pragmático en numerosos aspectos, requiere también de flexibilidad por parte de Beijing, con gestos que contribuyan a diseñar un nuevo marco de seguridad que abra camino a la firma del acuerdo de paz en esta legislatura. Puede ser posible, pero no con misiles apuntando a la isla.
El cambio estructural que están experimentando las relaciones entre Taipei y Beijing constituye uno de los vectores principales de la transformación de Asia y una severa prueba para el liderazgo de Hu Jintao y la emergencia pacífica de China.