Crisis superpuestas en Taiwán Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Taiwán by Xulio Ríos

La estabilidad de Taiwán, una cuestión que ciertamente debiera importar a todo el mundo, sigue inmersa en un atolladero con difícil salida. Desde que los soberanistas revalidaron el mandato presidencial sin contar con mayoría legislativa suficiente, el rodillo de la oposición es implacable, imposibilitando de facto la aplicación de muchas políticas gubernamentales. La reacción oficial se orienta ahora a resolver este problema por la vía de la recuperación de la mayoría legislativa instando la revocación de varias docenas de diputados de la oposición. Esta ha respondido alentando sus propias revocaciones de diputados oficialistas. La guerra abierta parece imposible de detener y una auténtica batalla campal se avecina que agitará aun más la política taiwanesa, agravando la división social. En este clima, decenas de aviones y buques de guerra chinos realizan ejercicios de “preparación para el combate” alrededor de Taiwán en una rutina que va escalando peldaño a peldaño.

El oficialismo presenta esta cruzada como inexcusable para proteger la democracia taiwanesa frente a quienes la erosionan para satisfacer los apetitos unionistas continentales. Una confrontación, en suma, entre quienes estarían dispuestos a actuar como caballo de Troya del comunismo y quienes lo rechazan. Indudablemente, todo es más complejo, pero este tipo de polarización puede resultar beneficiosa para debilitar a la oposición aunque, piensan algunos, extrema las diferencias de opinión y hace más imposible aún tender puentes para llegar a acuerdos.

La trifulca política se dirime en un contexto de seria preocupación sobre el futuro de las relaciones de Taipei con Washington en este segundo mandato de Donald Trump. Aunque fueron buenas, realmente buenas, en el primero, la inquietud es extrema ahora por la imposición de aranceles para reducir el abultado déficit comercial con EEUU o por las invectivas para hacer regresar el groso de la producción de chips a territorio estadounidense. Siguiendo la senda de Trump, las ventas militares estadounidenses a Taiwán alcanzaron el nivel más alto en 40 años y Taipei aumentó su presupuesto de defensa en un 80 por ciento en los últimos ocho años hasta representar el 2,45 por ciento del PIB.

Lejos de resignarse pasivamente a lo que pueda venir, en Taiwán se abren espacios de propuesta para alinear su política lo más posible con los intereses de la Casa Blanca. Se da por descontado que disuadir a Trump no le saldrá barato a Taiwán. Esto se traduciría, primero, en construir más fábricas y producir más chips en EEUU. Taiwán posiblemente tendría que transferir su tecnología más avanzada. Trump no se conformará con menos. El margen de negociación no es muy holgado. Un equipo económico taiwanés negocia opciones con el equipo de Trump tratando de poner el parche antes de la herida. Esa cooperación se antoja vital y podría abarcar otras áreas, especialmente en el ámbito tecnológico.

En conjunto, Taiwán representa el 18 por ciento de la capacidad mundial de fabricación de semiconductores y el 92 por ciento de los semiconductores más avanzados. Y reserva su tecnología de primera calidad para producirla en las instalaciones radicadas en la isla.

Taipei figura en la lista de los 10 países con los que Estados Unidos tiene un importante déficit comercial. El superávit taiwanés con Estados Unidos aumentó un 83 por ciento el año pasado ascendiendo a 64.880 millones de dólares. Para equilibrar estas cifras  es probable que se estimulen las compras de más productos energéticos, agrícolas y militares. La adquisición de armamento es un capítulo en el que puede haber acuerdo con relativa facilidad, a expensas de como pueda reaccionar el otro lado del Estrecho.

Apenas reconocido internacionalmente, Taiwán no cuenta con un poder de negociación similar al de cualquier estado convencional y debe evaluar un coste adicional para estabilizar una relación que opera como un auténtico salvavidas. El análisis de que sectores podrían acoger inversiones en Estados Unidos se apunta como estrategia para mitigar futuras sanciones. La primera beneficiada podría ser la industria petroquímica. En agenda también figura el aumento significativo de las importaciones de gas natural licuado que pronto podrían superar las de Australia y Qatar, actualmente sus principales proveedores.

¿Cómo se retroalimentarán o se equilibrarán estas dos crisis superpuestas? A favor de Taiwán juega que Taipéi y Washington comparten la antipatía sistémica ante China. Y en la mesa de negociaciones puede sopesarse que una presión excesiva de Trump afecte a la imagen garantista de EEUU. Cuanto peor sea esta, más eco favorable pueden tener en la sociedad taiwanesa las denuncias unionistas del continente con el argumento de que EEUU solo quiere aprovecharse de su situación.

Este año se celebra el décimo aniversario de la primera reunión en 2015 entre el entonces presidente taiwanés Ma Ying-jeou y Xi Jinping. Ma sigue siendo un referente para un sector importante de la sociedad taiwanesa que prima el evitar la guerra sobre el evitar la unificación. Aunque partidario de esta última, rechaza que se materialice sobre la base del principio continental de un país, dos sistemas. Pero otro tanto de la sociedad taiwanesa rechaza la idea misma de la unificación. La unidad de los contrarios, tan propia de la filosofía china y con tantas aristas positivas, tiene sin embargo en esta disyuntiva un encaje de muy difícil resolución práctica.

(Para Diario El Correo)