Dos décadas de las conversaciones Wang-Koo

In Análisis, Taiwán by PSTBS12378sxedeOPCH

En modo alguno sería comprensible la bonanza actual de las relaciones a través del Estrecho de Taiwán prescindiendo de la histórica “reunión Wang-Koo”, celebrada en Singapur en abril de 1993. Fue entonces cuando las relaciones entre Taipéi y Beijing experimentaron un giro de ciento ochenta grados, pasando de la confrontación al diálogo. La cooperación tendría que esperar un poco más y hasta se torcería severamente durante el mandato de Chen Shui-bian (2000-2008) tras la quiebra de la confianza después de la elección presidencial directa de Lee Teng-hui (1996) y su reivindicación de las relaciones “de Estado a Estado”.

La secuencia directa de tan trascendental punto de inflexión en el devenir de uno de los mayores conflictos del siglo XX, vendría jalonada por dos acontecimientos previos. En primer lugar, en 1990 y 1991, la constitución de dos entidades, la taiwanesa SEF (Fundación para los Intercambios a Través del Estrecho) y la continental ARATS (Asociación para los Intercambios a Través del Estrecho), respectivamente, organizaciones paraoficiales que con las autorizaciones preceptivas y respectivas de ambos gobiernos, abrirían camino a la cooperación.

Al año siguiente, en Singapur, se labraría el “Consenso de 1992”, un acuerdo oral sobre la base del reconocimiento mutuo de la existencia de una sola China en el mundo, si bien cada parte mantendría su propia interpretación. Para Taipéi, se trataría de la República de China que siguió a la caída de la dinastía imperial y de quien se reclama continuadora; para Beijing, se trata de la República Popular China, el único gobierno considerado legítimo a ojos de la mayor parte de la comunidad internacional. Es lo que se conoce como “Una China, dos Interpretaciones”. Dicho consenso es la clave fundamental de esta evolución y sobre él pivota toda la estructura relacional vigente a través del Estrecho de Taiwán.

El 28 de abril de 1993 se produjo la primera reunión entre los líderes de ambas organizaciones, Wang Daohan, del lado continental, y Koo Chen-fu, del lado taiwanés, ambos fallecidos en 2005. Fue la primera desde el fin de la guerra civil en 1949. En ese encuentro se firmaron cuatro acuerdos en el ámbito económico y comercial pero lo más importante fue la institucionalización de una plataforma para regular los intercambios. Con base en aquellos dos principios reseñados, el encuentro añadió un principio adicional de conducta: la resolución progresiva de los problemas a través de la negociación, solucionando primero los asuntos más urgentes, comenzando por lo más sencillo para seguir con lo más complejo y afrontando antes los temas económicos para pasar después a los políticos. Este mecanismo, eminentemente pragmático, ha permitido la recreación de un terreno de entendimiento cada vez más amplio y prolijo, dejando a un lado las diferencias, que no son pocas ni menores.

En los últimos años y, sobre todo, tras la recuperación del gobierno en Taipéi por parte del KMT en 2008, ambas partes,  con  base en dicho esquema, han logrado firmar un total de 18 acuerdos bilaterales, afectando a numerosos ámbitos, significadamente los asuntos económicos, comerciales y financieros en los que progresivamente se fueron relajando las numerosas restricciones previamente existentes. Hoy son ya 616 los vuelos directos semanales que unen 50 destinos de China continental y Taiwán y una fluidez creciente connota la evolución de los contactos e intercambios a todos los demás niveles.

“Todos somos descendientes de la nación china y compartimos lazos de sangre, historia y cultura”, dijo Ma Ying-jeou en la ceremonia conmemorativa del evento. Pese a ello, no todo está hecho ni cantado. No faltarán los problemas en el futuro inmediato, más probables a medida que la negociación avance por terrenos de mayor controversia, a los que no serán ajenos los intereses de potencias terceras y de los que resultará difícil sustraerse. En cualquier caso, sea cual fuere la evolución futura, con el nivel logrado de interdependencia parece imposible una vuelta atrás. Esa irreversibilidad es la mejor garantía para profundizar en soluciones a los problemas pendientes que excluyan el mayor peligro, la tentación del recurso a la fuerza. El camino es el señalado por Wang y Koo.