A menos de dos meses de las decisivas elecciones legislativas y presidenciales (11 de enero de 2020), la situación en Taiwán se va decantando. Vienen semanas intensas.
Ad intra. Mientras la presidenta Tsai Ing-wen deshoja la margarita de su compañero de fórmula (Lai si o Lai no), el candidato del KMT, Han Kuo-yu, eligió a Simon Chang como opción, un independiente de vocación azul reconocido por su experiencia y buen hacer cuando fungió como primer ministro durante el mandato de Ma Ying-jeou (2008-2016). Por su parte, el baile de nombres de las últimas semanas y meses (el dueño de Foxconn, Terry Gou, el alcalde de Taipéi Ko Wen-je, el ex presidente del Yuan Legislativo, Wang Jin-pyng….) se quedó, finalmente, en nada. Ello facilitó el salto al ruedo, de nuevo, de James Soong, en un desesperado intento por mantener la presencia de su partido (PPP). Las expectativas de Soong están por debajo del 10 por ciento de apoyo pero su porcentaje puede ser decisivo para facilitar la victoria de Tsai Ing-wen, quien se mantiene por delante en las encuestas.
En cuanto a los comicios legislativos, es previsible que el PDP pierda su actual mayoría absoluta (68 escaños de un total de 113), centrándose la principal expectativa en conocer la dimensión y composición del “tercer bloque”. Las terceras fuerzas actuales son el Partido del Nuevo Poder (3 escaños) y el Partido el Pueblo Primero (otros 3 escaños). El primero de orientación verde y el otro azul. Las tensiones internas del PNP, el agotamiento del PPP y, sobre todo, la irrupción del Partido Popular de Taiwán (PPT) del alcalde capitalino Ko Wen-je, augura una cierta recomposición de este espacio que podría erosionar también al electorado de las grandes formaciones, el verde PDP y el azul KMT.
Ad extra. Al unísono, el vicepresidente de EEUU Mike Pence y el Secretario de Estado Mike Pompeo cargaron recientemente de nuevo las tintas contra China (o el PCCh, como quiso matizar Pompeo) dando cuerpo a una postura inflexible y hostil de la Administración Trump que en relación a Taiwán se traduce en múltiples elogios a Taipéi y en un reconocimiento explícito del papel de la isla en su visión de la arquitectura de seguridad regional. La serie de documentos dados a conocer por el Departamento de Estado a primeros de mes sobre la estrategia del Indo-Pacífico disipan cualquier duda al respecto. Y se complementan con el incremento de las ventas de armas o el tránsito de sus buques o aviones militares a través del Estrecho pero también con la adopción de numerosas medidas de orden político para evidenciar no solo la plena disposición a contener la presencia militar de China continental sino a blindar su cercanía a Taipéi.
Por su parte, Beijing parece primar la zanahoria sobre el palo. Manteniendo sin cambios la filosofía general para alcanzar el objetivo de la unificación pacífica, a pesar de su rechazo explícito por soberanistas y nacionalistas, el anuncio de otras “26 medidas” que se suman a las “31 medidas” orientadas a multiplicar los vínculos económicos y culturales entre ambos lados, refuerzan la estrategia de ignorar la hostilidad del gobierno del PDP para tender puentes con autoridades locales más afines, con empresas y sociedad en general, desarrollando lo que llama “políticas favorables”. Mientras el KMT les da la bienvenida, el PDP califica estas medidas de Beijing como un intento de influir en la contienda electoral; no así las acciones de EEUU.
En suma, al pulso político interno que tiene en Tsai Ing-wen y Han Kuo-yu sus principales referentes, se suma el acentuado pulso estratégico que tiene a EEUU y China continental como baluartes. Es obvio que Washington apuesta por el continuismo. Para Beijing, el KMT es el mal menor. Otra encrucijada para la política territorial de Xi Jinping.