El mundo de la diplomacia taiwanesa Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China. En septiembre publicará "Taiwán, una crisis en gestación" (Editorial Popular)

In Análisis, Taiwán by Xulio Ríos

Un tanto contra las cuerdas tras las últimas deserciones de aliados formales, reducidos a 15 en la actualidad en todo el mundo, y por su marginación de los más importantes foros multilaterales onusinos, la diplomacia taiwanesa, con el impulso de la excelente gestión interna de la pandemia y del visible apoyo de la Administración Trump, está experimentando una singular remontada. Aunque de ello no se habla mucho, Taiwán también puso en marcha en los últimos meses su propia “diplomacia de las mascarillas”, con donaciones de más de 50 millones de unidades, incluyendo más de 10 millones sólo a EEUU.

La visita a la isla de Alex Azar, secretario de Salud de EEUU, el funcionario estadounidense de más alto rango con presencia en el gabinete ministerial que visita Taiwán desde 1979 (en 2014 visitó también la isla Gina McCarthy, responsable de la Agencia de Protección Medioambiental), con la firma de un memorando de cooperación, pone de manifiesto la buena atmosfera bilateral. En los últimos tres años, el anudamiento de los vínculos entre Taipéi y Washington ha pasado a representar un exponente más de las tensiones entre China y EEUU. Recuérdese que fue con la llamada de felicitación de Tsai a Trump por su triunfo que se atisbó el primer signo del cambio de rumbo que experimentarían las relaciones sino-estadounidenses durante su mandato.

Por otra parte, el acercamiento con Somalilandia, un territorio que se declaró independiente de Somalia en 1991 y que no es reconocido por ningún Estado, puede acabar en el intercambio de oficinas de representación y la puesta en marcha de programas de cooperación en varios dominios. El establecimiento de estos vínculos se produce tras el fracaso de una misión de China continental a este también Estado de hecho para tratar de impedirlo.

Y a finales de agosto, visitará la isla una importante delegación checa, con el presidente del Senado y el alcalde de Praga, al frente. Tanto Milos Vystrcil como Zdenek Hrib militan en la oposición al presidente Milos Zeman, más en sintonía con las tesis de Beijing. Las tensiones con el país centroeuropeo abren sarpullidos en una relación que se creía sin posibilidad de vueltas atrás.

La reacción de Beijing ha sido doble. Además de la esperada condena formal de estas acciones por cuanto contravienen la política de “una sola China”, cazas chinos cruzaron brevemente la línea media del Estrecho el día después de la llegada a Taipéi de Alex Azar. No se pasa por alto el inamistoso gesto de Trump que a su entender responde a la lógica de envalentonar al soberanismo taiwanés para crear tensiones en el Estrecho. China no dejará de insistir en que Taiwán es una línea roja y que los reiterados intentos de sondear los límites de su paciencia pueden acabar mal. Recientemente, los máximos responsables de defensa de EEUU y China han convenido la adopción de medidas preventivas para evitar errores de cálculo que puedan derivar en una crisis indeseada.

El elemento clave de este rebrote diplomático taiwanés reside, naturalmente, en el apoyo prestado por la Administración Trump. La aprobación de la ley TAIPEI (de Iniciativa de Protección y Mejora Internacional de los Aliados de Taiwán) en marzo de este año supone una seria advertencia de consecuencias para todos aquellos países que apoyen “las acciones chinas que socavan a Taiwán”. Desde que la presidenta Tsai Ing-llegó al poder en mayo del año 2016, Taiwán ha perdido siete aliados diplomáticos, a saber, Santo Tomé y Príncipe, Panamá, la República Dominicana, Burkina Faso, El Salvador, las Islas Salomón y Kiribati.

La paradoja de esta situación reside en que la misma Administración Trump que cada vez más se aísla del resto del mundo, parece afanarse por hacer lo imposible para que Taiwán se haga más visible en él. ¿Solo para incomodar a Xi Jinping?