El discurso pronunciado por Ma Ying-jeou en la ceremonia de asunción de las funciones presidenciales ha reflejado con nitidez la voluntad del KMT de impulsar la aproximación con el continente. Sobre la base del “consenso de 1992” (en esencia, aceptación del principio de una sola China aunque sujeto a diferentes interpretaciones), Ma ha apelado a un diálogo constructivo entre las dos orillas del Estrecho de Taiwán, para dar paso a una nueva era. Reiterando sus “tres negativas” (a la independencia, a la unificación y al uso de la fuerza), el nuevo presidente de la República de China ha dejado en claro su voluntad de mirar hacia el continente. Mientras algunos independentistas se movilizaban contra el “régimen extranjero” que asume el gobierno de la isla, el saliente Chen Shui-bian, desprovisto de la inmunidad presidencial, encara la investigación judicial por el manejo de los fondos especiales de la presidencia que en 2006 originó importantes movilizaciones en la isla.
¿Son infundadas las expectativas de Ma? Sin duda, en lo económico, cabe esperar un notable acercamiento, que se verá favorecido por el compromiso y el impulso de las elites empresariales de ambos lados, así como también por la progresiva regularización de la comunicación directa.
Por otra parte, la cooperación política entre el KMT y el PCCh también se intensificará. La semana próxima, por ejemplo, visitará el continente el actual presidente del KMT, Wu Poh-hsiung.
Igualmente, en el ámbito de la seguridad, pueden producirse cambios significativos. Hu Jintao ofreció en marzo pasado la posibilidad de celebrar un tratado de paz. Según un informe del ministerio de Defensa taiwanés, hecho público el 12 de mayo, las tensiones políticas de los últimos años derivaron en un reforzamiento apreciable de las capacidades militares de China en relación a la isla, con un aumento significativo de las patrullas aéreas, del numero de misiles que apuntan a Taiwán, o la intrusión de un mayor número de naves espías bajo el paraguas de misiones científicas. El aumento de la confianza mutua puede facilitar el logro de avances en esta materia.
Por último, en lo que atañe a la proyección internacional de Taiwán, cabe imaginar que la “tregua diplomática” reivindicada por Ma en su discurso presidencial encuentre cierto eco en Beijing, tanto en lo que se refiere a la rivalidad por la fidelización de los aliados como a la participación en diferentes organizaciones del sistema internacional.
Ma y el KMT afrontan este nuevo tiempo de la política taiwanesa con la “tranquilidad” que le otorga no solo la sólida mayoría parlamentaria de que dispone, sino también con una oposición en crisis, con un nuevo liderazgo (Tsai-Ing-wen fue elegida el pasado día 18 en sustitución de Frank Hsieh) que deberá centrar su atención en la reorientación del discurso y la actividad del PDP a fin de recuperar la credibilidad perdida en los últimos años.
No obstante, la precaución y la prudencia condicionarán la política de Ma en relación al continente. En declaraciones a Associated Press, pocos días antes de la toma de posesión, Ma señalaba que la unificación es improbable en décadas.