Tras un primer tiempo (2008-2012) caracterizado por el impulso a la normalización de las relaciones con China continental, Ma Ying-jeou se apresta a plasmar los nuevos parámetros de dicha relación en este su segundo mandato iniciado el 20 de mayo y que debe finalizar en 2016.
Las manifestaciones de apego al statu quo, reflejado en sus alusiones a “Una República de China, dos áreas” que ilustró en su discurso de toma de posesión (sin sorprender por ello a Beijing), contextualizan inicialmente una voluntad de aumento de la confianza política entre ambos lados del Estrecho que debe evolucionar en el delicado equilibrio del acercamiento económico y la preservación de la identidad política.
Del tono de su alocución podría deducirse una más que probable marcha atrás inicial a propósito de las posibilidades e interés de negociar la paz con Beijing. Por el contrario, más énfasis se ha puesto en la mejora de la seguridad mediante la articulación de una defensa nacional eficaz. Cabe pensar por ello que Taiwán intensificará su política de compra de armamento a Estados Unidos. Además, fuentes oficiales han anunciado la construcción de 12 nuevos navíos de guerra capaces de pasar desapercibidos a la mayoría de los radares.
En tales circunstancias, este empeño en la mejora de la defensa y la obstinación en mejorar su espacio diplomático pueden abrir frentes de conflicto con China continental quien en respuesta podría no ser tan comprensiva en las negociaciones económicas. En un contexto de incremento de la ralentización del comercio y del crecimiento de la isla, podría evidenciarse lo peligroso o no de la dependencia bilateral, reforzada a partir del Acuerdo Marco de Cooperación Económica suscrito en junio de 2010.
El próximo 16 de junio ambas partes debieran firmar un acuerdo de protección de inversiones y otro de cooperación aduanera. Ambos son considerados por Ma como claves para disipar la incertidumbre de unas perspectivas económicas que desde abril pasado siguen manteniéndose en estado de desaceleración. La previsión de crecimiento para 2012 es del 3 por ciento. Por otra parte, el impulso a las negociaciones entre Corea del Sur, China y Japón para la firma de un TLC entre las principales economías de Asia oriental puede afectar negativamente a las expectativas del mercado taiwanés en el continente.
La conjugación de la importancia de China en el orden económico y la necesidad de aligerar la presión subsiguiente tanto multiplicando las iniciativas comerciales con socios terceros –que pudieran verse bloqueadas- y el hipotético robustecimiento de la alianza defensiva con EEUU auguran tensiones en virtud de nuevos proyectos de compras de armamento. Dado a conocer el pasado 18 de mayo, el informe del Pentágono sobre las capacidades militares continentales alerta sobre el aumento de sus medios y la reiteración del objetivo de bloquear la intervención de terceros en una hipotética guerra en el Estrecho.
Esa disociación de preferencias en lo económico (China continental) y en lo defensivo (Estados Unidos) sugiere un escenario de permanente tensión difícilmente sostenible a medio plazo, enturbiando inevitablemente las relaciones entre Washington y Beijing. Una disociación que a otro nivel también podemos observar en Beijing, pues mientras construye una relación fluida en lo económico no parece cejar en su empeño de perfeccionar la estrategia militar ante la eventualidad de una confrontación armada.
La elección del veterano y pragmático Su Tseng-chang al frente del PDP ofrece a Ma una posibilidad de relativo entendimiento con el principal partido de la oposición. Su ha precisado que la política china del PDP se caracterizará por la moderación, avalando la idea de repensar las relaciones con el continente. Los términos de la relación con el KMT pasan en buena medida por la clarificación de su política hacia Beijing, un ejercicio que no será fácil.
Toma cuerpo en cualquier caso la expectativa de un avance más lento en las relaciones sustanciales entre las dos orillas del Estrecho. ¿Tendrá paciencia China para asimilar ese ritmo más sosegado en lo político para dar tiempo a un cierto acomodo a la sociedad taiwanesa? ¿O lo interpretará como una nueva estratagema de distanciamiento ideada a despecho de su reiterada buena voluntad en lo económico-comercial?