La derrota del PDP en las elecciones locales del 24N ha sido incontestable, dando paso a un nuevo marco de juego de cara a las elecciones presidenciales y legislativas de 2020.
El KMT ganó 15 de las 22 ciudades y condados (contra 6 en 2014). En la capital, la estrecha diferencia entre los dos principales candidatos (el independiente Ko Wen-je y el del KMT, Ting Shou-chung), de apenas tres mil votos, augura un apurado recuento y de resultado muy incierto.
El PDP perdió 7 de las 13 ciudades y condados que tenía bajo control. En total, el PDP perdió 1,20 millones de votos en comparación con 2014 y feudos tan representativos como Taichung y Kaohsiung.
La presidenta Tsai presentó de forma fulminante su dimisión al frente de la formación verde, asumiendo en primera persona una severa derrota en la que han podido influir varias causas: el ritmo, la simultaneidad y el sentido de las reformas promovidas desde 2016 (desde la laboral o la judicial a las pensiones) o los problemas relacionados con el crecimiento económico y la situación social, la obsesión por la construcción de infraestructuras, una mala política de comunicación, etc. También el desgaste derivado de la política a través del Estrecho ha podido influir pero en menor medida que las causas estrictamente endógenas. El desempeño deficiente del gobierno central es señalado como la causa determinante del fiasco.
Frente a las dos grandes opciones (PDP y KMT), el Partido del Nuevo Poder (PNP), obtuvo 16 representantes en las elecciones, lo que equivale al 40 por ciento de los candidatos presentados en estos comicios. El PNP contará a partir de ahora con presencia institucional en Taipéi, Taoyuan, Tainan, Kaohsiung, Keelung, Changhua, Yunlin, Miaoli, Hsinchu y Hsinchu, confirmando la expectativa de una creciente influencia. No nos hallamos ante un fenómeno pasajero en la política taiwanesa. Otras formaciones menores como el Partido Socialdemócrata o el Partido Verde obtuvieron representación en algunas ciudades.
El gobierno central encara ahora una reflexión profunda acerca de su política para el próximo año pues de ella dependerá su continuidad en 2020. Habrá cambios en el gabinete, no solo de personas, quizá también de orientación a la vista de los datos igualmente arrojados por los referéndums.
Por su parte, el KMT, con una situación más cómoda para encarar los decisivos comicios de 2020, debe evitar acomodarse y gestionar la victoria con gran cuidado para impedir que la recuperación del voto no se malogre. A fin de cuentas, la formación azul es consciente de que no realizó una fuerte campaña electoral sino que tiró provecho del sentimiento general de desilusión provocado por el PDP de Tsai. La elección del candidato o candidata para 2020 no será tarea fácil y las tensiones generacionales se harán sentir en su interior.
Unos y otros no debieran pasar por alto tampoco el elevado número de candidatos independientes elegidos. En unas elecciones generales, ese porcentaje de voto puede fluctuar en varias direcciones.
Con más del 80 por ciento de la población gobernada a nivel local por el KMT, Beijing encara ahora otro escenario más favorable en el cual el poder local nuevamente puede desempeñar una función más activa en el acercamiento bilateral consumando una nueva vuelta de tuerca sobre el aislamiento del PDP. El PCCh puede así ampliar sus incentivos y beneficios con la mirada puesta en esas áreas en las que aflora un Taiwán que anuncia la aceptación del Consenso de 1992, abriendo una importante fisura interna. La política implementada en 2016 desde el continente para favorecer el acercamiento desde el ámbito local puede encontrar ahora un eco de mayor amplitud.