Elecciones taiwanesas: ¿Y China?

In Análisis, Taiwán by PSTBS12378sxedeOPCH

China hizo saber oficialmente su intención de no inmiscuirse en las elecciones presidenciales y legislativas que tendrán lugar en Taiwan el próximo 16 de enero. Lo cual, creíble o no, no debe ser interpretado como expresión de indiferencia. Ni mucho menos.

El desarrollo de este decisivo proceso electoral representa una dura prueba para la estrategia seguida en las relaciones a través del Estrecho y especialmente a partir de 2005 cuando el PCCh inició la “tercera cooperación” con el KMT. En 2003, el Parlamento chino aprobó la Ley Antisecesión y pocos años antes (1996) Jiang Zemin ejercitaba los misiles para influir en el comportamiento electoral de Taiwan que elegía directamente a su primer presidente democrático de la historia (Lee Teng-hui). La base esencial del nuevo tiempo radicó en la idea central de que el acercamiento económico, en primer lugar, y cívico y a otros niveles actuaría de poderoso factor de erosión del apoyo al soberanismo, facilitando el logro histórico de la reunificación.

En la década transcurrida desde entonces y muy especialmente desde 2008, con la presidencia de Ma Ying-jeou (KMT), dicho desarrollo, que incluyó la firma de numerosos acuerdos y los primeros contactos políticos a nivel ministerial desde 1949, se vio abruptamente alterado por la irrupción del Movimiento Girasol (marzo de 2014) que le impuso un freno significativo. En noviembre de dicho año, en las elecciones locales, el KMT sufrió una cuantiosa pérdida de poder. Ahora, a cinco meses de las elecciones, las posibilidades de remontada son difíciles con un KMT a la baja y en cuyo seno se multiplican las refriegas. No pocos atribuyen el descalabro electoral a la política aplicada en relación a China continental, aunque no sería este el único motivo. El entendimiento PCCh-KMT, por sí solo, no basta para la reunificación.

La más que probable victoria del PDP en las elecciones de enero supondría el fin de una etapa de generosa calma en el estrecho de Taiwan y consiguientemente también el adiós a las posibilidades de una unificación más o menos rápida. Mal que pese, persiste en la “isla rebelde” un segmento social significativo que sigue apostando por la independencia y otro aun mayor que no quiere prescindir del statu quo. Los partidarios de la unificación no avanzan en proporción al incremento de la normalización de las relaciones bilaterales. Bien es verdad que el PDP que lidera Tsai Ing-wen no es el de Chen Shui-bian (presidente de Taiwan entre 2000 y 2008) y huye de cualquier provocación frente a Beijing pero, al mismo tiempo, tampoco es entusiasta de un acercamiento que sacrifique la soberanía de facto de la isla. A Beijing, en suma, le sabría mal una victoria del PDP que pondría en serio cuestionamiento su política, al menos en lo inmediato.

A ello debemos sumar el delicado momento de las relaciones sino-estadounidenses. Tsai fue recibida en Washington a un nivel nunca visto. Y parece cada día más claro que Taiwan es pieza importante en la estrategia de reequilibrio que promueve el Pentágono en Asia-Pacífico con vistas a gestionar (contener) la emergencia china. En lo económico y en lo defensivo, las relaciones entre ambos van a intensificarse.

En Beijing, la combinación de incremento del poder económico y poder militar puede no encajar bien una hipotética victoria del PDP y llevar consigo la lectura de que la vía pacífica para la reunificación no es posible. China puede optar por la moderación y la paciencia en cuanto advierta signos de que el liderazgo taiwanés está en disposición de asumir el Consenso de 1992 (una China, dos interpretaciones), un sapo realmente difícil de tragar para el PDP. No obstante, los intentos de aproximación gestionados por diversas vías entre el PCCh y el PDP no han fructificado del todo y el escenario sigue abierto. El hecho de que las expectativas de democratización del continente sean remotas no ayuda. Por otra parte, las dificultades económicas siempre se pueden circundar con el arriesgado coqueteo nacionalista. Tras el fiasco de la reforma del sufragio en Hong Kong, las reservas taiwanesas a propósito de la voluntad democrática de Beijing han crecido.

En los últimos meses, las tensiones en el Mar de China meridional y oriental en torno a las disputas territoriales que enfrentan a China con algunos países de la zona han evidenciado los riesgos que pesan sobre la región. El potencial desestabilizador añadido de Taiwan es inconmensurablemente mayor. Un choque en el Estrecho, del signo que sea, tendría consecuencias nefastas para todo el sistema internacional.