La “cuestión de Taiwán” es de la mayor importancia en la “cuestión de Hong Kong”. En gran medida, ambas se retroalimentan. Y desde su remoto inicio, además. Como es sabido, la fórmula “Un país, dos sistemas” que sirvió de base para articular la retrocesión de Hong Kong a China en 1997 fue, en realidad, pensada inicialmente para la reunificación de China continental y Taiwán. Ahora en la picota en Hong Kong, nunca ha gozado de mucho predicamento en Taiwán, donde ha sido rechazada tanto por los soberanistas del PDP, en el gobierno, como por los nacionalistas del KMT, en la oposición.
El 11 de enero de 2020, Taiwán afrontará unas elecciones presidenciales y legislativas decisivas para su rumbo inmediato y futuro. En los últimos cuatro años, el gobernante PDP ha dinamitado la política de acercamiento a Beijing del gobierno precedente (los ocho años del nacionalista KMT, con Ma Ying-jeou al frente), auspiciando en paralelo una aproximación a Washington. Taiwán se ha convertido, en cierta medida, en el corazón de la estrategia del Indo-Pacífico de Donald Trump con la que aspira a contener la expansión de China en la región. Nunca la neutralidad de Washington ha sido más efímera.
Con los disturbios en Hong Kong todos los días en los telediarios, la actual presidenta Tsai Ing-wen no necesita hacer campaña electoral… En noviembre del año pasado estaba en bancarrota tras un clamoroso fracaso en las elecciones locales. Quizá por ello Beijing la consideró políticamente moribunda y acentuó los mensajes impacientes para lograr una pronta reunificación con el horizonte de 2049. Pero han producido el efecto contrario. La popularidad de Tsai pasó del 26,6 por ciento de entonces a más del 50 por ciento actual. La situación de caos que se vive en la ex colonia británica acentúa las reticencias y un hipotético recurso al uso de la fuerza a gran escala le serviría en bandeja un triunfo más que holgado frente a sus inmediatos rivales.
Lo dejó bien claro el compañero de candidatura de Tsai, el ex primer ministro Lai Ching-te, al inaugurar con la presidenta la sede de su campaña. Al reivindicar el papel de Taiwán para “mantener nuestro modelo de democracia como una luz principal para Hong Kong”, la estrategia del PDP se centra en visibilizar y galvanizar la pugna entre la defensa de la democracia contra el poder autocrático de Beijing…
Cada vez que Xi Jinping habla sobre estos asuntos (como hizo en Brasilia para instar la urgente restauración del orden en Hong Kong), las expectativas de Tsai se disparan. Nada más conveniente, pues, que se mantenga la tensión aun a pesar de la retirada de la ley de extradición (que tenía, por cierto, como fundamento causal primero un crimen cometido en la isla). Ello conviene igualmente a EEUU, que celebra la combatividad de los manifestantes hongkoneses como también la represión de los militares bolivianos de los indefensos indígenas partidarios del depuesto Evo Morales.
Los sondeos electorales vaticinan un Parlamento en el que el PDP perderá su mayoría absoluta, lo cual es relativamente importante en un régimen semipresidencialista como el taiwanés. El KMT va por delante en las previsiones. Pero lo definitorio de la victoria o derrota será la batalla presidencial. Una encuesta publicada el pasado domingo 17 por el United Daily News en chino indicaba que la presidenta Tsai Ing-wen del PDP lideraba la carrera, con un 45 por ciento de apoyo, seguida del alcalde de Kaohsiung, Han Kuo-yu, del KMT con el 29 por ciento, y James Soong, un exKMT, con 8 por ciento.
China tiene difícil lograr en Taiwán un resultado aceptable para sus intereses inmediatos. Pero se lo puede poner muy fácil a Tsai Ing-wen. Si Beijing cruza determinadas líneas rojas en Hong Kong, sus “tácticas de seducción” hacia Taipéi naufragarán sin remedio, ahogando de paso las hipotéticas bondades del principio “Un país dos sistemas” y quizá también las expectativas de una reunificación pacífica.
Los radicales que disparan sus flechas en Hong Kong y sus apoyos, dentro y fuera, lo saben y por eso tensarán la cuerda al máximo de la protesta llevándola a los límites de la insurrección. Veremos entonces si la paciencia china es tan grande como dice el tópico o si la impaciencia de Xi le precipita en la trampa con más que previsible resultado trágico para todos.
En este contexto, cabe imaginar que la tensión seguirá in crescendo en Hong Kong con un doble horizonte en la retina: el 20 de diciembre, cuando Xi Jinping tiene previsto visitar Macao para conmemorar los 20 años de su devolución y, sobre todo, el 11 de enero de 2020. Después, ya se verá.