Los líderes chino y taiwanés, Xi Jinping y Ma Ying-jeou, se reunieron en Singapur para poner un broche de oro a diez años de “tercera cooperación” entre el nacionalista KMT y el PCCh a fin de conjurar el auge del independentismo en la “isla rebelde”. Más allá de lo ceremonioso y simbólico del encuentro, si para algo sirvió fue para evidenciar un éxito y un fracaso.
En efecto, la cumbre Ma-Xi vino a culminar un periodo de acercamiento que durante el mandato de Ma Ying-jeou en Taiwan, iniciado en 2008, fue jalonando etapas significativas y dejando atrás décadas de enfrentamiento. En ese balance cabe incluir más de veinte acuerdos bilaterales, miles de intercambios estudiantiles, millones de visitas turísticas y miles de millones de dólares en intercambio comercial y en inversiones bilaterales. Igualmente, debe reseñarse una mayor flexibilidad a la hora de encarar la presencia internacional de Taiwan, si bien muy alejada de las demandas de Taipei.
Ese bagaje, acreditado en un tiempo récord, dispone de una arquitectura para el diálogo que ahora cuenta con tres peldaños. El primero está integrado por las dos entidades paraoficiales (la continental ARATS y la taiwanesa SEF) que protagonizaron el encuentro Wang-Koo, también en Singapur, en 1993. Sobre estas dos entidades ha recaído gran parte del protagonismo en el diseño e implementación de los mecanismos de acercamiento. El segundo se instrumentó el pasado año, a través del diálogo directo entre los ministros responsables de los asuntos del Estrecho de ambas partes. Y el tercero es el encuentro de los máximos líderes de China continental y Taiwan, un mecanismo de gran alcance que puede permitir el desbloqueo de los temas más sensibles.
Pero la cumbre ha sido también la expresión de un fracaso, por cuanto, previsiblemente, cierra una etapa y da paso a otra más incierta ante la previsible ausencia del KMT en el liderazgo de la isla. El acercamiento entre las dos orillas y entre los dos partidos de origen continental no ha sido suficientemente acompañado por una población que no reniega de los contactos pero teme que el acercamiento derive en asfixia política. De facto, esta aproximación ha derivado en severos costes para el KMT como se reflejó en la dolorosa derrota de las elecciones locales en noviembre de 2014, consecuencia de una crisis social y política gestada en la primavera del mismo año cuando el llamado Movimiento Girasol ocupó el Yuan legislativo para impedir la ratificación de un acuerdo comercial entre ambas partes. Desde entonces, el KMT no levanta cabeza.
El Consenso de 1992
Ma y Xi revalidaron la base política de su acercamiento, el Consenso de 1992, que establece el reconocimiento mutuo de la existencia de una sola China, si bien cada parte se reserva su propia interpretación. El Consenso de 1992 ha pasado a segundo plano el principio de “un país, dos sistemas”, tantas veces alabado por Beijing como rechazado por Taipei. Explicita una base política común para construir la confianza y que parte del rechazo del independentismo. Apunta no solo a la defensa del statu quo sino que implícitamente sugiere una transición hacia fórmulas de progresiva construcción de esa China unida evolucionando de lo más fácil a lo más complejo.
La insistencia por ambas partes en el Consenso de 1992, una obra maestra de la ambigüedad, diría Ma Ying-jeou, explicita un claro mensaje a una oposición que niega su existencia, abogando por el mantenimiento del statu quo como fórmula de compromiso que evite el conflicto. No parece ser suficiente para el continente. En tal sentido, Xi aludió a la encrucijada que se avecina y advirtió sobre la importancia de evitar que se repita la tragedia del enfrentamiento.
Las elecciones de enero de 2016
El trasfondo del encuentro es inseparable de las elecciones legislativas y presidenciales a celebrar en Taiwan en enero de 2016. Los sondeos de opinión vaticinan una clamorosa derrota del KMT. No solo en las presidenciales, también en las legislativas, a un nivel que le permitiría a la mayoría soberanista modificar incluso la Constitución de la República de China. El previsible triunfo del Minjindang o PDP, de confirmarse, constituirá una severa derrota también para Beijing.
De ahí que el encuentro de Singapur, unido al sentimiento de urgencia que se vive en el KMT y que parece haberse trasladado a Beijing, aliente las sospechas en ciertos sectores de connivencia para influir en las expectativas electorales de los nacionalistas. Pero está por ver su impacto a la vista de profunda división mostrada por la sociedad taiwanesa a la hora de valorar las bondades del entendimiento.
Recientemente, el KMT debió proceder a una inusual sustitución de su candidata, Hung Hsiu-chu, debido al escaso apoyo que le brindaban las encuestas de opinión, por su jefe de filas, el alcalde de Nueva Taipei, Eric Chu. La razón última del escaso crédito de la candidata Hung fue la radicalidad de su discurso pro-Beijing, que no solo la alejó de una sociedad que mayoritariamente parece posicionada en contra tanto de la independencia como de la unificación sino que amenazaba con la ruptura interna del KMT y las expectativas de no pocos candidatos a la reelección en las legislativas. Los pasos en falso de Hung Hsiu-chu provocaron una desmoralización importante en la base electoral del KMT, con un voto nacionalista fragmentado ante el anuncio de presentación de la candidatura de James Soong, del PPP. ¿Insuflará la cumbre nuevos y positivos horizontes en las filas nacionalistas?….
Las lecturas de la oposición
Las fuerzas de oposición reaccionaron con duras críticas al anuncio del encuentro y al papel y actitud de Ma en él. Acusado de estar más pendiente de su propio legado que de los intereses nacionales de Taiwan, Tsai Ing-wen, líder del PDP, le tildó de decepcionante, recriminándole no haber estado a la altura del momento al ningunear a la mayoría del pueblo taiwanés.
Una solución pacífica
China aprobó en 2005 la Ley antisecesión, que contempla el recurso a la fuerza en caso de independencia. Por otra parte, Xi Jinping hizo saber su intención de acelerar el diálogo para encaminar una solución política a un problema que “no puede ser dejado de generación en generación”. Durante el encuentro, Ma Ying-jeou aludió a la amenaza militar que representan los misiles que apuntan a la isla, confesando a posteriori su insatisfacción con la respuesta dada por Xi Jinping en este aspecto.
En cualquier caso, si Beijing pretende con esta iniciativa influir en la evolución político-electoral de Taiwan, es siempre mejor una cumbre que recurrir a los tiros de misiles como hizo Jiang Zemin en 1995 y 1996 y que, a la postre, no hicieron sino fortalecer las opciones más alejadas de sus intereses.
El complejo desarrollo de los acontecimientos en Taiwan revela la insuficiencia de una política basada en la primacía de la economía o en la amenaza latente del recurso a la fuerza. Por el contrario, parece requerir, complementariamente, de propuestas políticas de alcance y dirigidas a esa población reticente y desconfiada de las intenciones reales de la China “comunista”.
Esta puede ser una de ellas, dando mayores muestras de una flexibilidad y pragmatismo que hace poco parecía inviable. Por ejemplo, Ma Ying-jeou pudo comparecer ante la prensa haciendo ostentación de la bandera de la República de China y el mismo hecho de reunirse ambos líderes implica un cierto reconocimiento factual al gobierno taiwanés y a su autonomía en el concierto global.
Pese a ello, predomina el escepticismo ante lo incierto del futuro inmediato. No será fácil el entendimiento entre el PCCh y el PDP – en el que llevan años trabajando en diferentes foros-, por lo que la viabilidad de estas cumbres queda en entredicho, al igual que la actitud de Beijing en relación a asuntos como la participación de Taiwan en el BAII, su adhesión a los mecanismos de integración económica regional, etc., sin que pueda descartarse un empeoramiento temporal de las relaciones, especialmente en lo que se refiere al espacio internacional. La “diplomacia viable” de Taiwan puede resultar una quimera si Beijing opta por hacer valer su acrecentado protagonismo internacional.
La reacción de Washington –y la UE- saludando la celebración del encuentro no oculta el interés de EEUU en seguir manteniendo nexos privilegiados con Taiwan, especialmente en el orden de la seguridad ahora que su política de reequilibrio en la región parece haberse adentrado en una nueva fase.
Huelga decir que el problema de Taiwan es un asunto central en la política de modernización de China. El encuentro debe enmarcarse en el proceso de culminación de la reforma y apertura. Y también en la necesidad del actual liderazgo chino de curarse en salud ante el atolladero que se vislumbra en el horizonte inmediato y que pudiera desatar críticas internas respecto al fracaso de la política aplicada en esta última década y que podría, simplemente, llevarle a morir de éxito.