Las pesquisas judiciales en torno al Partido Popular de Taiwán (PPT) y su líder, Ko Wen-je, siguen su curso. Tanto en lo que se refiere a la nebulosa de las donaciones electorales como, sobre todo, al affaire que muy directamente puede afectar a Ko, una investigación sobre presunta corrupción en el proyecto de urbanización de Core Pacific City. Y podría haber más.
El PPT habla ya de que “el aparato estatal está utilizando todos los medios para perseguirlos y reprimirlos” y reclama la “confidencialidad de la investigación”. Acorralado, Ko, el referente indiscutible del PPT y sin cuya cabeza no es prácticamente nada, anunció que solicitaría una licencia de tres meses como líder del partido, una decisión que añade incertidumbre sobre su futuro personal y del propio partido. El daño sufrido por su reputación, asociada hasta ahora con la integridad, al punto de desembocar en un encarcelamiento, puede no tener remedio.
Ko fundó el PPT hace cinco años. En las elecciones del 13 de enero último, la primera vez que se presentaba para la presidencia después de coquetear con un acuerdo con el KMT que primero aceptó y después repudió, obtuvo más votos, el 26 por ciento, que en las legislativas (ocho escaños). Ello es bien elocuente del tirón de su figura, al alza desde su implicación en el Movimiento Girasol y tras ser elegido alcalde de la capital.
Prueba de fuego
La coyuntura actual representa una prueba de fuego que el partido no tendrá fácil de superar sin reformular el proyecto, especialmente dotándose de una estructura organizativa y un programa que transcienda a su propia persona, un activo que puede pasar a ser un demérito.
El PPT contribuye de forma decisiva a la mayoría opositora en el Yuan Legislativo. Se ha abierto a cooperar solo con el Kuomintang (KMT). No falta quien especule que una primera derivada de esta crisis se medirá en la disponibilidad futura del PPT a colaborar con el gobernante Partido Democrático Progresista (PDP), que podría ser el precio a pagar para salir relativamente indemne de todo ello.
Hay en el caso signos de vendetta por las denuncias de su ex directora de asuntos digitales, Grace Woo, y también temores de intencionalidad política en las iniciativas judiciales, un fenómeno que se afirma como tendencia universal que compromete muy seriamente la independencia de la justicia. Un buen batiburrillo con toga y medios de comunicación es hoy más efectivo que cualquier debate parlamentario.
A corto plazo, para el PDP, esto puede resultar en un debilitamiento significativo de la oposición, aislando al KMT y, en paralelo, facilitando la consolidación del poder de Lai Ching-te. Y con el horizonte de 2028, cuando a la vista de lo sucedido este año una alianza entre KMT y PPT parecería más probable, allana el camino para que Lai, entronizado ahora como el máximo defensor de la ética en la política, se haga con parte del electorado desencantado de Ko.
Hay quien recuerda las maniobras de Chen Shui-bian, en la presidencia entre 2000 a 2008, la primera del PDP, contra el KMT blandiendo la espada de la corrupción. O también como la presidenta Tsai Ing-wen presentó su propia versión de dicha política poniendo el foco en el patrimonio de dicho partido con el argumento de la “justicia transicional”.
En cualquier caso, con o sin motivación política ab initio, el PPT se juega la supervivencia en este caso. La liquidación de la opción centrista que representa nos llevaría de nuevo al bipartidismo y, en el actual contexto, favorecería de forma clara un alargamiento del mandato del PDP, en el gobierno desde 2016, una circunstancia que afectaría negativamente a la estabilidad de los lazos en el Estrecho, más aún si quienes lideran en la isla son aquellos que optan más por la resistencia que por la estabilización.
Darle la vuelta a esta crisis y salir fortalecido de ella es la tesitura del PPT. Y no son muchas las opciones disponibles, entre ellas, quizá la emergencia de una bicefalia con Huang Kuo-chang, el expresidente del Partido del Nuevo Poder y actual líder del grupo parlamentario.